Poner pie en un aeropuerto en un año como el que hemos vivido más que un alivio, resulta un privilegio. No se sabe muy bien si la experiencia de volver a hacer todas esas cosas que algún momento parecieron tan normales (poner la ropa en una maleta; realizar el check in; pasar los controles; antojarse con un puesto de donuts que ahora ya no está) se siente cercana o lejana. Se siente diferente.
A puertas de terminar el 2020, la posibilidad de subirse a un avión para aterrizar en algún destino ajeno a la casa, o la cuadra, o el distrito donde nos hemos movido la mayor parte de estos meses se presenta como una suerte de salvación. Un boleto a la esperanza. Definitivamente hay reparos y cuidados que tomar en cuenta cuando se trata de un viaje en plena pandemia, pero el ejercicio se hace manejable una vez que se conocen los requerimientos necesarios para el abordaje. Los protocolos están para cumplirse.
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El turismo es una de las industrias más golpeadas a raíz de la crisis por el COVID-19. No se trata solo de aerolíneas o cadenas hoteleras: el impacto abarca a guías, agencias, personal de apoyo e incluso a las comunidades que basan sus ingresos en las experiencias vivenciales. Tal y como pasó con muchos de los restaurantes emblema de Lima (donde la visita de clientes extranjeros llegaba a representar el 90% de la afluencia) el sector turístico también ha buscado reinventarse para atraer al público local. El reto es grande: los porcentajes están en contra.
Si Cusco es nuestra puerta al mundo, el Urubamba es la bienvenida. Un lugar donde convergen magia, aventura y lujo, con hoteles diseñados para ofrecer una estadía basada en la exclusividad, pero orientados -principalmente- a turistas provenientes de Estados Unidos y Europa. La pregunta es: ¿Qué buscan los peruanos a la hora de elegir esta clase de experiencias?
Hecho a medida
Hasta antes de la pandemia, el 80% de los huéspedes del Tambo del Inka Luxury Collection eran estadounidenses. El 20% restante se repartía –casi en iguales cantidades– entre europeos y peruanos. Los mismos números se repiten en muchos de los hoteles de lujo ubicados en el valle. Mientras los viajes internacionales se reactivan lentamente, la gran apuesta está en conquistar al público menos frecuente, pero más entusiasta por vivir algo nuevo. Algo que sea, sobre todo, cercano. Al menos en distancia.
“Urubamba es un destino aparte”, explica Bruno Giordano, gerente general del Tambo del Inka. “Estamos al lado de Machu Picchu, pero también tenemos grandes espacios. En nuestro caso, once hectáreas en el valle, con mucho verde, bosques andinos y nuestro propio huerto orgánico”, indica. Esta vez no solo importa lo que ocurra adentro (los spas, de momento, deben permanecer cerrados en todos los hoteles; las piscinas sí están permitidas), sino, principalmente, lo que hay por ver fuera. El lujo ahora se basa en una regla relativamente antigua: menos es más.
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Menos gente en más espacio.
La creación de experiencias personalizadas, tanto para parejas como para familias, marca la pauta en la oferta hotelera del Urubamba. Cuentacuentos del ande, clases de pan andino, demostración de tejidos de Chinchero o degustación de cervezas artesanales, entre otros, forman parte del menú del Tambo del Inka, por nombrar algunas de las opciones. Así, la conexión con el destino se convierte en la carta ganadora: cómo lo haga cada hotel es lo que marcará el diferencial. “Hemos implementado distintas promociones para el público local”, finaliza Giordano. “La idea es que encuentren aquí todo lo que necesiten”. Octubre marcó la fecha de reapertura para el sector en el Urubamba. Poco a poco, las estadías se están empezando a prolongar.
No muy lejos del Tambo, en el Belmond Hotel Río Sagrado, las cosas siguen una línea similar. “El perfil de nuestros viajeros locales siempre ha sido familias que buscan un hotel de escape y de conexión con la naturaleza”, cuenta Arturo Schwarz, gerente general de dicho espacio. “Lo que queremos es crear momentos especiales que inviten a nuestros huéspedes a disfrutar experiencias peruanas de lujo, como un picnic privado en el jardín con vista al río Urubamba, yoga o meditación en valle, o cine bajo las estrellas”, sostiene. El uso de nuevas tecnologías para garantizar la seguridad de la visita forma parte tanto de los protocolos como de los nuevos procesos implementados por los hoteles. Y lo mismo va más allá de sus puertas.
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Desconectar para conectar
“La gente en este momento tiene un apetito por experiencias de lujo, pero con un sentido distinto. El rubro se está inclinando por tener un matiz de sostenibilidad”, explica Eduardo Doig, gerente de Venturia, operador de experiencias que ofrece desde trekking o visitas a la montaña Siete Colores, hasta tours VIP en helicóptero por Cusco. La interacción con comunidades locales y artesanos de la zona se mantiene durante la pandemia, adaptada a los protocolos. El turismo, finalmente, es una fuente de ingresos que da sustento a muchas familias.
“Hemos graduado el aforo de las experiencias que realizamos no solo porque somos un operador que se preocupa por evitar las multitudes, sino también porque cada uno de los actores en estas experiencias se inclina a lo mismo: la seguridad”, continúa Doig. Las medidas van desde los tours hasta el transporte.
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La reactivación del turismo es un proceso que tomará tiempo, pero en el Perú estamos encaminados a lograrlo. Para todos, pero especialmente para las familias, la desconexión tras meses de convivencia en el mundo digital es el mayor atractivo de todo esto. Eso sí: los procesos y canales para llevar a cabo un viaje seguro están en webs o aplicaciones, empezando por la declaración jurada que se necesita antes de abordar al avión (que puede encontrar aquí). Estamos a un clic de distancia de un nuevo destino.
O lo que es lo mismo: un nuevo comienzo.
Todos a bordo: vuelos nacionales
Algunos consejos de Sky Airline Perú para los destinos locales:
- Es obligatorio usar mascarilla y protector facial en todo momento en el avión. Además, se debe llenar una declaración jurada para el transporte aéreo de pasajeros.
- El embarque y desembarque se hace por grupos reducidos para evitar la aglomeración en el pasillo del avión.
- Dentro hay filtros especiales, cuyo flujo de aire es significativamente mayor que el que las personas experimentan en lugares cerrados.
- Se recomienda llegar al aeropuerto con tres horas de anticipación.
- No se pide una prueba COVID-19 para subir al avión.
Más información:
Libertador Tambo del Inka:
reservastambodelinka@tambodelinka.com.pe
(Precio por habitación por noche para peruanos y residentes desde: $259 o S/907)
Venturia:
Belmond Río Sagrado:
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