Hace 10 años, Andrés Parra tenía cabello, estaba casado y su torso sujetaba la mismísima barriga de Pablo Escobar a duras penas. Rol determinante en su carrera, razón por la que niños y adultos lo detienen en la calle para pedir una fotografía, su protagónico en la telenovela “El patrón del mal” derivó en fama y nuevos contratos dentro y fuera de Colombia. El actor, de 47 años, mira con humor ese pasado en su stand-up comedy, “Venga que sí es pa’ eso”, que está dando la vuelta al mundo y llegó a Lima la semana pasada.
Después de hacer del narcotraficante Pablo Escobar, se volvió un camaleón de los acentos. En la serie de Prime Video, “El Presidente” (2020), interpretó al exdirectivo de fútbol chileno, Sergio Jaude; y en la serie de Sony Pictures y RCN, “El Comandante”, fue el expresidente venezolano Hugo Chávez. Otras comedias y dramas, incluida “Los Protectores” de Disney+ y un comercial con Messi, incentivaron su valor como actor ante la mirada internacional. Con más de 25 programas de televisión y 25 películas hechas, Parra se siente “chévere”, palabra muy repetida por él, y podría encontrar un próximo contrato sin problema.
La vida de Parra ha cambiado muchas veces, pero un par de estas significaron golpes depresivos. La primera vez, llegó con el fulminante éxito de Escobar, después de abstraerse en un par de papeles secundarios o intrascendentes, según contó el actor en un espectáculo de dos horas que se realizó en el Auditorio del Pentagonito. “En el caso de los actores, es muy difícil tener algo para decir, porque lo que interpretamos son personajes. Este ‘show’ es mi primer proyecto propio. Esto sí que es lo que quería venir a contarle al mundo. Hablo de mi vida, mi infancia, mis traumas, mis dolores, mis complejos, mis miedos”, dice el actor en una entrevista exclusiva con Saltar Intro de El Comercio desde un hotel de la ciudad durante su visita.
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La noche oscura de Andrés Parra
Debido a sus abruptos y repentinos cambios corporales, los seguidores de Parra poco lo identifican en la calle. Escobar abrió la ventana de su primera transformación física. Subió de peso. Hugo Chávez, personaje de un proyecto que “ya desapareció”, al que “le fue muy mal”, pero el actor recuerda con estima, valió un corte de cabello y nuevas posturas. “En este momento, estoy hecho un desastre”, se burla de sí mismo, al hacer visible la piel debajo de su gorro. “He tenido la suerte de que me hayan tocado personajes muy distintos a mí, y lo he aprovechado un montón. Eso me gusta mucho. Voy a seguir actuando, lo que pasa es que la actuación dejó de ser importante para mí”, aseguró, y luego se quedó unos segundos en silencio.
“Ya casi no estoy trabajando. Para mí, la profesión perdió toda la importancia que tenía. Mi ilusión se cayó. Me di cuenta que lo importante era conocerme. Por eso, actúo muy poco. Hoy, le veo sentido a mi ‘show’. Es mi primer proyecto propio. En el caso de los actores, es muy difícil tener algo para decir, porque son personajes que interpretamos. Tendría que sentarme a escribir, y estoy haciendo ese primer ejercicio sobre lo que tengo para contarle al mundo. Es cuando hablo de mi vida, mi infancia, mis traumas, mis dolores, mis complejos, mis miedos”, admite el actor sobre un espectáculo que presentó en Perú, tras una gira por Colombia, Ecuador, Guayaquil y Estados Unidos. En el último mes, se anunciaron fechas en Argentina, Panamá y Chile para febrero de 2025.
A diferencia de la entrevista, donde el actor conversó en términos generales de su vida personal; en el espectáculo, revela detalles de su adolescencia, la relación con su padres y sus hermanos, y su época de desolación, a la que llama “la noche oscura del alma”. Se apoya en el humor ácido, chistes subidos de tono, y los acompaña de fotografías y actos dramáticos, donde se conmociona hasta el llanto y los gritos.
“Hasta hace un par de años, mientras mejor me iba profesionalmente, más me hundía”, comenta Parra sobre un cuadro de depresión. Si el éxito fue un primer golpe en su vida, el divorcio con la madre de sus dos hijos, Diana Cáliz, se lleva la segunda parte. Ante la pregunta de si se volvería a casar, responde con un rotundo “no, nunca”. “Hoy sé que me encanta mi soledad, tener mi espacio, me da angustia pensar en volver a convivir con alguien, con quien sea. Les dicen a todos que deberían casarse y tener hijos, etc. Entonces, se les fue la vida complaciendo a un montón de gente. Pero, ¿y si sus deseos salen a raíz de su angustia, con la que viven, o de no saber lo que quieren?”, reflexiona. “El éxito en la vida es empezar a darnos cuenta quiénes no somos y lo que no queremos”, añade.
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Un fuerte vínculo con el Perú
En los años 90, Colombia gozaba de antenas parabólicas con cuatro canales peruanos de señal abierta. Era una alternativa económica para usar cable. En la casa de Parra, se transmitían programas peruanos, como “Pataclaun”, “Torbellino”, y “Magaly”. El actor creció admirando a Christian Meier y Salvador del Solar. Años más tarde, la película peruana “El elefante desaparecido” (2014), del director Javier Fuentes-León, quedó entre los recuerdos profesionales como su primera participación en un elenco internacional.
“Mi infancia es peruana”, sonríe Parra, quien se atrevió a mencionar algunos programas peruanos durante su espectáculo. En su adolescencia, sin videojuegos y celulares inteligentes, su diversión pasaba por seguir en vivo la toma de la residencia del embajador japonés entre 1996 y 1997 en Lima. “Me la vi toda. Eso duró varios días hasta que estalló. Y creo que acababan de matar a Pablo Escobar en Colombia”, recuerda el actor sobre la captura del narco en 1993.
De adolescente, el teatro le abrió a Parra una puerta para recibir más atención. Estaba encantado de dejar de ser él mismo para “ser otras personas”, dijo en su espectáculo. En su camino como actor, trabajó con Del Solar en varias producciones, y todavía le gustaría compartir escenas con otros actores peruanos. “He trabajado con Stephanie Cayo en ‘El Comandante’, pero me gustaría volver a hacerlo. Famosísima y hermosísima”, repite varias veces el elogio a la actriz peruana que, de hecho, inició su carrera internacional haciendo papeles en Colombia.
En septiembre del año pasado, Parra viajó a Perú junto a su hijo Sebastian, psicólogo, de 23 años, con quien tiene largas conversaciones. “Cuando pasé por este rollo tan loco y raro (se refiere a su catarsis personal), tuve la necesidad de ir a Machu Picchu, y fui con él. Hermoso lugar. Estuve cinco días. Vine a pasar mi cumpleaños, me quería dar ese regalo”, comenta.
La maravilla del mundo, de hecho, albergó más de 950 mil turistas en Cusco el año pasado. Sin duda, Parra se sintió curioso de conocer el Valle Sagrado de los Incas. En Machu Picchu, colindante con el río Urubamba y otras provincias cusqueñas, los rituales ancestrales y las terapias reiki son pan de cada día. Pocos conocen este lado del actor, pero, en su momento más consciente, estudió algunos conceptos budistas y respeta la práctica de la meditación. Su espectáculo tiene tantos espacios de comedia, como de tragedia y un discurso sobre el autoconocimiento. “No me crean nada de lo que digo”, así empieza su presentación. Suele jugar con el público, y realmente se lo goza. Entre sus planes, está seguir con este ‘show’ mientras esté vivo. Como si fuera un legado, a su muerte, piensa en beneficiar a su familia.
“Ojalá mi ‘show’ me acompañe hasta la muerte. Si pudiera hacerlo por el resto de mi vida, sería absolutamente feliz. Es una experiencia en vivo, así que no sé si la pondría en plataformas. Lo que tengo que hacer es presentarme en todos lados hasta que ya nadie venga a verlo. Ese día terminaré. Esto es lo que quería contar, y realmente se mueren de risa”, dice.
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