La moción de vacancia fue producción exclusiva del Congreso. Ahí fue lanzada por Patricia Chirinos el 18 de noviembre, fue cubileteada por las bancadas de Renovación Popular, Fuerza Popular y Avanza País, se agitó y se promovió. Pero el escándalo de las visitas de la lobbista Karelim López a Palacio y a la casa de Breña, fue producción castillista, y dio combustible a los tempranos vacadores para dar el siguiente paso, someter la moción ante el pleno, el martes 7, donde fue derrotada.
La primera corrección de daños oficialista para evitar los peligros del 7, fue el mensaje a la nación el lunes 29 de noviembre, con un Castillo grave, un mea culpa leve y vagas promesas de corrección. Estas se describieron recién al día siguiente por la primera ministra Mirtha Vásquez en una conferencia prensa. Invocó a la contraloría y a la fiscalía y aseguró que la casa de Breña no se usaría más por el presidente. Faltó un gesto contundente. Poco más podía ofrecer una premier en cuyas manos Castillo no confió ninguna promesa trascendente. Recién el jueves 9, luego de la votación de la vacancia, presidente y premier firmaron en Palacio el DS que aprueba “la estrategia de integridad del Poder Ejecutivo al 2022″, sin bombos ni muchas ganas.
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A lo que se dedicó el equipo de Castillo, ahora capitaneado por el nuevo secretario general, Carlos Jaico, fue a asegurar los votos en duda. Se abusó de la idea más socorrida en estos casos: ¡ronda de diálogos! A las tres bancadas vacadoras se las incluyó en la convocatoria y ellas la rechazaron. Ahí había poco o nada que hacer. En cambio, AP y APP, los fieles mayores de la balanza, tendrían un previsible voto antivacancia. Los fieles menores de la balanza, Somos y Podemos, estaban elusivos.
A lo sumo, los dos únicos congresistas por Lima de APP, Roberto Chiabra y Gladys Echaíz, se sumarían a la moción. Eso era previsible. Lo imprevisto fue que Carlos Anderson de Podemos, proclamara en Twitter y en todos lados, que se sumaba a votar por la admisión de la moción (aunque no necesariamente por la vacancia en sí). Algunos somistas, sin ser tan explícitos, coquetearon con la vacancia.
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Había, pues, que asegurar a todos en la ronda de diálogo y, sobre todo, a alguien que pesaba más en votos y en miedo: Perú Libre, el socio inamistoso, el aún conyugue con el que no se ha firmado el divorcio y cuya reacción no sabes si será un portazo o un abrazo. Un radical como Castillo sabe que otro radical es más propenso a patear tableros e incendiar praderas que los políticos que le prometieron no vacarlo. Había que trabajar especialmente su convocatoria íntima.
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El chicotazo
El viernes 3 en la tarde hubo una ronda de diálogo con algunos dirigentes de partidos. Fueron César Acuña, líder de APP acompañado del secretario general, Luis Valdez; Rodolfo Pérez, secretario general del Partido Morado; Patricia Li, líder de Somos Perú; y José Luna Gálvez, de Podemos. También fue Edwin de la Cruz, de Avanza País, pero a nombre de una facción del partido original sin relación con la bancada. Menciono a esto último porque revela la impericia y necedad, con ocasionales chispazos y aciertos, del equipo castillista: convocar a un político sin representación no suma un solo voto y encabrita a la bancada ofendida, en este caso, Avanza País.
Ese viernes 3, Castillo habló con cada uno de ellos y, de acuerdo a dos testimonios que recabé, se le vio más dispuesto a hacer concesiones para llevar la fiesta en paz con el Congreso. Habló de cambiar ministros, sin abundar en nombres o carteras específicas ni aclarar si Mirtha Vásquez estaría incluida o excluida en el cambiazo. Acuña, con quien tiene más confianza por sus comunes raíces tacabambinas, evitó dar sugerencias de ministros –más de un líder me ha contado que Castillo suele pedir nombres, como forma quizá de ganarse la confianza del interlocutor y hacerlo sentir un aliado- y le hizo críticas puntuales.
Por ejemplo, el paisano millonario del presidente le dijo que es una barbaridad haber planteado que abriría una oficina de ronderos en Palacio. “Si yo fuera rondero, te daría un chicotazo”, le dijo y hubo carcajadas entre el aludido, el bromista y su acompañante Luis Valdez, secretario general de APP. Acuña socializó la gracia con su entorno, de ahí que encontré una fuente que me la contó.
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El lunes 6 víspera de la votación en el pleno, hubo otra convocatoria, caótica y desordenada según me contó uno de los llamados. Estuvieron Roberto Sánchez, ministro de Comercio y líder de JPP, con su bancada; estuvieron tres representantes de la bancada de AP y Mesías Guevara, el presidente del partido, pero entraron por separado; estuvo Patricia Li, la presidenta de Somos Perú; José Luna Gálvez, su homólogo de Podemos; y Pérez. También convocaron a Eduardo Salhuana, portavoz de la bancada de APP, pero prefirió no ir, pues su líder ya había oído lo que tenía que oír. ‘Last but not least’, estuvo Vladimir Cerrón, la roja cereza del día.
Vladimir, el estadista
El lunes, Castillo volvió a tener un encuentro breve con cada uno de los citados, pero les pidió que se queden para una reunión conjunta. Hubo desconcierto e incomodidad en algunos. Cerrón había sido el último de los convocados a solas, y se les hizo evidente que el presiente quería halagarlo o arrullarlo, sentándolo con otros líderes.
Más de uno se extrañaba de que la premier Mirtha Vásquez no participara en ninguno de los encuentros, lo que obliga a recelar que las dos alas de Palacio no están todo lo coordinadas que debieran estar, mucho menos tratándose de un encuentro con Cerrón. Castillo tomaba nota para sí mismo, como suele hacer en estas reuniones, dando la impresión de que es un buen oidor y que podría hacer caso a las sugerencias recibidas.
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He podido reconstruir, gracias a un par de testimonios, esa reunión colectiva. Pérez se esforzó en decir que la posición de su partido era institucional y que el presidente tenía que hacer varios correctivos y cambiar ministros, sin mentar nombres ni carteras, además de poner filtros en su entorno. Li habló de gobernabilidad y Luna quiso ser específico preguntando qué hacer contra la vacancia, lo que puso incómodo al grupo, pues no querían sentirse envueltos en una charla discutiendo estrategias con el presidente. Pero, en alguna medida, lo estuvieron. Lo curioso es que Luna, que en su intervención fue enemigo de la vacancia, no votó en contra de ella, sino que prefirió abstenerse.
Cerrón habló al final y me cuentan que estuvo sereno por contraste a su tremendismo tuitero de los últimos meses. No habló de asamblea constituyente sino de moderación y concertación con el centro. “Parecía otro”, me dijo uno de los testigos. Luego, en la presentación del grupo ante la puerta de Palacio, Cerrón, con inusitada discreción, dijo que no se había hablado de cambio de ministros. A Pérez le tocó hablar después y lo contradijo en ese punto.
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He ahí, en esa discreción de Cerrón sobre un tema tan obvio como hacer ajustes en el gabinete, un indicio de que el matrimonio a la sueca volvió a conversar en serio y se puso de acuerdo en qué cosas decir y qué cosas callar. Eso es signo de una alianza, como no la hay con Somos o Podemos, menos con los morados. Lo que sí hay, es un sistema para atender pedidos de gobernadores y alcaldes, intermediados por congresistas de regiones; que explica la aprobación en el Congreso, casi por aclamación, de los presupuestos de la República. Es una combinación de tecnocracia y clientelismo, cuyas claves hay que estudiar.
Volvamos al matrimonio a la sueca. No sabemos si Pedro y Vladimir acordaron o siquiera pusieron con claridad sus cartas sobre la mesa: por ejemplo, si Cerrón dijo o dio a entender a Castillo: ‘toleramos a Francke como hasta ahora, pero sacas a Vásquez y rehacemos el gabinete con más peso de PL’, ‘haz ajustes en tu política exterior para no desairar a los amigos del vecindario’, ‘protégenos de las investigaciones’, ‘olvídate de la Sunedu y haz lo que quieras con tus maestros’ y un urticante etcétera. Hay hermetismo en ambos entornos.
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Si hay que destacar un hecho o un chispazo de astucia, para que Castillo se salvara de la moción de vacancia, fue la puesta en escena para que el cónyugue político se sintiera en casa. Recuerden que estaba tácitamente prohibido de entrar, pero esta vez estuvo buen rato y pudo departir con colegas ideas estratégicas contra la vacancia. Fue lo más cerca que Vladimir Cerrón, perseguido por la ley y satanizado por la oposición, ha estado del poder.
Una coda, a propósito de los aliados renuentes. Acuña se salvó de comparecer en la reunión y en la foto con Cerrón, pero quiso subrayar que no hay nada parecido a una alianza o una negociación de favores entre APP, Castillo y PL. En lugar de marcar esa distancia verbalizando algunas de sus críticas, aludió de mala manera a los dirigentes que sí estuvieron en la reunión. “Ya he visto que Somos Perú se alió con el gobierno, que Podemos Perú se alió con el gobierno, los morados también; ese es su problema”, dijo y provocó la réplica airada de los tres. Da miedo vacar a Castillo, da roche defenderlo. Así estamos en el centro.
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