Alan Turing, considerado el padre de la computación moderna, ya advertía: “Cuando el método de pensamiento de las máquinas haya comenzado, no tardarán mucho en superar nuestros débiles poderes. Serán capaces de conversar entre ellas para agudizar su ingenio. En algún momento, por lo tanto, deberíamos esperar que las máquinas tomen el control”. En esta línea, se conformó el Grupo de Trabajo de Inteligencia Artificial y Derecho del Departamento de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), donde se explora la mejor forma de hacerlo.

Hoy en día, la aplicación de la inteligencia artificial (IA) se ha convertido en una poderosa herramienta que ha permitido impresionantes logros en favor del desarrollo del país y el planeta. Ejemplos sobran, como el descubrimiento de , el o la posibilidad de , por nombrar los más recientes. Sin embargo, este avance tecnológico podría superar nuestro control y ser usado en contra del progreso, de los derechos de las personas, del bienestar general y de la vida.

En ese sentido, la universidad juega un rol crucial. No solo para diseñar soluciones que beneficien a la sociedad, sino también para abordar los inevitables problemas que surgen al regular tecnologías disruptivas como la IA. “Desde la academia, podemos generar conocimiento y herramientas que orienten el desarrollo tecnológico hacia el bien común”, destaca la profesora Verónica Rojas Montes, abogada por la PUCP y Magíster en Administración Pública por el Instituto Universitario Ortega y Gasset de España, y que es la directora de este grupo.

El equipo está compuesto por profesores de diversas disciplinas de la PUCP de derecho y está abierto a otras ramas del conocimiento, como la computación, la ingeniería, la filosofía, la economía y las ciencias sociales. Esta diversidad permite abordar los desafíos de la IA desde una perspectiva integral.

Este grupo busca entender y manejar las numerosas guías y recomendaciones internacionales no vinculantes, a la par de legislaciones domésticas que se están emitiendo para regular las IA, de forma que garanticen los derechos humanos y apoyen la innovación, sin dejar de lado a las poblaciones vulnerables.

Las iniciativas del Grupo de Trabajo de Inteligencia Artificial y Derecho se enmarcan en tres líneas base. La primera busca conectar la investigación académica con la gobernanza de la IA. Es decir, ayuda a usar los datos de forma ética y estratégica mejorando la entrega de servicios, sin comprometer derechos fundamentales como la libertad de expresión y protección de datos personales.

La segunda apunta a la transparencia y la responsabilidad algorítmica. Promueve la apertura en el uso de los algoritmos, en particular los utilizados por las instituciones gubernamentales. Ello para que la ciudadanía conozca en qué, para qué y cómo se aplica la IA en los servicios públicos.

La tercera línea propone una visión hacia el futuro del trabajo. Aborda la transformación del derecho laboral ante el uso de algoritmos en las relaciones laborales, con el fin de garantizar la equidad y la justicia en estos nuevos escenarios.

Próximos pasos

La agenda pendiente es bastante nutrida, admite Rojas Montes, que además es una reconocida experta internacional e investigadora en la intersección del derecho, la inteligencia artificial y la ética. “Culminar la metodología de evaluación de la preparación (RAM, por sus siglas en inglés) de UNESCO, aprobar el Reglamento de la Ley de IA, implementar el repositorio de transparencia de algoritmos públicos, establecer metodologías éticas para todo el ciclo del software, establecer medidas de fomento de la innovación segura, responsabilidad y accountability, regular la toma de decisiones automatizadas y la reserva de humanidad, así como fortalecer institucionalidad con agencias independientes”, enumera la especialista.

Comenta que a partir del 2025, el grupo lanzará nuevos cursos y eventos académicos para fomentar un diálogo abierto sobre los desafíos y oportunidades de la IA en el Perú. Juntos, ayudamos a empoderar a una sociedad donde la tecnología y el derecho se encuentren para el bienestar colectivo.

“Invitamos a las partes interesadas, empresas, emprendedurismo, la comunidad académica, empresarial, pública y organismos multilaterales a unirse a nuestras iniciativas, colaborando en la creación de un ecosistema tecnológico más justo, ético y sostenible”, concluye.

Asimismo, fue Issac Asimov, escritor de ciencia ficción y maestro universitario de bioquímica, quien postuló que “si el conocimiento puede crear problemas, no es con la ignorancia que podemos resolverlos”. Ante este desafío, la PUCP, a través de la investigación, el debate académico y la colaboración interdisciplinaria, busca aquella luz que esclarezca las zonas grises de este nuevo camino de desarrollo tecnológico. Tal y como mencionó Peter Drucker: “La mejor forma de predecir el futuro es crearlo”.

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