LUIS SILVA NOLE

Doctores del tatuaje embisten sin anestesia, las cumbias se suceden frenéticas en una pantalla plana que contrasta con la vieja fachada en la que está incrustada, el olor a pollo a la brasa se impregna en la piel y los casinos muestran sus premios en luminosas gigantografías.

Caminar por la última cuadra el Jirón de la Unión un viernes cualquiera por la noche, pasadas las 10, es la forma más estridente de llegar a la histórica plaza San Martín, que a esas horas comienza a transformarse.

La sensación de ir por un túnel bizarro aumenta a cada paso. Hay que andar en zigzag. Esquivar jóvenes y ajustados cuerpos nocturnos ataviados para la juerga en unos casos; y en otros, rozarlos más allá de la insinuación. Todo ello se torna en un deporte momentáneo para quienes pretenden pasar bajo el invisible arco que une la puerta de la discoteca Yacana con un puesto de gordos sánguches de pechuga de a seis soles. Más adelante hay tierra liberada y no precisamente por el libertador.

Finalizado el jirón, los flashes de los fotógrafos se apuran en dar la bienvenida. Los gratuitos y los que valen diez soles, aquellos que garantizan una eterna amistad con un par de aliens y otro de depredadores que parecen imponer respeto ante la escasez de policías y serenos. “O son ellos o nosotros”, dice por entre unos dientes de plástico, largos y puntiagudos, un alien cinematográficamente diseñado.

Néicer Osorio Rivas, 17 años, del barrio de Palermo, Cercado de Lima, es el actor encubierto que simula pelear con el resto de espectaculares figuras. “Hace mucho calor dentro del traje, pero business son business”, susurra antes de otra toma.

Al fondo, un escenario gigante y vacío anuncia que mañana o pasado habrá un concierto rockero en la plaza, como los que hace la Municipalidad de Lima.

La previa para entrar en el éxtasis de Yacana hace que se pueble rápido la esquina de la plaza y el jirón. Elevarse hacia los pisos superiores del edificio que alberga a un cine UVK es ya un ritual que exige una sazonada conversa previa. Latas y botellas chicas de cerveza encaletadas emergen imparables de bolsillos y carteras.

Frente al cine dan ganas de seguir caminando en zigzag, pero esta vez porque suena “Billie Jean”. Dándole la espalda al generalísimo, la gente aplaude al golpe de batería y un Michael Jackson de Barrios Altos se para en puntas y ensaya el paso lunar.

El Rey del Pop reencarnado en el elástico Brian Chávez Aguilar, de 18 años, se gana unas monedas también con “Thriller”. Por momentos, los ‘hits’ de Michael se confunden con el sonido ochentero de Yacana. Batahola musical.

En el centro de la plaza, hombres maduros debaten en voz alta sobre la renuncia del Papa. Otros, como José Belli Infanzón, de 36 años, dicen ser predicadores que buscan redimir a tanto pecador. “¡Da tu diezmo!”, grita José antes de enseñar, con gesto de paranoia, una desteñida tarjeta idéntica a las del BCP.

ZIGZAGUEO GENERAL A las 11:30 p.m., los bares El Bolivarcito y Estadio resultan kindergartens en comparación con los otros de música de alto octanaje que ocupan parte de la vereda que apunta al perfil derecho del monumento a San Martín.

Antes de la medianoche, Nadia, de 46, se sienta en uno de los tronos de la plaza que miran a la promiscua avenida La Colmena. “Papi, 15 luquitas, nada más”, dice sumiendo la barriga chelera. La guiñada de ojo no le sale bien. Los vellos de su brazo izquierdo restan veracidad a su acto de seducción.

“Solo Nadia, para qué decir mi verdadero nombre”, y mira a su alrededor por si hay cámaras o grabadoras cuando se entera de que un periodista lo interroga. “Soy de Tarapoto y desde hace años estoy acá. Aunque vengan los evangélicos a decir que me iré al infierno, sigo acá, no le hago daño a nadie”, y se apura en mostrar siete condones sin usar, chocolates los llama. En la plaza hay varios como él, unos más disforzados que otros.

Ya para las 3 a.m. el zigzagueo es casi general en la plaza, efecto de las espirituosas bebidas y otras sustancias que se venden por ahí, en secreto a voces, ante la pasividad de la única camioneta policial, estacionada cerca de la esquina con Ocoña. La gente macerada en alcohol que sube del Múnich y del Rincón Cervecero completa una zona de zombis que caminan en círculo con carnet universitario. Muchos de ellos votarán por primera vez este 17 de marzo, en el proceso de revocación a la alcaldesa de Lima.

¿Hasta La Calera? Dieciocho soles. Los taxistas hacen su agosto en verano. No hay opción. Atrás queda la plaza, todavía viva y zigzagueante.

CUMPLIRÁ 93 AÑOS *Emblemática * La plaza San Martín fue inaugurada el 27 de julio de 1921 como parte de las celebraciones por el centenario de nuestra independencia.

No más discotecas ni bares “El concejo no tiene una política de espacios públicos. De cara al bicentenario de la independencia, no debe dejar que la plaza San Martín, un espacio cívico, se torne en uno lúdico y anárquico. No debe haber más bares”, reclama la arquitecta Silvia de los Ríos, del Centro de Investigación, Documentación y Asesoría Poblacional (Cidap).

Próxima intervención Álvaro Anicama, gerente de Fiscalización del Concejo de Lima, dice que pronto se hará una intervención para erradicar la prostitución en la plaza San Martín. “No hay espacio para más bares en la plaza”, recalca el funcionario.