Las mascarillas ocultan las muecas de incredulidad, pero hay otras señas que una KN95 no disimula: mirar hacia abajo o abrir los ojos como platos, voltear la cabeza a un lado o al otro, fruncir el ceño. Todo eso pasó al gabinete en pleno parado detrás del presidente Pedro Castillo en su mensaje a la Nación del lunes pasado. Ministros incómodos, pero plantados allí porque quieren seguir en el barco y porque habían sido convocados para recibir explicaciones.
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He conversado con fuentes confiables, ligadas al gobierno, que me han contado algunas de esas explicaciones que dio el presidente a su equipo. Antes del encuentro con los 19, la premier Mirtha Vásquez quiso tener una conversación a fondo con su socio palaciego y coordinó una visita con el nuevo secretario de la presidencia, Carlos Jaico, el sucesor de Bruno Pacheco. Vásquez se hizo acompañar de dos hombres de Derecho: el ministro del Interior, el exfiscal Avelino Guillén, y el ministro de Justicia, el abogado Aníbal Torres, cuya función, por cierto, incluye dar asesoría jurídica a la presidencia. Torres, además, puede hacer que una inflexión de voz parezca un merecido jalón de orejas.
A los 3 ministros, Castillo les dio la misma explicación que extendió luego al gabinete en pleno. Pero en esta pequeña cita hubo más detalles y opción a repreguntas. Empezó por contarles que la razón por la que acude al Pasaje Sarratea 179, Breña, es porque necesita salir de Palacio a ver a familiares y a ‘sus maestros’, como llama a sus colegas del magisterio. Que las tribulaciones de gobierno lo abruman y necesita despejarse, les dijo. Por todo eso, va al quinto y último piso que, Segundo Sánchez Sánchez, el dueño de la casa de Breña (en realidad un angosto edificio de 5 niveles), le ha habilitado como despacho. Algunas de las pertenencias de la familia Castillo Paredes, están en esa casa.
Según el presidente –sigo el relato de mis fuentes– no pretendió tener reuniones secretas allí, sino que una vez que llega, los habitantes de la casa avisan a los interesados que caen al poco rato y él recibe solo a algunos, en citas muy breves, de alrededor de 5 minutos. Su sobrino Fray Vásquez Castillo y el dueño, Sánchez, viven allí y son los sospechosos comunes de armarle esa agenda paralela que lo abruma. Los ministros, al igual que ustedes y yo, estaban interesados en una visitante en particular, Karelim López.
¿Qué hacía allí?
La visita nocturna de Karelim, el domingo 7 de noviembre, se produjo unos minutos después de que llegó el presidente a Breña, con una gorra en lugar del sombrero, según lo registró “Cuarto Poder”. Sin embargo –en este punto, mis fuentes intentan traducir las confusas explicaciones- el presidente negó que hubiera recibido a la lobbysta aquella vez. Su argumento se amparó en el hecho de que el reportaje muestra que coincidieron en en el tiempo, pero no se les ve juntos en la imagen.
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El presidente admitió que recibió a López –en la que sería una anterior oportunidad– junto a otras personas que le hablaron de proyectos y le entregaron hojas de vida. Él les dijo que fueran a Palacio, donde (según el registro que difundió El Comercio), López acudió 6 veces: en tres oportunidades figura atendida por el presidente y en otras 3 por el ex secretario general, Bruno Pacheco.
La explicación de qué cuernos hacía la asesora de unos postores –hoy ya convertidos en concesionarios– de Provías Nacionales en Palacio, y por qué Pacheco tenía tanto dinero en sus cuentas y en su baño, sigue siendo un gigantesco vacío para los ministros y para el país. Pero hay algo que Pedro Castillo sí dijo, delante de todo el gabinete y puso en aprietos a Juan Carrasco de Defensa, ampayado por “Cuarto Poder” en Breña, el mismo domingo 7 de noviembre en que fue Castillo sin sombrero y Karelim López con una cartera abultada que echó a volar las peores suspicacias.
Castillo, según el relato que me hicieron, dijo delante de Carrasco que él no se había reunido con él en Breña, que ni siquiera lo vio y le preguntó, ¿por qué declaró a la prensa que había sostenido una reunión formal con él?. Carrasco, según mis fuentes, dijo que, al ser acosado por los micrófonos, balbuceó lo primero lo que se le ocurrió.
Sácate el sombrero
Tras las explicaciones parciales y el mensaje a la nación, se acordó que Mirtha Vásquez daría una conferencia de prensa el martes al mediodía para anunciar medidas y correctivos. No quiso empezar por ellas, sino que aprovechó las preguntas de la prensa que –noticia obliga– se iban a concentrar de todos modos en el escándalo. Y así fue que dijo que la casa de Breña no se usará más por el presidente, que se pedirá investigaciones a todas las instancias que puedan y deban hacerlo, que la contraloría hará control concurrente a la obra licitada al consorcio Puente Tarata III, con la que Karelim, a través del socio Termirex, tiene una estrecha relación.
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La posibilidad de anular el contrato –según mis fuentes- se contempló en las conversaciones entre los ministros y el presidente, pero se pensó que tendría que probarse primero evidencias de ilicitud para proceder con esa una medida así de drástica. Se le insinuaron al presidente varios otros gestos, que oyó con cierta reticencia, prometiendo evaluarlos. Todas las pelotas están en su cancha, como lo están desde el día 1, pero ya sabemos que le cuesta demasiado tiempo y aplomo tomar una decisión proactiva.
El gran temor de los miembros del gabinete es que la promesa de correctivos se pasme y la inacción del presidente alimente la espiral de la vacancia. Una fuente, en un tenor distinto al relato de las explicaciones de Castillo ante el gabinete, me dijo, con gravedad, que para muchos es obvio que la salida de Pacheco no mata la rabia y que cualquier cosa que este haya perpetrado, no lo ha hecho solo. Es decir, falta mucho por limpiar en el entorno del presidente, en Palacio, en Breña, en sus ‘maestros’ y en los aliados de Perú Libre que le quedan.
Por ejemplo, Juan Silva, el ministro de Transporte, es un intocable del presidente. La premier ha dado vagas respuestas cuando se le pregunta por la continuidad de aquel. Entre los ministros que lastran su gestión en la PCM, está Silva en lugar destacado, y ahora se suma Carrasco, que no le ha dado –según me cuentan– explicaciones de su visita a Breña coincidente con la de Karelim López.
La desconfianza y las sospechas se respiran en Palacio. Pacheco, como les decía, ha dejado un entorno turbio que sigue susurrando al presidente que el poder es para ejercerlo, para recibir recompensas residuales y para hacerse de amigos que lo protejan de los vacadores y de los poderes fácticos. Jaico, el nuevo secretario, no ha podido aún renovar el despacho y mantiene al subsecretario Beder Camacho, ex jefe del área de trámite documentario y del almacén de Palacio, migrado a un área distinta de su experiencia logística, pues ahora tiene que ayudar a construir la agenda del gobierno.
Hay un personaje que merece una alerta, por sus antecedentes de investigaciones fiscales y hechos policiales. Todo está archivado, pero, vamos, un expediente como el suyo en el entorno presidencial llama a cuidado. Biberto Castillo, fue contratado como consultor por la PCM, a pedido de la presidencia. No aparece en el directorio de funcionarios de Palacio, pues está en el del FAG (Fondo de Apoyo Gerencial) que maneja el MEF y asigna servidores públicos donde se les requiere. Castillo ha sido investigado por falsedad genérica, falsificación ideológica, estafa y peculado, en el 2011; fue acusado de lecciones culposas en el 2020, y, antes, en el 2008, de hurto agravado (el registro de estos antecedentes obra en nuestro poder). Ha trabajado con Álvaro Gutiérrez, el célebre congresista humalista que dio un giro en sus lealtades e impulsó la denuncia del caso de las agendas de Nadine Heredia. Castillo y su nuevo secretario, Jaico, deben evaluar cuidadosamente el staff dejado por Pacheco.
Mientras en los círculos opositores, las hipótesis malignas sobre colusión y tráfico de influencias se acrecientan con cada noticia sobre las diligencias de la fiscalía en torno a Pacheco; entre los ministros, se pone a dura prueba la hipótesis benigna a la que apeló el presidente al darles sus explicaciones: que Palacio lo estresa, lo atribula y es víctima de un entorno que se aprovecha de su impericia. Que Pedro Castillo necesita un lugar donde pueda descansar, sacarse el sombrero y rascarse la cabeza; lo entiende desde un ministro hasta un humilde ciudadano. Son otras preguntas sin respuesta las que alimentan la desaprobación y la espiral de la vacancia.
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