General del Ejército en retiro y exministro de Defensa, Roberto Chiabra es una de las voces más activas de la oposición, pero desde una situación particular. Integra una bancada cuyo comportamiento al momento de tomar decisiones es impredecible y, al mismo tiempo, se esfuerza por defender la labor de un Congreso que constantemente falla en su objetivo de lograr un equilibrio de poderes. “Uno tiene que ser consecuente con lo que dice. El voto tiene que reflejar la posición, y cada uno asume la responsabilidad de su voto”, dice.
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—Se viene una votación clave. ¿Han coordinado los miembros de la bancada con el presidente del partido, César Acuña?
Yo no, no hemos hablado de eso. Se está asumiendo que no llegamos a los 87 votos. ¿Cuál era el objetivo? Llegar a los 52 votos, y tuvimos 76. La primera vez fue una sorpresa para todos, la de Patricia Chirinos. Tú no puedes presentar algo así sin consultarlo antes. No firmé la moción, pero voté a favor. Ahora el escenario ha cambiado. La primera vez fue antes de Sarratea, era un asunto de incompetencia. Con sospechas de corrupción es difícil votar contra la vacancia.
—¿Por qué cree que no van a llegar a los 87 votos?
Si no llegamos ni siquiera para censurar al ministro de Salud... Fuerza Popular presentó una moción de censura directa, sin pasar por interpelación, al ministro de Salud. Pero después no firma la moción. ¿Cómo crees que vamos a llegar a 87? No aprendimos nada en el Congreso. Pero el Congreso, sin necesidad de censurar, desnuda tanto al ministro cuando se presenta en la interpelación, que lo único que le queda al Ejecutivo es sacarlo. Ahí están Maraví, Gallardo, Juan Silva.
—Pero en el camino se van dejando muertos y heridos. Hay decenas de funcionarios o técnicos que se van, la estructura se rompe, se retrocede en el tiempo.
El Congreso no tiene la culpa de la incompetencia del presidente para nombrar a esos ministros. Este gobierno tiene la política de degradar para destruir el sistema político y el modelo económico para decir: así no se puede gobernar, necesitamos una asamblea constituyente y una nueva Constitución. Pero yo estoy de acuerdo en que el Congreso no puede ser tan tibio con ministros impresentables. Se ponen agresivos con la interpelación, pero a la hora de decidir, ya no lo censuran. ¿Qué sucede entre una etapa y otra? ¿Alguna gestión del ministro?
—Cuando Guido Bellido era primer ministro, usted planteó la salida radical: nos vamos todos. Ahora, en marzo del 2022, ¿le sigue pareciendo la mejor salida?
Soy partidario de que se cumpla la parte constitucional, no como otros que se saltan a Dina Boluarte. Ahora, la vicepresidenta tiene dos caminos: o cumple su palabra, porque ella dijo: “Si se va el presidente me voy yo”; o, si es inteligente y quiere pasar a la historia, debe ya estar preparando un Gabinete de calidad. Eso es lo legal, lo constitucional. Imaginemos que entra Boluarte con un primer ministro de consenso y un Gabinete de calidad: hay que continuar. El problema va a ser que ella presente a gente impresentable, o que se quiera ir.
—Y otra vez el Congreso tendría que jugar un rol que, en este momento, no está cumpliendo.
El problema del Congreso es que somos 130 personas diferentes.
—¿Le parece que ese es el único problema con el Congreso?
Hay otro tema, que están primando los intereses sindicales o personales. Además, el ritmo de trabajo en el Congreso es lento por el mismo reglamento. Si le pido a un ministro una información, tiene un mes para contestarme. Y, mira, la Comisión de Constitución presentó un proyecto de ley para eliminar los proyectos de ley declarativos, y muchos no quisieron, sobre todo los del interior del país. Tenemos tres millones de proyectos declarativos...
—¿Usted quiere ser presidente del Congreso?
Yo no sé por qué me lo preguntan. Volveríamos a cometer el error de decir: yo soy el salvador, la solución. ¿Qué hago yo diciendo que quiero ser presidente? ¿Y quién me respalda? La bancada no, porque nunca me propuso. Yo iba a ser el primer presidente de este Congreso, pero no se dio.
—Usted es muy crítico del Parlamento. Eso le da puntos en la calle, pero al mismo tiempo le reduce el apoyo de sus colegas.
Puede ser. De repente dirán: nos ganamos un problema con este. Porque yo, a estas alturas de mi vida, no voy a entrar en una pasividad que no va conmigo.
—¿Hay pasividad en la mesa directiva?
Yo respeto el trabajo de Maricarmen Alva, hay que tener en cuenta que es difícil, no tiene ni el apoyo de su bancada.
—Si usted llegara a ocupar el cargo que ella ocupa, tendría el mismo problema.
Yo me llevo muy bien con los integrantes de mi bancada. Mi voto diferente no los sorprende. Trabajamos cordialmente y con toda la libertad de votar. Yo respeto su voto, pero cada uno asume su responsabilidad. A mí nadie me ha dicho que vote de tal forma, ni me han sugerido. Mientras tenga esa libertad, no tengo problemas. A mi bancada no le incomodan mis votos, y a mí lo que me incomoda es que digan una cosa y voten distinto.
—En tiempos recientes, Alianza para el Progreso se volvió tristemente célebre por declarar en un sentido y votar en otro.
Se los he dicho. Es un pasivo. Todo el mundo me dice: qué hace usted ahí, qué espera para irse. ¿Pero dónde me voy? Porque hay gente que quisiera que me quede solo, porque pierdes todo. Hay que pensar bien. No les molesta mi voto, no me molesta el de ellos, pero siempre les digo que sean consecuentes con lo que dicen. Nos han cuestionado por los votos de confianza a los gabinetes. A APP y a Acción Popular los han cuestionado, los han puesto en el centro. Aunque hay una diferencia: hasta ahora nosotros no hemos descubierto a ‘los niños’ que tienen ellos, y sería grave que los hubiera.
—¿Usted votará a favor de la vacancia presidencial?
Voy a ser político y diplomático: hay que esperar lo que diga el presidente. Pero bien difícil...
—En concreto y en sus propias palabras, ¿cuál es la razón por la que Pedro Castillo debería dejar el cargo?
El presidente tiene que cambiar de conducta. No tiene palabra, el error más grande que tiene es seguir con el mensaje de división. Bellido dijo que es un sindicalista básico, pero yo digo que es un sindicalista quejoso. No le han dicho que es presidente, él sigue hablando en modo sindicalista quejoso. Hace dos días, en San Juan de Lurigancho, dijo: mientras yo me preocupo de las pistas y veredas, los periodistas me preguntan si voy a ir al Congreso. ¿Pistas y veredas? ¿Él es un alcalde distrital? El presidente debería hablarnos de la minería, la pesca, la agricultura, el turismo, la construcción, ese es el nivel de un presidente. Él nos ha dejado con una vergüenza internacional al decir que no está preparado para gobernar. Ya perdió ese escudo de humildad, de que lo discriminan por ser profesor rural y rondero. Ya no, porque ahora tiene las sospechas de corrupción. Si el lunes el presidente no es puntual en sus respuestas, cada uno asume la responsabilidad de su voto. Cuando le preguntan sobre los sobrinos, Pacheco, Karelim, Zamir o Sarratea, él contesta: este es un complot de la fiscalía, de los medios de comunicación. Esa no es la respuesta. Me da la impresión de que el presidente se quiere ir, pero no va a renunciar, quiere que lo saquen para decir que no lo dejaron gobernar.
—Hablemos ahora de la oposición. Hace poco en una entrevista dijo: “El tema de la derecha es que no quiere cambiar nada, ni ellos cambian. Y su primer gran error es no reconocer sus errores y no generar unidad”. ¿Cuáles son esos errores?
Vámonos al 2000: allí se debieron hacer dos procesos, el de la paz luego de la subversión, y la reforma del Estado golpeada desde 1992. Todas las instituciones perdieron su autonomía, su independencia, todo. Y nos dedicamos solo a la parte económica, obviamos al capital humano. Vienen el 2016, Lava Jato, Los Cuellos Blancos, la incompetencia de gestionar una pandemia. Entonces uno dice: hemos estado viviendo en un país artificialmente desarrollado, ni crecimiento económico ni ciudadanía, con instituciones frágiles y debilidades humanas. ¿Cuáles son las debilidades humanas? La corrupción, y la corrupción está también en la derecha. Las principales empresas constructoras, los árbitros, los políticos. Hay que leer la realidad. ¿Sabes cuándo es el examen? En octubre, en las elecciones regionales.
—¿La eventual salida de Alberto Fujimori de la cárcel va a cambiar mucho el panorama local, o es que ya tenemos suficientes distracciones políticas?
Yo creo que él y su familia tienen que darse cuenta de que su tiempo en libertad va a ser corto. Es la realidad.
—Suceda lo que suceda, ¿cuál cree que será el futuro del fujimorismo?
Del fujimorismo, no: de Keiko. Ella también tiene que leer la realidad, y la realidad es lo que ha sucedido con las protestas tras el fallo del Tribunal Constitucional. Y si no se da cuenta, hay que soplarle, pero tiene que tomar una decisión ya mismo.
La inestabilidad juega en contra
—¿Ha funcionado declarar el estado de emergencia para usar a las Fuerzas Armadas en la lucha contra la delincuencia?
La participación de las Fuerzas Armadas contra la inseguridad ciudadana no tiene base legal, es una tarea netamente de la policía. Un ministro de Defensa que sabe eso pero lo hace pone en riesgo la institucionalidad. El resultado es completamente negativo. No engañemos.
—Gran parte de la crisis actual empieza con un exasesor, Bruno Pacheco, pidiendo a los jefes militares ascensos para conocidos del presidente. Allí comienza todo. ¿Cómo se sienten ahora los militares, cómo están los cuarteles?
Están tranquilos. Conozco a los comandantes generales del Ejército y la Fuerza Aérea, hablo con el jefe del comando conjunto. El ministro debe saber que las Fuerzas Armadas son del Estado, no del gobierno de turno. Lo tienen muy claro los comandantes generales, pero el ministro no. Te comento: cuando era presidente Toledo, había conflictos sociales por todos lados, él tenía 6% de aprobación, y tenía dos serias amenazas: el Congreso lo quería vacar y Yehude Simon, que era gobernador de Lambayeque, le dijo que se estaba tocando la puerta a los cuarteles. Toledo había dicho que no iba a poner un militar como ministro de Defensa, pero me puso a mí, y le di tranquilidad. A un presidente se le tiene que dar estabilidad.
—¿Por qué sobrevivió el gobierno de Toledo?
Porque tenía un Gabinete de calidad, porque había estabilidad económica, en esa época con un sol comprabas diez panes, ahora tres o cuatro. La inestabilidad económica juega ahora en contra del presidente. ¿Quién es el primer causante de la crisis económica, política y social? ¿Quién es el culpable de que se nombren ministros impresentables? ¿Quién es el culpable de toda la agitación? El presidente.
—¿Aún respeta a Toledo?
El que mejor puede defenderse es él mismo. Tiene que venir a rendir cuentas a la justicia. Si es culpable, para adentro.
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