Hace algunos años, estudiar medicina en el Perú era un privilegio reservado a una élite académica. La Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) y otras pocas casas de estudio se erigían -al menos en Lima- como las únicas puertas de entrada para quienes soñaban con salvar vidas. Instituciones en donde solo los mejores puntajes lograban el ingreso y en donde décimas, incluso centésimas, dictaban el futuro de cientos de jóvenes ansiosos por ser médicos. Pero, ¿qué ocurría con quienes no lograban alcanzar una vacante?
La persistencia y obstinación son claves al momento de ingresar a esta carrera. Quienes no lograban obtener un puntaje mínimo para ingresar, por lo general, lo seguían intentando hasta conseguirlo. Sin embargo, a veces la constancia se ve interrumpida por factores ajenos a la misma preparación académica. El dinero, el tiempo o incluso la misma presión familiar, por lo general, hace sucumbir a quienes postulan a llevar carreras alternas a la que siempre desearon. Ante ello, la oferta de poder estudiar medicina en Perú ha crecido, siendo hoy en día 33 las instituciones que la ofrecen.
Baja demanda
La pandemia de COVID-19 no solo desnudó la fragilidad del sistema de salud peruano, y de otros países de la región, sino que también evidenció la urgencia de formar más profesionales en medicina. Como respuesta, varias universidades privadas han ampliado su oferta educativa aprovechando que Sunedu concluyó los procedimientos de licenciamiento de los programas de pregrado de Medicina.
De esta manera, la carrera de medicina es ofertada actualmente a un costo promedio de 1.700 soles por mensualidad, democratizando el acceso a esta carrera, aunque no siempre garantizando su calidad.
“Hoy en día, lo que necesita el país es un médico que labore en un establecimiento de atención primaria de salud, establecimiento del primer nivel de atención”, reflexiona Gerardo Ronceros, quien es médico y además decano de Ciencias de la Salud en la Universidad Privada del Norte.
Su análisis apunta a una preocupación central: la calidad de los programas académicos en un mercado educativo que parece más orientado a captar matrículas que a formar médicos competentes, un valor diferencial de su institución.
“Es esencial el desarrollo de la formación con un gran componente de práctica, es decir, aprendizaje bajo supervisión”.
Gerardo Ronceros, médico y decano de Ciencias de la Salud en la Universidad Privada del Norte.
“De igual manera, es esencial el desarrollo de la formación con un gran componente de práctica, es decir, aprendizaje bajo supervisión”, enfatiza dejando en claro que no solo se trataría de estudiar la carrera en una de las tantas universidades que la ofertan, sino de que la institución que la ofrezca tenga en cuenta el trabajo práctico bajo la asistencia del docente.
Alternativas afines
En el Perú, el déficit de profesionales de salud es preocupante y no solo se nota en la falta de médicos, sino también en los técnicos que asisten a los galenos. De acuerdo a una encuesta de Ipsos Perú, realizada por encargo de la Escuela de Educación Superior Cibertec, más del 60% de limeños considera que no hay suficientes técnicos de enfermería y fisioterapia para cubrir la demanda de atención. Esta carencia no solo afecta la calidad del servicio, sino que también incrementa la carga sobre los médicos, quienes muchas veces deben asumir tareas básicas debido a la falta de personal capacitado.
El boom de la oferta universitaria en medicina tampoco ha resuelto este déficit. Por el contrario, ha generado una competencia desigual donde no todas las instituciones cuentan con infraestructura, simuladores de alta fidelidad o programas de externado que permitan a los estudiantes enfrentar los desafíos reales del ejercicio profesional.
“Tener un déficit de técnicos de salud significa menos tiempo para atender a cada paciente, lo que puede derivar a la falta de seguimiento adecuados a los tratamientos, registro y vigilancia de las funciones biológicas de las personas (apetito, sed, entre otros), lo que representa un riesgo para la salud del ciudadano”, resalta Jaime Tamashiro, director general de Cibertec, institución que ha revelado estos recientes datos.
Ante ello, surgen opciones oportunas como los institutos técnicos, en donde carreras como enfermería, fisioterapia, laboratorio y más, forman parte del gran abanico de posibilidades para cualquier aspirante a una carrera de ciencia de la salud.
Insumo tecnológico, pero también humano
La tecnología, no obstante, ha comenzado, también, a jugar un papel crucial al momento de decidir estudiar medicina o no; por lo que algunas universidades han integrado inteligencia artificial y simulaciones virtuales para mejorar la formación de los futuros médicos. Estas herramientas, aunque costosas, están revolucionando la educación médica, permitiendo a los estudiantes adquirir experiencia en un entorno controlado antes de enfrentarse a pacientes reales.
“Es indispensable comenzar a mirar cómo es que la tecnología apuntala en la formación de los profesionales de la salud”.
Jaime Tamashiro, doctor en Administración y director general de Cibertec.
“Existe una brecha importante entre la formación académica y las exigencias del mercado laboral, en un contexto en donde la tecnología avanza a pasos agigantados y la formación con una mirada de vanguardia se hace más necesaria. Es indispensable comenzar a mirar cómo es que la tecnología apuntala en la formación de los profesionales de la salud”, dice Tamashiro.
Empero, el avance tecnológico no es suficiente sin el componente humano. Según el mismo estudio de Ipsos, la empatía y la vocación de servicio son las cualidades más valoradas en los profesionales de salud por más del 55% de los limeños encuestados. Sin estas virtudes, incluso el médico mejor preparado técnicamente podría fallar en brindar una atención integral.
“En la medida que los estudiantes puedan tener las condiciones necesarias para una formación de alta calidad y se desenvuelven adecuadamente en la esfera personal y académica, contribuirá a tener profesionales altamente calificados”, resalta Ronceros.
Dura inversión
La otra cara del boom es económica. Muchos jóvenes y sus familias invierten sumas significativas en una formación que, en algunos casos, no garantiza el retorno esperado. La saturación del mercado, combinada con la falta de regulación en la oferta académica, plantea la pregunta de si el esfuerzo vale la pena.
Estudiar medicina en el Perú puede ser una inversión que varía enormemente según la universidad. Solo para tener una referencia, en una de las instituciones más caras, el costo total de la carrera alcanza S/325.304 en su escala más alta, una cifra que refleja su infraestructura moderna y recursos avanzados.
En contraste, la universidad más económica ofrece la carrera completa por S/98.000, una opción más accesible pero que plantea preguntas sobre la relación entre costo y calidad educativa.
Con montos que oscilan entre S/98.000 y S/325.304, el acceso a esta profesión esencial depende no solo de la vocación, sino también de los recursos financieros que puedan tener los padres de familia o los apoderados; teniendo en cuenta que el panorama en una universidad pública es totalmente diferente.
José Patiño es un estudiante de medicina y creador de contenidos en la plataforma YouTube, donde comparte su día a día como alumno de la facultad de medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en donde sí se puede observar que el costo, al menos en una universidad pública, no tiene una cifra precisa ya que este se reparte en libros, copias, pasajes, almuerzos, capacitaciones y más; marcando una diferencia notable con los estudios en una institución privada ya que a todos estos conceptos se le tiene que adicionar una mensualidad.
“Hoy más que nunca, la atención sanitaria se vuelve cada vez más compleja, y contar con profesionales bien preparados es fundamental para asegurar la calidad del servicio”.
Jaime Tamashiro, doctor en Administración y director general de Cibertec.
“Hoy más que nunca, la atención sanitaria se vuelve cada vez más compleja, y contar con profesionales bien preparados es fundamental para asegurar la calidad del servicio”, recalca Tamashiro en torno a la importancia del factor económico al momento de estudiar la carrera de medicina.
Más allá de las cifras, la elección de una institución exige un análisis cuidadoso de las oportunidades prácticas y la calidad académica que realmente preparen a los futuros médicos para los retos del sistema de salud peruano, pues la oferta es alta, por lo que, a ella, se le debe sumar el Examen Nacional de Medicina (ENAM), una importante evaluación que solo dan los médicos en el Perú y que, aunque necesario, puede determinar su futuro y la reputación de las universidades que los formaron.
“[La reputación de las universidades] también se verá reflejado por la evaluación del Examen Nacional de Medicina (ENAM)".
Gerardo Ronceros, médico y decano de Ciencias de la Salud en la Universidad Privada del Norte.
“[La reputación de las universidades] también se verá reflejado por la evaluación del Examen Nacional de Medicina (ENAM), ya que, los resultados de estos profesionales de la salud, permite que las universidades vayan logrando un mayor reconocimiento dentro del sector”, indica Ronceros.
A medida que la carrera de medicina se democratiza, la vara también se eleva. El mercado no solo exige médicos competentes, sino profesionales que abracen la tecnología, respondan al caos de la emergencia y sostengan la empatía sin quebrarse. Las universidades, mientras tanto, caminan sobre una cuerda floja: entre abrir accesos y mantener la excelencia, entre ser la llave del sueño y no convertirse en un espejismo académico.
Estudiar medicina en el Perú sigue siendo un acto de fe y resistencia. El sueño de salvar vidas persiste, pero las sombras del esfuerzo económico y las exigencias del mercado acompañan cada paso marcando, aún así, fronteras invisibles. Entre una bata blanca y la vocación, entre un bisturí y la perseverancia, el reto no es solo curar, sino sobrevivir para hacerlo.
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