Al crear una historia tan fulminante de pasión y censura social como “El baile de los 41″, el presupuesto y la falta de material documental son verdaderos obstáculos, según contó a Saltar Intro la guionista de la cinta, Monika Revilla, quien imaginó espacios silenciosos y de largos pasillos como los que vimos en la película, pero poco a poco también debió asimilar que todo lo que describió en el guion no iba a llegar intacto al set de rodaje, pues mutaría en una nueva mejor versión del relato original.
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Revilla, que fue mano derecha del reconocido director de “El baile de los 41″, David Pablos, durante la entrevista, no sabía cómo explicar en palabras todo lo que plasmó en oraciones cuando escribió el guion de la película mexicana que tiene como protagonista a Alfonso Herrera (”Rebelde”, “El Elegido”), Emiliano Zurita (productor de ”Cómo sobrevivir soltero”) y Mabel Cadena (”Ingobernable”, “Dos veces tú”). Pero intentó explicar tres de escenas.
ESCENA: INICIACIÓN DE EVARISTO
“La iniciación de Evaristo al club clandestino la diseñé emulando los ritos de iniciación de la logia masónica a la que probablemente pertenecían varios de los 41. Para mí, el club es la respuesta queer al mundo cis heteronormativo patriarcal″, nos cuenta Revilla.
No “homosexual”, sino “queer”, el término que se refiere a una sexualidad abierta y sin apegos a las ideas establecidas por los géneros, es como Revilla califica a la fiesta más llamativa de 1901, según el rumor histórico, donde estaba presente Ignacio de la Torre y Mier, el yerno del presidente de México, Porfirio Díaz.
Partiendo de esa idea, plasmó el recorrido de Evaristo Rivas (Emiliano Zurita) por un largo pasillo lento y sensorial. Las palabras sobraban y lo más importante era caminar junto al personaje hacia la segunda puerta, como si el espectador estuviera con los ojos vendados también. Ella imaginó “un salón donde había unas mesas largas en forma de herradura y estaban sentados los invitados”, pero a falta de presupuesto, el equipo diseñó una suerte de pasillo con tinas blancas alrededor, tal cual lo vimos en “El baile de los 41″.
ESCENA: ROMPIMIENTO ENTRE AMADA E IGNACIO
“La relación entre Ignacio y Amada es la espina dorsal de la película. Ella representa la vida junto a Ignacio, que cada vez se vuelve más intolerable para él. La escena en que Ignacio persigue a Amada por la casa es el momento de la fractura definitiva entre los dos. A partir de ese momento, ya no pretenden más, ya no hay más secretos”, agrega la guionista.
La estética de la persecución entre Ignacio de la Torre (Alfonso Herrera) y su esposa Amada Díaz (Mabel Cadena) es una secuencia caótica y desorbitada donde la cámara avanza al ritmo desenfrenado de la pareja. Ese plano secuencia sin cortes es una elección de la fotógrafa Carolina Costa y del director David Pablos, y probablemente implicó que un camarógrafo literalmente corriera persiguiendo a Herrera y Cadena.
El mismo diseño de la acción pedía que se filmara de esa manera, porque la descripción decía: “Ignacio le pega, le grita, Amada ve la puerta temerosa, Ignacio derriba la puerta, Amada se da cuenta que él salió y se va corriendo”. Antes de conocer la casa, Revilla solo había decidido cuatro puntos importantes sobre el mueble: debía ser una mansión y debía tener dos pisos, escaleras y un gran salón semejante a los del siglo XIX.
ESCENA: EL CLÍMAX, EL BAILE DE LOS 41
“El baile travestí es el evento que le da nombre a la película y la trama está construida para llegar ahí, como punto climático. Es quizá la escena más esperada. Es el momento icónico que hace más de cien años escandalizó a la sociedad mexicana, pero que hoy simboliza el orgullo LGBTTTIQ”, dice Revilla.
Debido a que el amor entre dos hombres y las identidades y orientaciones transgénero, transformista, bisexual, entre otros, recién fueron atribuidas a posteriori, los encuentros sexuales en inicios del siglo XX no eran los mismos, porque solían tratarse de algo más físico y más efímero, según concluyó Revilla sobre su investigación documental.
La guionista asegura que el presupuesto obligó al equipo de producción a hacer ciertos sacrificios, por ejemplo, ya no contratar a una orquesta que tocaba en el salón con los ojos vendados o a ocupar el espacio con todas las velas posibles. Aún así, la escena de la fiesta final no deja cabos sueltos y levanta el suspenso y el romance con todos los recursos dramáticos que estuvieran a la mano.
Cuando terminó de escribir “El baile de los 41″, lo que más intriga le causaba a Monika Revilla era cómo los actores llegarían a estremecerse con las concepciones sociales de la época y cómo Alfonso Herrera y Emiliano Zurita mostrarían únicamente con los gestos faciales lo que sentían por dentro. “De las cosas difíciles de transmitir en pantalla”, sostiene la guionista, quien además está muy complacida con la performance de los personajes que creó.
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