JUAN AURELIO ARÉVALO
Felipe Escalante y Eduardo Paredes son los artistas que han diseñado las monedas de la serie numismática del BCR: Riqueza y Orgullo del Perú. Poco se conoce sobre el trabajo que realizan en la histórica Casa Nacional de Moneda en el jirón Junín
Cada vez que sale de compras y recibe vuelto, Felipe no puede evitar sonreír. “Me quedo mirando las monedas. ¡Son mis obras! Selecciono las que hice y entrego las antiguas”.
— ¿Se han puesto a pensar en que su trabajo artístico debe ser el más visto por los peruanos? Han pasado por las manos de todos. Felipe: Sí. Yo siempre digo que estas son monedas que hablan. En el fondo, con el trabajo que realizamos lo que estamos haciendo es compartir cultura. ¿Quién conocía Karajía antes de que salga en la moneda? Quizá hemos logrado que muchos se animen a investigar o incluso visitar estos lugares.
Eduardo: Es cierto, aunque la mayoría de gente solo utiliza las monedas como objeto de dinero. Para comprar, vender, pagar el bus. Pero si se dieran un tiempo para observar, se darían cuenta de que es una obra de arte en un pedazo de metal. Me cuesta creer que, con todo el trabajo que hay en ese objeto, haya gente que ni le da una ojeadita. Antes de comprar el pan, miren [risas].
— El nivel de detalle es increíble F: ¡Como para verlo con lupa! Eso lo hace más interesante. Yo busco que sea perfecta. No quiero equivocarme por temor a la crítica de la calle.
— ¿Siente un peso grande? F: Bastante. Estresa, pero es lindo porque uno se mete a investigar, se mete a la historia y también se vuelve parte de ella.
— ¿Cómo es el proceso de creación? E: Hay trabajos que son encargos como las medallas conmemorativas. Pero en el caso de las monedas nosotros proponemos ideas y empezamos a investigar. Las propuestas son elevadas al directorio que decide finalmente qué sale y qué no. Primero viene el dibujo que se hace a mano o con un software de diseño. Luego viene el trabajo escultórico que viene a ser la fabricación de la moneda con elementos como plastilina, resina, yeso. Ahí hacemos el tallado de la leyenda. Luego esa maqueta pasa al pantógrafo, que es la máquina que hace la reducción.
— ¿Y de ahí? E: Regresa a nuestras manos. Si bien la máquina copia exactamente lo que tenemos, hay elementos que por su medida se pierden en una reducción. Por ejemplo: una mano con cinco dedos abiertos, en una máquina de reducción, sale con los dedos pegados. Ayudados con un microscopio y con herramientas de corte que se llaman buriles recuperamos esos detalles.
— ¿Cuánto dura todo el trabajo? F: En promedio, son dos meses y medio, pero depende del diseño. Hacer la moneda de Machu Picchu me tardó más porque poner tanto detalle en 25 milímetros es difícil. La primera que hice fue la del tumi. Hice una investigación previa a través de libros, Internet, me asesoré con arqueólogos.
E: La última que ha salido esta semana, la de Tunanmarca, la hice yo. Tuve la oportunidad de viajar y ver in situ el sitio arqueológico. Tomé apuntes, hice fotos, hablé con expertos. Ir al lugar y tocar la piedra te da una sensibilidad distinta. Al final, la moneda es un lienzo de trabajo. Esto es arte. Es una combinación de técnica, de diseño. De todo. Por eso digo que hay personas que no se dan cuenta de que tienen obras de arte en sus bolsillos.
— ¿Qué valor tiene el dinero para ustedes? E: Al principio, cuando recién llegué aquí y veía tantas monedas saliendo de una máquina, me sentía como el niño que encontró el tesoro del pirata. Pero después de trabajar 13 años acá, uno se olvida de que todo esto es dinero. Ahora veo a las monedas como una parte de nuestro talento en las manos de los peruanos.
— ¿Y Ud. qué sentía en este lugar? F: Yo me sentía como McPato [risas] Hasta provoca zambullirse, pero no puedes usar ninguna moneda. Ni para una gaseosa [risas].
E: Cuando yo digo “mi moneda”, hablo de la que hice. Él igual. A veces nos decimos: “Oye, tu moneda salió en tal revista”, “la vi en la televisión”. Es una emoción muy grande. Yo le tengo mucho cariño a una medalla que hice por la fundación de Lima y también a la moneda del convento de Santa Catalina que fue nominada a moneda del año en el 2011.
— ¿Qué imagen les gustaría ver y hacer en el futuro? F: A héroes.
E: Te diría Grau, pero ya se hizo. ¡El agro! Mi familia tiene un pequeño fundo en Mala, por eso me gustaría ver algún día en una moneda una manzana [risas].
F: Me agrada que la gente espere la siguiente moneda de la colección y no sepa qué va a salir. Eso lo hace interesante y misterioso.
— La serie se llama Riqueza y Orgullo del Perú, pero veo que los más orgullosos son ustedes E: Ya llevamos 15 monedas de un total de 26. Tenemos proyectos que aún están en evaluación. También se viene un aniversario importante. En dos años, la Casa Nacional de Moneda cumplirá 450 años de fundación. Somos la primera casa nacional de América Latina y mucha gente no está enterada de eso. Esta es una de las instituciones más antiguas del país, mucho más que el BCR y trabajar aquí nos llena de orgullo y de emoción. Así que vamos a ir pensando en algo especial.
PERFIL: Soy Felipe, el de la izquierda en la foto. Tengo 46 años, aliancista y llegué a la Casa Nacional de Moneda hace 14 años. Aquí trabajo como diseñador gráfico, pero antes era docente en la Escuela de Bellas Artes. Mi compañero Eduardo tiene 39 años, es diseñador industrial e hincha del Sporting Cristal. Llegó al BCR hace 13 años como practicante. Los dos reconocemos que nuestro peor defecto es ser renegones, pero nos apoyamos mutuamente.
A él no le han puesto ninguna chapa todavía, pero mis alumnos me decían ‘El Señor de las Monedas’.