Ana Estrada es libre. La psicóloga de 47 años se convirtió en la primera persona peruana en “morir con dignidad” luego de lograr acceder a la eutanasia, un recurso castigado en el Perú hasta con tres años de cárcel a quien ayude a morir a otro que lo solicite.
Tras una larga lucha legal de seis años, Ana puso fin a una interminable agonía de más de tres décadas, producto de una poliomistiosis que le fue diagnosticada a los 12 años y que la fue deteriorando con el tiempo, al punto de paralizarle todos los músculos del cuerpo y mantenerla conectada a un respirador artificial.
“Estoy luchando para evitar la agonía y el sufrimiento, ¿qué cosa más vital puede haber en eso?”, le dijo Ana a El Comercio en su última entrevista con este diario, en enero de 2022. En ese momento, Ana aún tenía una difícil batalla que vencer contra el sistema peruano.
“Por qué ‘rendirse ahora después de tanta lucha’”, le preguntaba el juez a la psicóloga en una audiencia que en palabras de ella, “su intervención fue casi nula”.
“El juez me está diciendo ‘dale más, termina de sufrir lo que ya has sufrido hasta aquí, puedes sufrir más’”, declaró entonces quien ahora se convierte en el símbolo de una causa que hasta antes de ella, no tenía precedente y que por fin parece tener voz propia.
Ahora que Ana Estrada ha partido, todos nos preguntamos si acaso la frase “todos tenemos derecho a morir con dignidad” será condenada al olvido.
“En la sentencia de Ana, por primera vez en la historia del Perú, un juzgado reconoció el derecho a una muerte digna. Eso ya es un paso importante porque significa que todas las personas tenemos derecho a que el tránsito hacia la muerte no sea en sufrimiento y sea de acuerdo a la libertad de cada uno en los términos que uno desee”, nos explica Josefina Miró Quesada, abogada de Ana Estrada, en conversación con El Comercio.
“Lo que sucede en el caso de Ana es que como se trató de un proceso de amparo en particular, en base a su caso, la justicia no decidió ampliarlo a otros. Simplemente lo que dijo fue que este es un caso donde se reconoce el derecho y como reconocimiento del derecho se va a autorizar la eutanasia pero solamente aplicable a este caso. El protocolo que se crea a nivel de salud dice que este se aplica únicamente para Ana Estrada a pesar de que nosotros en su momento, en la Defensoría del Pueblo, pedimos que esto sea extendido pero la justicia en ese punto no lo aprobó”, agrega la letrada.
En ese sentido, Miró Quesada señala que si bien se ha dado un paso adelante, la eutanasia sigue siendo un delito (homicidio piadoso) y que el proceso para que este deje de existir como tal debe pasar por el Congreso de la República.
“La histórica sentencia de Ana nos debe llevar precisamente a abrir espacios de discusión que cuestionen la vigencia de un delito que desde mi perspectiva y así lo dijo la sentencia del caso de Ana, es inconstitucional. Lo que sucede es que quien deroga este delito es el Congreso o en todo caso el Tribunal Constitucional, pero creo yo que a estas alturas ni el Congreso ni el Tribunal Constitucional estarían dispuestos a hacerlo. Entonces tenemos que, por el momento, seguir con esta inconsistencia, si se quiere reconocer el derecho a la muerte digna como un derecho fundamental y en simultáneo mantener un delito de eutanasia que no tiene vigencia, que es obsoleto y que debería estar derogado pero que lamentablemente todavía sigue vigente para el resto de casos fuera del de Ana”, señala la abogada.
Para Renata Bregaglio, abogada y magíster en Derechos Humanos por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), la sentencia a favor de Ana, a pesar de solo ser aplicada a ella, ha visibilizado una situación, puede servir para futuros casos e impulsa una ley en la materia.
“El que el caso haya sido resuelto por la Corte Suprema (el máximo órgano judicial del país), permite concluir que hay una interpretación válida que habilita la muerte digna en Perú. Esto puede ser usado como herramienta para futuros casos, para persuadir a juzgados y a legisladores de la necesidad de conceder este derecho y reconocerlo en una ley”, sostiene.
“En la sentencia del caso María Benito (donde ella tiene una situación de Esclerosis Lateral Amiotrófica en etapa avanzada y solicita no recibir más tratamientos), se desarrolla el concepto de muerte digna y se cita la resolución del caso de Ana Estrada. Por tanto, el caso de Ana Estrada, tanto por el órgano (Corte Suprema) como por el razonamiento, se han convertido en referentes judiciales en la materia”, agrega Bregaglio.
¿Qué pasará con ‘todas las Ana Estrada’ del Perú?
“Lamentablemente, lo que ocurriría es que tendría que iniciarse un nuevo proceso judicial, exigir la tutela de este derecho y pedir también la inaplicación del delito de homicidio piadoso para que pueda acceder a la eutanasia y esto significa, por supuesto, un desgaste anímico y físico”.
Uno de los logros que consiguió Ana Estrada en su larga batalla para acceder a la “muerte digna” fue el poder elegir al médico responsable del procedimiento eutanásico. Sobre este punto, Miró Quesada destaca lo importante que fue que Ana tuviera un médico afin a ella y que esté firmemente convencido de que lo que reclamaba Ana no es más que un derecho fundamental.
“Esperemos también que los médicos a futuro se vean más concientizados sobre la necesidad de abordar el derecho a la muerte digna tomando en cuenta también los roles y los deberes que tienen para con el paciente; de respetar su autonomía de principio a fin y naturalizar la muerte porque esta no es algo ajeno a las personas. Todos vamos a transitar por este proceso y lo que es importante es garantizar que cada uno pueda decidir los términos en los que desea vivir los últimos momentos de su vida”.
Sobre la “muerte digna”
Conocido el caso de Ana Estrada, escuchamos mucho desde entonces sobre la importancia de “morir dignamente”. Pero ¿qué es una muerte digna?. En palabras de Miró Quesada “la muerte digna es el derecho fundamental que tiene todo ser humano para decidir el cómo, el cuándo y el dónde morir de acuerdo a la idea que cada uno tiene de la dignidad. Es una garantía que permite a los seres humanos diseñar los términos en los que quiere despedirse, en los que quiere escribir el epílogo de su vida”.
En un país como el Perú, legalmente conservador y hasta retrógrado, el caso de Ana Estrada vuelve a poner el foco en otros temas tan importantes como lo son el derecho al aborto o la lucha por la igualdad de las mujeres. ¿Qué cambios esperar a partir de este precedente?
“Tenemos una deuda con Ana de despenalizar de eutanasia. Ella la consiguió en el marco de una sentencia histórica que por primera vez se llevó un caso de esta naturaleza a un tribunal y se ganó. Entonces el caso de Ana es un referente para Latinoamérica pero no basta con el reconocimiento a un derecho, sino que tiene que ver coherencia entre lo que dice el derecho y lo que dice también el Código Penal y el Código Penal sigue criminalizando la eutanasia, un procedimiento médico que junto al aborto son los únicos procedimientos médicos que son calificados como delitos cuando deberían ser un servicio médico conforme a la autonomía y la dignidad de cada persona como sujeto de derecho”, sostiene Miró Quesada.
En este punto, Bregaglio opina que al igual que con el aborto, la tendencia mundial avanza hacia la apertura en la muerte digna, para permitir que más personas accedan a este derecho.
“Idealmente, debería codificarse adecuadamente en una legislación. Mientras ello ocurra, litigar más casos puede ayudar a crear mayor visibilidad y conciencia de la necesidad de regular esta figura. Es importante que se entienda que el derecho a la vida significa que terceras personas no pueden privar a una persona de su vida arbitrariamente. No implica que la propia persona no pueda decidir acabar con su vida”.
Ya lo decía Ana: ‘yo estoy luchando para que el Estado no decida por mí, estoy luchando por mi libertad y al luchar por mi libertad estoy también dejando un legado para que otras personas puedan hacer valer también su libertad de decidir los términos en los que quieren vivir su vida y cómo quieren también concluirla”.
¡Vuela alto Ana!
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