Una discusión divide a vecinos de un recién estrenado edificio en Lima. Se viene definiendo cuáles serán las normas de convivencia en un chat grupal, hasta que alguien solicita una especial atención con las mascotas en el edificio, pues dice que estas no deberían tener acceso a todas las áreas comunes, como coworking, piscina y más.
“Las mascotas son iguales que los niños… porque a esa edad no son conscientes de sus actos. Este edificio se compró sabiendo que era Pet Friendly”, lanza el dardo una propietaria.
El comentario es cuestionado, varios comentan en torno al tema aclarando que los niños no son lo mismo que las mascotas, mientras que otros indican que sus animales son como hijos para ellos. Las críticas llueven por la comparación, fastidiosa para algunos, oportuna para otros.
Este escenario es el común denominador en varios edificios de la ciudad y nace a partir de una tendencia al amor excesivo hacia las mascotas que se viene afianzando los últimos años en Perú y en el mundo, en donde los dueños les dan cuidados similares que a las de un humano, sin imaginar los riesgos que arrastran.
¿Es lo mismo tener hijos que mascotas?
Son múltiples los beneficios que otorga el tener una mascota. Existen diversos estudios que avalan lo positivo de criar un perro o un gato, incluso hay terapias dirigidas a la salud mental en la que se recetan terapias asistidas con animales domésticos.
Según data la revista National Geographic, las terapias con animales surgieron a finales del siglo XVIII en un centro psiquiátrico llamado ‘Retiro de York’, en Inglaterra, donde se observó que la convivencia con animales domésticos relajaba a los internos y reducía su conflictividad. Décadas después, Sigmund Freud -creador del psicoanálisis- también notó que sus sesiones eran más efectivas cuando su perro Jofi estaba presente, ya que la compañía de un ser que no juzgaba facilitaba la confianza y relajación de los pacientes, especialmente en niños y adolescentes.
Sin embargo, lejos de todos los beneficios que puede ofrecer un animal doméstico en la vida de un ser humano, ¿cuándo es que el hecho de convivir con una mascota empieza a resultar intolerante para otros?
Para Jesús Javier González Ayala, veterinario especializado en medicina interna, urgencias y emergencias en tejidos blandos, el conflicto inicia cuando se quiere “humanizar a las mascotas y a su vez quererle quitar su comportamiento natural”.
“El término ‘humanizar’ es asignarles comportamientos de humanos [a los animales], y con ello perdemos las necesidades propias de esa especie, por ello para mí no es bueno. He visto casos donde perros son paseados en coches de bebes y esto no permite que socialicen con otros, hay casos en los que se les acostumbra a caminar en 2 patas”, explica Jesús.
“El término humanizar es asignarles comportamientos de humanos [a los animales], y con ello perdemos las necesidades propias de esa especie, por ello para mí no es bueno".
Jesús Javier González Ayala, veterinario especializado en medicina interna, urgencias y emergencias en tejidos blandos
Y es que, para él, la humanización de las mascotas es el límite que ningún dueño de animal debería pasar debido a que podría afectar la propia salud del animal doméstico.
“El colocarle zapatitos [a las mascotas] dificultando su manera de caminar, el no dejar que se pueda revolcar en un césped porque su ropa se pueda ensuciar, son algunos ejemplos [de esta humanización que] le genera mucho estrés y también puede provocar un cuadro de agresividad, incluso, en las mascotas”, advierte el especialista.
“Tuve una paciente hace años, que cuando asistió para consulta traía a su mascota en un coche de bebés, al momento de querer revisarlo ella me solicitó que vuelva a limpiar la zona donde iba a ser examinada su mascotita, luego quiso estar involucrada en las decisiones médicas, algo que no le correspondía, luego de la atención colocó pañales y mantas en la mesa para cambiarle”, recuerda el veterinario.
Por otro lado, bajo una mirada más clínica, Andrea Villarreal Noriega, psicóloga psicoterapeuta cognitivo conductual, coincide en que “no es lo mismo tener hijos que tener una mascota”, sin embargo, se tiene que ver desde otra perspectiva este vínculo cuya tendencia crece año tras año.
“No es lo mismo tener hijos que tener una mascota; sin embargo, existe desde hace unos 20 años un incremento en la tendencia de tratar a nuestras mascotas como hijos y se les otorga ese rol. Nosotros somos conscientes que los animales domesticados requieren de nuestra atención para poder sobrevivir y esto genera un vínculo que puede llegar a ser paternal o maternal al tener que cuidarlo y velar por sus necesidades”, dice la especialista remarcando que “no existe una reciprocidad” en este vínculo por lo que se cae en el rol de la parentalidad.
“No es lo mismo tener hijos que tener una mascota; sin embargo, existe desde hace unos 20 años un incremento en la tendencia de tratar a nuestras mascotas como hijos y se les otorga ese rol".
Andrea Villarreal Noriega, psicóloga psicoterapeuta cognitivo conductual.
“Hoy en día muchas familias consideran a sus mascotas como parte de su familia, dado que ellos satisfacen la necesidad de compañía, representan un amor incondicional y tener actividades socializadoras o de afinidad. En todos los casos, la mascota al ser considerada parte de la familia, tiene que cumplir con las reglas del hogar y este se comportará según su crianza”, explica.
Testimonios: ¿Cómo no cruzar la línea?
Camila, cada que puede, sube historias de su mascota a sus redes sociales. Ella adora a Maya, su perrita que fue adoptada hace 3 años y que desde entonces goza de 30 minutos de paseo por la mañana y por la noche, tiempo de entretenimiento dentro del estacionamiento del edificio y un cómodo espacio para dormir en la misma habitación que su dueña, con una cama y juguetes.
“Lo máximo que he invertido en Maya es 2500 soles tras una complicación luego de ser esterilizada”, explica Camila quien hace trabajo remoto y de vez en cuando sale a alguna actividad presencial.
José Miguel es otro amante de su mascota cuyo nombre es Polly. Ella fue adoptada anémica y desnutrida hace 3 años. Actualmente tiene una rutina parecida a la de Maya, sin embargo, el costo de adaptación escaló un poco más de lo debido por el estado en el que llegó a la vida de su dueño, es decir, sin rutinas establecidas.
“A Polly la adoptamos hace 3 años. Cuando llegó a la casa tenía un mes y medio de nacida y no la habían destetado adecuadamente, por lo que estaba desnutrida y anémica. Además, tenía infección parasitaria. En ello, mi esposa y yo gastamos casi 2000 soles. Una vez que pasó ese episodio, la tarea era cumplir con sus vacunas. Para ello, la inscribimos en una clínica veterinaria para comprarle un seguro cuyo costo era de 170 soles anual que cubría consultas gratuitas y descuentos en vacunas, desparasitación y otros tratamientos. La educamos para que no haga sus necesidades en casa. Para ello, nos apoyó una instructora especializada en el tema, cuya asesoría costó aproximadamente 400 soles”, comenta José Miguel.
Camila y José Miguel coinciden en que la crianza de niños y de mascotas tienen algo en común, y es la responsabilidad que adquieres en cada una de esas circunstancias.
“Es una responsabilidad ya que es un ser vivo que requiere de cuidados, atención médica, alimentación, entre otras cosas, entonces al tener una mascota uno adquiere ya un compromiso, que es darle la mejor calidad de vida. Además, es un vínculo que tiene un tiempo específico pues no viven más de 13 a 15 años en el mejor de los casos”, dice Camila.
"Siento que también los animales son como los nuevos niños, porque son muchas las parejas y jóvenes que dedican tener mascotas y no hijos”.
Camila, dueña de Maya, quien es la mascota que adoptó hace 3 años
“En cuanto a responsabilidad sí, porque sabes que es una vida que depende de ti. La angustia que puedes sentir cuando está enferma o le sucede algo es apremiante. Lo que sabemos que es diferente es que ese trato es permanente porque, a diferencia de un hijo humano, un perro no aprende a comunicarse al crecer más allá de las señales que puede dar”, refuerza José Miguel.
“Siento que a veces confundimos humanizar con darles un trato digno a los animales, porque si bien no todo desarrollamos un gran afecto por la mascota, eso no quiere decir que se le den las atenciones y cuidados que requiere. Siento que también los animales son como los nuevos niños, porque son muchas las parejas y jóvenes que dedican tener mascotas y no hijos”, finaliza Camila.
Señales de alarma
La especialista Andrea Villarreal cree que, si bien la humanización de una mascota aún no está considerada como una patología, identificar un exceso en el cuidado hacia el animal doméstico puede ser una señal de alarma.
“[Humanizar a la mascota] puede ser perjudicial cuando visualizamos algunas características como obesidad, actitudes destructoras, mascotas ansiosas o muy nerviosas, poca o nula disciplina o principio de autoridad sobre su cuidador”, indica la especialista.
“[Humanizar a la mascota] puede ser perjudicial cuando visualizamos obesidad, actitudes destructoras, ansiedad, poca disciplina y principio de autoridad sobre su cuidador”.
Andrea Villarreal, psicóloga psicoterapeuta cognitivo conductual.
Para la especialista, humanizar a un animal puede ser perjudicial para la mascota, y no trae tantos beneficios como creen muchos de los dueños de animales.
“Pensar que nuestra mascota se molesta o resiente porque no le invitamos un bocado de nuestra comida, es creer que tienen el mismo raciocinio que nosotros. Ellos pueden tener conductas que nosotros interpretamos como resentimiento por nuestras propias experiencias, pero no significa que ellos experimenten esa emoción compleja. Pensar que nuestra mascota tiene vergüenza si no sale con ropa es otro ejemplo claro de humanización. Esto puede causar que se le trate diferente y alterando la manera natural de desarrollo de la mascota”, señala la psicóloga Andrea Villarreal.
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