Muchos han dicho y escrito que la pandemia ha desnudado varios problemas del Perú. Desde la precariedad del sistema de salud hasta la informalidad de nuestra economía, transporte, justicia y un gran etcétera. Ocurre lo mismo con la política y lo podemos ver claramente en el actual Congreso y el Ejecutivo. Uno profundamente fraccionado y con agenda populista (y electorera) y otro sin representación, cuadros políticos ni técnicos.
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En esa línea, lo que empezará a hacerse más notorio con el transcurrir de las semanas es la precariedad de nuestro sistema electoral. Es finalmente de ahí de donde emergen nuestros políticos, responsables en gran medida de las precariedades antes señaladas.
A menos de 8 meses de las elecciones, no tenemos predictibilidad respecto a las reglas aplicables. El Congreso aún tiene plazo para introducir reformas y no sabemos cuáles finalmente serán. Tampoco se sabe cuándo se realizarán las elecciones internas en los partidos. No se han elegido a 2 miembros del JNE y el ente no tiene quórum para tomar acuerdos. El jefe de la ONPE tiene solo una semana en el cargo. La mayoría de los partidos no tienen definidos sus candidatos ni alianzas y, mucho menos, la agenda programática que le propondrán al país. El COVID-19 hace lo propio y más de uno lo pensará dos veces antes de ir a votar y eso podría determinar que elijamos autoridades con poca representatividad.
Vienen tiempos complicados. La pandemia ya desnudó varios de nuestros problemas estructurarles y viene el turno mayor de la política. Siguiendo la regla de lo que ya vimos hasta acá, nuestras precariedades serán desnudadas. Esperemos que no se lleguen a ver nuestros huesos.