La semana pasada fue crucial para estas elecciones. Dos candidatos quedaron fuera por sus propios errores: uno por su informalidad y torpeza y el otro por sus continuos atropellos a la ley.
Los comentarios han sido variados y en todos los tonos. Es innegable que los plazos para las tachas y la lenidad del Jurado Electoral han puesto leña al fuego, pero es indiscutible que en democracia las sentencias se acatan, aunque no nos gusten. Lo contrario sería el caos y el desgobierno.
Hasta aquí todo puede ser debatido con mayor o menor ímpetu, pero es inaceptable que la palabra “fraude” se instale en la campaña a menos de un mes de asistir a las urnas.
Tras quedar fuera, Julio Guzmán dijo sin inmutarse: “Estos hechos colocan a nuestro país ante la comunidad internacional como un país en que la democracia peligra, tal como ocurrió el año 2000”.
No podemos comparar el escenario actual con el del 2000. Quizá eso lo podría creer un joven que va a votar por primera vez, pues apenas tenía 2 años cuando el fujimontesinismo se desmoronaba.
“¡Por un país con memoria!” gritan en las plazas. ¿Memoria? Aquí una dosis: en el 2000 en el Perú no existía separación de poderes, Vladimiro Montesinos manejaba a la mayoría de magistrados del Poder Judicial y del Jurado Nacional de Elecciones.
El presidente Alberto Fujimori aspiraba a gobernar el Perú por tercera vez, y en su afán destituyó a los magistrados del Tribunal Constitucional que no le dieron la razón.
Los diarios chicha difamaban a los opositores del ‘Chino’ y eran financiados con fondos públicos. Varios medios vendieron su línea editorial, incluso los grandes canales de televisión.
La plaza San Martín se llenaba al grito de “la dictadura va a caer”. Toledo con el apoyo de los partidos políticos democráticos tomó la bandera y fue elegido presidente el 2001.
Dieciséis años después podemos decir que lo que ocurre hoy no es lo mismo que ayer. Las elecciones del 2000 fueron fraudulentas, y no solo por la re-reelección, sino por todos los atropellos que se dieron.
Hoy podemos hablar de reformas incompletas, leyes complicadas, trámites interminables, marchas y contramarchas. Pero no podemos invocar fraude.
Tenemos un gobierno incompetente, que muestra indicos de corrupción e irregularidades que deben investigarse.
Podemos decir que el presidente y su esposa han sido intolerantes a las críticas, pero –que se sepa– no tienen ningún plan para no respetar la voluntad popular.
Es inocultable que a los Humala-Heredia no les gusta la candidata que encabeza las encuestas, pero no pueden ni deben ejercer ningún tipo de presión que vaya en contra –o a favor– de ningún candidato.
Los partidos se ganan en la cancha, con jugadores que hayan cumplido con inscribirse bien y que no cometan ninguna falta que los haga merecedores de la tarjeta roja.
No busquemos invalidar el partido antes que empiece, ¿o es que tanto miedo le tenemos al resultado final que preferimos no jugarlo?
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— Política El Comercio (@Politica_ECpe) 14 de marzo de 2016