¿Cómo se va configurando el panorama político para lo que queda de la presidencia de Martín Vizcarra? El jefe del Estado, hoy irascible hacia las críticas y las disidencias, seguramente se mantiene con un respaldo mayoritario, dado que los ánimos parecen haberse alterado muy poco desde las más recientes mediciones de aprobación popular (El Comercio-Ipsos en abril: 83%, 31 puntos porcentuales por encima del último sondeo previo al estado de emergencia, de mediados de marzo).
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Pero la impaciencia presidencial puede evidenciar una creciente sensación de que la pandemia se le ha ido de las manos. Sin vacuna, con un Estado que muestra problemas para brindar la asistencia social prometida y con una economía detenida por un tiempo prolongado, el panorama no luce alentador.
El liderazgo del Gabinete, en tanto, continúa en una situación de insólita precariedad. El errático primer ministro Vicente Zeballos continúa sin recibir el voto de confianza por parte del Parlamento, una situación inédita. Con algo más de siete meses en el cargo, Zeballos ya tiene más tiempo al frente de la PCM del que pasó su antecesor, Salvador del Solar (en el cargo por seis meses y 19 días).
Muchos ministros, por su parte, parecen tener una debilidad por el micro y la cámara. Es ilustrativa la inclinación por las inspecciones. Mario Ghibellini lo resumía con precisión: “Los verbos ‘inspeccionar’ y ‘supervisar’, como se sabe, aluden a un paseo, con gorro de ocasión y aire de entendido, por algún lugar que preocupa a la opinión pública” (El Comercio, 9/5/2020). Con un contagiado a cuestas y dos cambios desde que se inició el estado de emergencia, el Gabinete se va confirmando como un pilar poco sólido en el que Vizcarra puede apoyarse.
Finalmente, el Congreso –donde parece primar el ánimo tribunero– se confirma como uno de los mayores riesgos para lo que será el país de la nueva normalidad. La aprobación de la legislación sobre los taxis colectivos de la última semana es bastante ilustrativa.
Este recorrido ha obviado la política subnacional, otro espacio de recurrente y justificado desánimo. Pero el estado en el que se mantienen varios hospitales en las regiones o el abandono de los mercados hacen evidente que hay mucho por corregir.
En conjunto, y a contracorriente del ánimo opuesto que quisiera impregnar el mandatario, el país va ingresando a un espacio que no le es desconocido: el del pesimismo. Como si se esforzara en hacer honor a aquel párrafo de la canción de Eduardo Márquez Talledo cuyo título encabeza esta columna: “Se perdió el celaje azul / Donde brillaba la ilusión / Vuelve la desolación / Vivo sin luz”.
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