Después de muchas semanas de escuchar y leer acerca del coronavirus en las noticias y en las redes sociales, la semana pasada finalmente se confirmó el primer caso en Perú. Desde ese primer caso, hasta el momento en que escribo estas líneas, han pasado varias cosas:
- Al 12 de marzo ya hay 22 caso confirmados del virus en el país.
- La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calificado de pandemia la situación actual, lo que hace referencia al hecho de que el virus se ha propagado de manera global, y no a la severidad o agresividad de la enfermedad.
- Como medida de prevención de contagio, el Estado ha declarado que el inicio de las clases escolares del sector público se postergará al 30 de marzo y que las instituciones educativas privadas que ya habían empezado clases deberán suspenderlas hasta la misma fecha.
- Se ha prohibido cualquier tipo de espectáculo de toda índole que congregue a más de 300 personas.
Frente a esta situación, las autoridades correspondientes han ofrecido distintas recomendaciones, especialmente de higiene y distanciamiento de otras personas, que deben ayudarnos a prevenir el contagio. Además, se han dispuesto protocolos y medidas a tomar en caso de sospecha de contagio, y se ha hablado mucho acerca de controlar el pánico y las medidas sobrecompensatorias que muchas personas están tomando como las de comprar víveres y papel higiénico de manera exagerada, impidiendo el acceso a otras personas a dichos productos; el compartir noticias (muchas veces falsas) que lo único que generan es miedo desmedido en la población; y el abastecerse de mascarillas y de alcohol en gel hasta el punto en que ya no se encuentran en farmacias ni supermercados con facilidad (muchas veces de manera poco útil, pues se ha repetido mucho que las mascarillas no sirven para no contagiarse, sino para evitar que una persona contagiada esparza el virus).
He pensado mucho en lo que quiero decir en este artículo, y lo que busco es hablar un poco acerca de las consecuencias psicológicas que una epidemia como la que estamos enfrentando tiene en la población. A partir de lo que escuchamos y leemos, muchas personas nos enfrentamos a distintas emociones y pensamientos que predisponen la manera en la que vamos a reaccionar frente a situaciones como éstas. La presencia del coronavirus, en muchos casos, nos va a hacer pensar en lo vulnerables que somos como personas; hará, también, que nos cuestionemos acerca de qué tanto nos afecta una situación como ésta, cómo calificamos nuestros hábitos de higiene, y de qué medida nuestra salud física impacta nuestra salud mental.
En estos últimos días me he encontrado con todo tipo de reacciones: personas que están entrando en pánico, otras que están restando importancia a la situación, y otras que, acertadamente, están acatando las medidas estipuladas como preventivas y están haciendo énfasis en el autocuidado tanto físico (higiene y hábitos saludables) como mental.
Algunas emociones y pensamientos, que son normales y por las que muchas personas van a pasar a nivel emocional son:
Miedo y ansiedad
Ambos son respuestas naturales que tenemos las personas frente a situaciones que consideramos amenazantes y que están ligados al instinto de supervivencia de nuestra especie, pues nos predisponen a la huida y a la protección. En nuestro caso, muchas personas pueden sentir miedo o ansiedad por distintas cosas: falta de protección y preparación tanto por parte del Estado como de la población en sí; el miedo a estar enfermos y las consecuencias de dicha enfermedad; el miedo a la pérdida de seres queridos, especialmente después de leer las noticias y escuchar lo que sucede fuera de nuestro país (información que no siempre es del todo acertada).
Frustración y cólera
Ambas son emociones que sentimos en distintas situaciones, pero especialmente en situaciones en las que nos sentimos desprotegidos y descuidados por las autoridades que deberían tomar las medidas necesarias (muchos piensan que deberían ser más drásticas); frente a otras personas que no se toman la situación con la seriedad con la que deberían; y en momentos de incertidumbre en las que no sabemos qué hacer ni cómo reaccionar, o en las que sentimos que nada de lo que hagamos va a tener un impacto importante.
Vulnerabilidad
Una epidemia como la que estamos viviendo nos recuerda que las personas somos vulnerables, que las cosas pueden cambiar de un instante a otro, y que no tenemos nada asegurado. No es fácil enfrentarnos con nuestra propia vulnerabilidad ni con la posibilidad de pérdidas (tanto materiales, como emocionales y de personas queridas), y esto genera tristeza, sensación de desprotección y alimentan el miedo.
Todo esto nos lleva a una pregunta: ¿qué podemos hacer, entonces, para prepararnos y enfrentar esta situación sin que nuestra salud mental se vea tan afectada? (digo “tan” porque indudablemente nos vamos a enfrentar a algunas de estas emociones y no siempre vamos a saber sobrellevarlas).
Para poder estar preparados, hay algunas cosas que debemos tener en cuenta:
- Evitemos entrar en pánico. Para lograrlo debemos mantenernos debidamente informados; por eso, es importante que revisemos las fuentes de donde obtenemos nuestra información. Evitemos reenviar cadenas y audios de WhatsApp si no conocemos la fuente original, revisemos que lo que compartimos en Facebook y otras redes sociales tenga un/a autor/a que de alguna manera está relacionado con el tema, etc.
- Hablemos del tema abiertamente con niños, adolescentes y adultos mayores. Para poder controlar sus reacciones, seamos honestos con la situación actual, enseñémosles las medidas de higiene necesarias y expliquemos que no hay motivo para entrar en pánico, pero que sí es necesario cuidarnos. Tengamos en cuenta que es importante controlar la propia ansiedad a la hora de transmitir esta información a niños y adultos mayores.
- Para mantener la calma, podemos practicar estrategias de meditación, respiración y relajación. En momentos como estos, es importante practicar la conexión con uno mismo y las propias emociones para poder enfrentarlas y calmarlas.
- Practiquemos la paciencia. Especialmente frente a los niños y adolescentes que ahora tienen que estar en casa, o si nos ha tocado permanecer en cuarentena. Aprovechemos el momento para estar en familia, conversar, jugar juegos de mesa, ver películas y hacer actividades a las que usualmente no le damos tiempo y espacio.
- Seamos responsables por nosotros mismos y nuestros queridos y respetemos a los demás. Si nos sentimos mal, no salgamos; controlemos nuestros impulsos por comprar todo; apoyemos a quienes lo necesitan; y no compartamos información que no sabemos si es cierta o no, porque eso solo contribuye a la generación de más miedo colectivo.
Como con todo, de esta situación podemos aprender muchas cosas. Aprovechemos el tiempo para mirarnos, cuestionarnos y cuidarnos a nosotros mismos, para entender que nuestra salud mental y la situación de nuestras emociones y pensamientos es igual de importante que la física en la medida en que determina cómo vamos a reaccionar de manera individual y colectiva para enfrentar esta situación. Pasemos más tiempo con la familia y seres queridos; y practiquemos la responsabilidad personal y social y la solidaridad con otros.
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