Anthony Quinn y otros cineastas perseguían a Gabriel García Márquez para tener tan solo una oportunidad de reimaginar sus libros en pantalla grande. El escritor, deportivamente, los rechazaba. En una columna de 1982, año en que el novelista colombiano gana el Premio Nobel de Literatura, acepta su reticencia a ver “Cien años de soledad” en el cine, y dice: “deseo que la comunicación con mis lectores sea directa, mediante las letras que yo escribo para ellos, de modo que ellos se imaginen a los personajes como quieran, y no con la cara prestada de un actor en la pantalla”. Más de 50 años después de publicada su obra literaria cumbre, Netflix consigue los derechos de la familia del escritor para hacer una serie. El resultado alcanzó una versión mejor explicada del libro, aunque el veredicto final aún esté sujeto de crítica.
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La adaptación cuenta con 16 episodios en total. En Saltar Intro de El Comercio, pudimos visualizar cinco de estos previo a la fecha de estreno. El 11 de diciembre, llegó a la plataforma la primera parte con 8 capítulos del ambicioso proyecto, producido y dirigido por una comitiva de cineastas latinos, entre los que está Rodrigo García, hijo de Gabriel García Márquez. La fecha de lanzamiento de la segunda parte queda a la espera.
“Mi padre, en vida, decía que, si se pudiera filmar ‘Cien años de soledad’ en muchas horas, en español y en Colombia, quizás lo consideraría”, reveló Rodrigo García. Macondo y el realismo mágico, elementos sagrados para su padre, de ninguna forma calzaban en una versión Hollywood de dos horas o una miniserie de 6 capítulos. Qué daño sería escuchar en inglés el arranque de un cuento que ha interpelado a tantas generaciones: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
Por décadas, los fans de la obra de García Márquez dibujaron árboles genealógicos de la familia Buendía, protagonista de esta historia. Incluso en la serie, donde los 24 personajes principales tienen rostro, hay un mapa mental por descifrar. Hijos, padres, abuelos, nietos. ¡Qué laborioso identificar a cada uno de ellos! En realidad, todos cobran sentido en esta historia, porque coexisten dentro del personaje más importante: Macondo, una ciudad ficticia del Caribe. Como dice en el libro, y tal cual recita el narrador omnipresente de la serie, “la aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río” nace con el éxodo de sus fundadores, José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, los primos que se casaron por amor y a costa de la maldición con la que fueron vetados por su propia familia. A continuación, les siguen 100 años de progreso y degradación, misticismo y religión, en una ciudad forjada por la estirpe Buendía, cuya naturaleza se asemeja a la sociedad de hoy, y del mañana.
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Mira el trailer oficial de “Cien años de soledad”
Reimaginar Macondo
“Cien años de soledad” se tradujo en 44 idiomas y, hasta la fecha, se han vendido más de 50 millones de copias en el mundo. Pero no vamos a mentir. La primera vez que leyeron el libro, algunas personas lo compraron pirata, y seguro lo sintieron inentendible. En esas condiciones, con un texto donde se teclearon mal las oes por las aes, llegar a la última página merecía un premio.
Otros fanáticos, embriagados por la prosa del querido ‘Gabo’, lo leyeron mínimo tres veces en su vida; cada cierta cantidad de años que lo leían, lo entendían diferente. Como fuera leído, el texto nunca se ha limitado a una sola interpretación, aún teniendo saltos de tiempo complejos y tantos personajes al borde del delirio. Debe ser que la idea de García Márquez era incitar a la gente a usar su imaginación, un ejercicio mental cada vez más en desuso.
Desde la maldición de parir iguanas hasta el sexo desenfrenado en la casa de los Buendía, los directores Alex García y Laura Mora intentan dejar el legado del libro en lo más alto. Esta vez, no hay espacio para la interpretación propia, porque la serie está sujeta a la creatividad de los guionistas José Rivera, Natalia Santa, Camila Brugés y Albatros González. Ellos plasman el salvajismo del hombre a través de José Arcadio y el pueblo de Macondo. Pasan por el amor no consumado de Rebeca Buendía, el erotismo de Pilar Ternera o el valor de la alquimia para el gitano Melquiades, y siguen los pasos del libro casi al pie de la letra. Quien vea los capítulos con obra literaria en mano se dará cuenta de los malabares hechos con las frases del texto original, de alta complejidad, pero que el efecto de la cámara conduce en escenas emocionantes.
La parte musical, producida por Camilo Sanabria y Juancho Valencia, músicos reconocidos en festivales internacionales, está instrumentalizada para sentir las vibraciones del suelo, el corazón y la magia de Macondo. En esta serie, no hay prisas. Nadie está corriendo. El sonido y la música representan el lento dolor de los personajes, atravesando los mejores y peores hitos de su vida. Con chicharras y gaitas de fondo, se da vida a las atmósferas surrealistas de la comunidad, y los silencios, acompasados por los grillos, el viento o la noche, se sienten cuando los personajes tienen que pisar tierra y tomar decisiones, como aceptar hijos “bastardos” en casa o tolerar una peste del sueño que enloquece.
Escenarios y actores
Netflix, al tirar la casa por la ventana con este título “prestige” (de prestigio) para cerrar el 2024, unificó todas las guías imaginadas que alguna vez se pudieron hacer de Macondo. Si ese pueblo fue todo lo que le contaron a García Márquez sobre el puerto de Barranquilla u otra ciudad colombiana, la serie lo traduce en un lugar con capacidad de progresar y convertirse en una sociedad letrada y moderna. En un momento, es una aldea. Al otro, casi una metrópoli de antaño. La Casa Buendía, un set de 17.000 metros cuadrados, cobra vida gracias al trabajo de investigadores de la arquitectura tradicional. En tanto, la escenografía principal del poblado, construído en Colombia, rinde honores a la obra literaria, que la serie muestra en la tradicionalidad de un pueblo, cuya calidad va evolucionando en cada clic al “siguiente capítulo”.
Al hablar de “generaciones”, detrás, hay una cantidad de actores interpretando a un solo personaje en sus diferentes etapas de vida. Para un actor, llevar la continuidad de eso puede ser algo mucho más tedioso de lo sencillo que ellos lo hacen parecer en la serie. Cuatro actores (Jerónimo Echeverría, Jerónimo Barón, Santi Vásquez y Claudio Cataño) son Aureliano Buendía, el protagonista.
Por otro lado, fue una buena idea, aunque arriesgada, apostar por tener caras jóvenes del teatro en este caso, en lugar de estrellas famosas del cine colombiano, como Angie Cepeda o Manolo Cardona, por decir algunos nombres de improviso. Al igual que en las películas independientes, los directores de la serie tienen la necesidad de darle espacio a rostros menos conocidos, o más locales, para así resaltar la autenticidad de los personajes del libro.
Lo dicho anteriormente no desacredita la presencia de la reconocida actriz colombiana de teatro y cine, Marleyda Soto, quien hace una fabulosa interpretación de Úrsula Iguarán adulta, la matriarca de la familia. Es, en realidad, la voz femenina con mayor capacidad de respuesta en las escenas más dramáticas. En tanto, los actores Marco Antonio González y Diego Vásquez, en el papel de José Arcadio Buendia, llevan la fuerza masculina en un contexto muy particular del tradicional Macondo, donde el supuesto patriarca y líder comunal deja de serlo.
Otra participación importante, con Salvador del Solar como el general Moncada, resalta en los últimos capítulos de la primera parte de la serie, donde ocurre la guerra civil en Macondo. Por su parte, la actriz emergente Cristal Aparicio, quien destacó su parte más vulnerable en la película sobre abuso de menores “Sound of Freedom”, encanta de una manera única a un personaje clave en “Cien años de soledad”: Remedios Moscote, la alegría de la Casa Buendía.
Veredicto: Primeros capítulos magníficos
Netflix debería ajustar sus ilusiones sobre el éxito de la serie. Estamos en tiempos de públicos jóvenes, ansiosos por las adaptaciones de mundos mágicos o románticos de “Wicked”, la obra literaria de Gregory Mguire, o “A través de mi ventana”, de Ariana Godoy, que a las versiones de libros como “Cien años de soledad” o “Underground Railroad”, historias sobre sociedades contracturadas y esclavizadas. Sin embargo, el drama, la visceralidad y los ritos descontrolados de los primeros episodios de “Cien años de soledad” calientan el terreno hacia otra segunda parte magnífica, que todavía mantenga la calidad extática de la primera.
Estarán quienes se molesten de la interpretación tan ambiciosa y ajustada a los estándares de los directores de la serie. Sin embargo, echando a volar las limitaciones, hay que ser amables con un meticuloso rodaje y montaje, muy pegado al libro. Desde su belleza visual, la serie se vuelve una nueva guía para entender Macondo y a la familia Buendía. Gabriel García Márquez hubiera aplaudido la amabilidad de su narración en capítulos largos, que se vean de una forma que nunca se hubiera imaginado: en un maratón de fin de semana y saboreando ‘canchita’ desde casa.
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