“No hay nada más delicioso en este mundo que comerse una torta de jamón”, decía el huérfano y noble niño protagonista de la vecindad de “El Chavo del 8″, el programa con mayor ráting de Televisa entre 1971 y 1992. Se estrenó en el Perú y otros países dos años después de su debut en la televisión charra. Amada y criticada, la creación de Roberto Gómez Bolaños no demoró en tomar talla internacional. Cincuenta años más tarde, todavía es un símbolo de identidad de los mexicanos, aunque para algunos de ellos sea una piedra en el zapato o la muestra de un México machista, inmoral y hasta cruel ante la mirada extranjera. De cualquier manera, esa comedia familiar con toques de doble sentido siempre fue una adicción por la que no importaba esperar más de cinco cortes publicitarios en su horario para, finalmente, ver al profesor Jirafales llevarle flores a Doña Florinda, o al Chavo pidiéndole a Don Ramón un poquito de paciencia.
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“A nosotros (los mexicanos), nos sorprende mucho el impacto que sigue teniendo ‘El Chavo’ en Sudamérica, cuando en México es un tema pasado”, advierte a Saltar Intro de El Comercio Nora Marin Chiquet, editora de Espectáculos en el diario mexicano El Universal. “Por supuesto, fue un fenómeno en los años 80 y principios de los 90, y es parte de la cultura popular. Pero, hoy en día, no es ‘EL’ programa que todos vemos. Es más, se dejó de transmitir hace dos años”, añadió.
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Algunos mexicanos, como el famoso comediante de humor negro que tiene un programa de ‘stand-up’ en Netflix, Carlos Ballarta, rechazan a Roberto Gómez Bolaños y a “El Chavo del 8″. “En cuanto a comicidad, creo que ‘Chespirito’ es de las peores cosas que le ha pasado a la comedia mexicana. En mi casa, si hay algo que no le dejo ver a mi hijo es esa pendejada”, aseveró en una entrevista a Versión Extendida hace un año. Además, cuestionó la presentación del elenco de ‘El Chavo’ en el Estadio Nacional de Chile, también conocido como “el campo de concentración y tortura” a estudiantes chilenos durante la dictadura de Augusto Pinochet y donde se presentaron a propósito de una gira internacional en 1977.
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Aún cuando fue exportado a la televisión de habla hispana y portuguesa y doblado a más de 50 idiomas, el programa no se libró de los comentarios en su contra tras la muerte del comediante en 2014. Desde un ‘influencer’ quejándose del humor de Chespirito hasta las críticas especializadas, donde se habla de “violencia, machismo y denigración” en las expresiones de los personajes, la comedia de Roberto Gómez Bolaños denominada por él mismo como “la número uno de la televisión nacional” se ha visto atacada por todos los frentes en los últimos años, sobre todo, en México.
“Cuando hablamos de ‘El Chavo del 8′ no podemos dejar de lado que sucedió hace cinco décadas. Por ello, tampoco se puede juzgar la situación desde ahora”, explica Roberto Rondero, crítico de televisión mexicano, ex jefe de prensa de Televisa durante la época de mayor audiencia del programa de Bolaños, y quien se comunica con Saltar Intro desde Ciudad de México por una videollamada de Zoom. “En México, pasa un fenómeno al revés que en Latinoamérica con ‘El Chavo’. Aquí, ya hay unas críticas tremendas en contra de lo que se hizo. Ahora, todo es mal visto. Sin embargo, Roberto (Gómez) dijo que nunca tuvo la intención de vestirse como niño para ser un niño, porque sabía que era un adulto, y se retiró por eso. Creo que esa razón le proporcionó rango para hacer muchas cosas con sus personajes en la comedia”.
México, al igual que el Perú y otros países de América Latina que aman el programa (principalmente, Brasil, Chile y Bolivia), cuentan con una historia de humor popular muy fuerte. “¡O actuamos como caballeros o como lo que somos!”, bromeaba el icónico Cantinflas (Mario Moreno) en alguna de sus películas. “Ahí está el detalle, que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”, también decía. Usualmente, personajes de barrio como Cantinflas o el dúo de comediantes mexicanos Viruta y Capulina —con quienes trabajó Roberto Gómez Bolaños como guionista y luego como actor— tenían una suerte de doble sentido en sus diálogos. Se burlaban del comportamiento humano y remataban con una crítica social a la realidad de México.
“¿Qué estás haciendo mi-hijita? ¿Estás recortando un retrato mío?”, pregunta su padre a la Chilindrina. “¡Sí! Lo voy a poner en mi cuaderno”, responde la niña, que está sentada en el piso con el papel y las tijeras en la mano. “Ay, eh... ¿lo vas a poner en tu cuaderno?”, sonríe Don Ramón algo emocionado por el probable gesto de cariño. “¡Sí! Es que, en la escuela, me mandaron a hacer un trabajo sobre la desnutrición”, remata ella con el chiste, mientras el hombre hace un gesto de furia con los labios, pero mirando a la cámara. Tantos años pasaron y aún sabiendo de memoria la rutina del chiste, la gente todavía se ríe.
“Al mexicano, le gusta ‘El Chavo’, porque aparentemente es una comedia blanca, pero tiene mucha sutileza en el doble sentido. Lo que llamamos el albur”, comenta Roberto Rondero. “Es decir, atacar a la otra persona sin que esta se dé cuenta, y salir bien librado de eso, pero antes de irte, como decimos aquí, ya le metiste gol. Roberto (Gómez) sabía mucho eso, porque había convivido con las personas en las colonias pobres para tomar referencias al escribir los guiones de diferentes producciones de televisión. Nos lo cuenta en el libro ‘El diario de El Chavo del 8′”.
“El Chavo del 8″, aunque salió del aire en 2020 por un problema de derechos entre la familia Gómez Bolaños y Televisa, es un programa que ha perdurado y la gente todavía lo quiere. En el 2016, el canal oficial de la serie en Youtube llegó al millón de suscripciones. Roberto Gómez Fernández, en representación de su padre, recibió el premio Botón de Oro por el mérito de tener en streaming el primer producto televisivo mexicano en conseguir esa cantidad de usuarios en la red social de videos. Hoy, plataformas alternativas, como VecindadCH, El Chavo del 8 TV o canales como Cronos TV siguen compartiendo o ‘viralizando’ contenido de los personajes.
El éxito internacional de “El Chavo del 8″
Detrás de las puertas 14 y 71 de la vecindad de ‘El Chavo’ había ‘tramoya’, como se le llama en México al espacio de la escenografía en un set de rodaje. Desde el departamento de Doña Florinda, escaleras conducían a los actores hacia el hogar de Doña Clotilde. Tampoco era importante para Gómez Bolaños mostrar esos espacios. La casa de Don Ramón fue la protagonista principal del programa. Además, casi todo pasaba en el exterior del condominio, donde estaba el barril del niño huérfano más querido de habla hispana.
El periodista Roberto Rondero recuerda cuando se saltaba algunas grabaciones de trabajo en Televisa para visitar a su tocayo en el estudio de “El Chavo del 8″ en San Ángel, al sur de la capital mexicana. Veía al personal de producción esperar sentados a que iniciara la filmación; más bien, aprovechaban demasiado sus horas de ocio. De pronto, entraba al foro el conocido Chespirito. Como por arte de magia, el equipo reaccionaba ‘de prisa’ y corrían a sus puestos. Se sentía en el set un aire de respeto, pues los empleados conocían a su director. Él odiaba las repeticiones de parlamentos y se preocupaba por que todo funcionara bien. Así que los actores debían aprender bien sus líneas y mantener la concentración. Al final de la jornada y por decisión propia, la mayoría de personas se quedaba más tiempo para ayudar en lo que fuera necesario.
Una de las cosas que Gómez Bolaños priorizaba en su trabajo eran las giras internacionales. Protele era la empresa encargada de distribuir los programas de Televisa a nivel internacional. La mayoría de elencos acataban los itinerarios de viaje, las ruedas de prensa y las presentaciones sin mayor opinión al respecto. Sin embargo, el director mexicano insistía en tener activaciones donde el equipo pueda estar con las personas de la calle y escuchar atento a sus admiradores.
“Chile fue su gira con mayor impacto, debido a la cuestión política, que tenía al país en un estado de sitio terrible. Después, especialmente Perú fue el país con el que Chespirito tuvo más contacto a nivel popular. Se sentía siempre muy afecto a los peruanos y nos lo dijo en varias ocasiones. Lo dice también en sus libros”, asegura Rondero.
Desde siempre, en el periodismo cultural peruano, los textos se han referido a Chespirito como un genio de la comedia. La lingüista Martha Hildebrandt, lo dice Raúl Tola en un artículo publicado en 2005 en El Comercio, enfatizó que Gómez Bolaños tenía un manejo del español “pulquérrimo —sin errores ni pifias—”. “Un ejemplo de virtuosismo, con innovadores juegos de palabras (’que no panda el cúnico’, por ejemplo) y una rigurosa precisión expresiva. Esta apreciación académica, no obstante, nunca fue compartida por los intelectuales mariachis, que, aturdidos por un elitismo majadero y por un desprecio hacia la cultura de masas, más bien han mirado por encima del hombro al humorista”, escribe el reconocido periodista peruano.
“Han habido muchos cambios en la comedia, pero hasta la fecha no ha surgido un nuevo Roberto Gómez Bolaños. Eso me preocupa enormemente. No lo digo para desmerecer a nadie, pero es momento de que alguien asuma el asiento. Dicen que los genios, las gentes que revolucionan, pueden tardar 30 o 40 años en nacer”, determina Rondero.
‘El Chavo’ en medio de la censura
Gómez Bolaños sintió un periodo complejo de transición en el Canal 8 durante la fusión entre Televisión Independiente de México y Telesistema Mexicano (canales 2, 4 y 5), que formaron finalmente el gigante, Televisa. Emilio Azcárraga Milmo, cabeza del grupo y miembro de la influyente familia del conglomerado de medios, estaba encantado con el programa de comedia. Cuando inició “El Chavo del 8″ era un formato independiente y lograba altos niveles de rating. En 1975, la serie llegó a tener 350 millones de televidentes cada semana.
En la década de los 70 y 80 en México, Chespirito era un buen insumo para la familia Azcarraga, muy cercana al dominante Partido Revolucionario Institucional (PRI), por el cual la censura en los guiones y los proyectos televisivos era pan de cada día. Ante ello, el cómico se mantuvo al margen de los comentarios políticos. Ya era una suerte que aceptaran la transmisión de su programa con todos los filtros que existían de parte del gobierno.
“El PRI tenía un sesgo muy autoritario en México. Solo dos años antes del primer capítulo de ‘El Chavo del 8′ ocurre la masacre de Tlatelolco, en la que el Estado masacró a estudiantes en protesta. Fue un periodo muy duro de la historia mexicana que fundó muchas de las bases violentas que siguen hoy por hoy”, explica el profesor de la Universidad de Columbia en Nueva York y autor de “Resonancias de El Chavo del 8 en la niñez, educación y sociedad latinoamericana”, Daniel Friedrich, a Saltar Intro de El Comercio durante una entrevista virtual.
“Dada la popularidad que tenía Chespirito, mucha gente esperaba que se pronunciara en contra de esa violencia. Sin embargo, estaba muy aliado con este sector de poder por su propia familia y su preferencia. Pero una cuestión es el autor y otra cosa es el producto, por lo que uno puede preguntarse: ¿cuáles son las relaciones entre uno y otro?”, agrega Friedrich.
Desde su cubículo, el humorista nunca se pronunció por temas de la esfera política mexicana en los años que “El Chavo del 8″ estaba al aire, sino después cerca del año 2000, que Gómez Bolaños y Florinda Meza mostraron su apoyo al Partido Acción Nacional (PAN) encabezado por el político Vicente Fox, quien derrota por primera vez en las elecciones presidenciales al PRI, asentado por 70 años en el sillón republicano.
“Televisa utiliza la popularidad de ‘El Chavo’ para no tener que enfrentarse con el poder. En México, esa historia está muy presente todavía. Desde intelectuales hasta periodistas, tienen una visión muy crítica. Se repite la escena (de rechazó a Chespirito) de años anteriores. Nosotros, fuera de México, tenemos otros cuestionamientos. El libro que escribí no es solo una declaración de amor, sino que me parece que, en el programa, había violencia hacia los niños, temas de género y raza complicados; sin embargo, hay una relación afectiva con ese producto (el programa)”, dice Friedrich.
La comedia de lo corporal o el slapstick, un recurso para divertir al espectador con los golpes físicos entre los personajes, genera hoy un rechazo rotundo. A veces, no se veía el golpe en “El Chavo del 8″, pero la Chilindrina aparecía llorando mientras sobaba su glúteo, porque Don Ramón utilizaba ciertas formas de reprensión. De la puerta para adentro, no se ejercieron abusos en el set de rodaje o violencia de parte de la producción, aún así Édgar Vivar sufrió caídas y cachetadas, aún con ese sobrepeso que mucho preocupaba a los productores, y no había de otra. Era parte del empleo.
“Además, la serie hacía visible lo arbitrario de la escuela. Cuando hay clases de historia en ‘El Chavo’, los hechos históricos van uno detrás de otro sin ninguna relación. No se aprende nada. En general, me parece que los niños reconocen que el programa sabe algo que los adultos no quieren admitir: que la escuela quizás no es el lugar donde todo funciona como uno quiere”, dice Friedrich.
El mundo del niño huérfano y la vecindad alborotada es casi un fenómeno del humor, pues la audiencia ha visto miles del veces los capítulos. De ahí, sucede la tremenda popularidad de ‘El Chavo’ en Youtube. El público sigue eclipsado por este producto de oro de la comedia mexicana, incluso cuando lo critican “sin querer queriendo” o porque “se les chispoteó”, nunca van a terminar con la fama de sus disparates, que hoy caben tanto tiempo en un capítulo original de 17 minutos como en un video corto de pocos segundos en TikTok. Larga vida a “El Chavo del 8″.
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