Los congresistas han utilizado la excusa de que están aprendiendo cómo implementar los plenos virtuales para realizar un debate parlamentario bajo la etiqueta de Junta de Portavoces. (Foto; Congreso)
Los congresistas han utilizado la excusa de que están aprendiendo cómo implementar los plenos virtuales para realizar un debate parlamentario bajo la etiqueta de Junta de Portavoces. (Foto; Congreso)
María Alejandra Campos

La danza entre el Ejecutivo y el Legislativo parece haber retomado su compás tras seis meses de intermedio. El escenario que enmarca la tensión en esta temporada es el del omnipresente , que nos tiene a todos encerrados en nuestras casas desde hace más de 15 días.

La pandemia llegó cuando el aún no se había instalado y ello le permitió al Gobierno actuar con rapidez y determinación para aminorar el avance del virus en nuestro país. Sin embargo, la época de autonomía terminó y ahora, con el Parlamento tratando de recuperar el tiempo perdido, le toca al Ejecutivo lidiar con la naturaleza de la representación, esta que no entiende de argumentos técnicos, sino que busca el aplauso de los grupos de interés (votantes, alcaldes, mecenas, etc.).

Hasta ahora, el nuevo Parlamento parece recoger los vicios de su predecesor. En una polémica decisión, le otorgó el poder a los portavoces de los partidos para que trasladen el voto de los integrantes de sus bancadas, en lugar de implementar un sistema para que los congresistas envíen su decisión directamente a la Mesa Directiva. Un ejemplo para entender por qué esto es una pésima idea: imaginen qué hubiese pasado en el 2017 si los ‘Avengers’ le hubiesen tenido que mandar su voto sobre la vacancia de PPK a Héctor Becerril.

Lo segundo que ha ocurrido es que han utilizado la excusa de que están aprendiendo cómo implementar los plenos virtuales para realizar un debate parlamentario bajo la etiqueta de Junta de Portavoces. Gracias a este detalle semántico, los flamantes voceros han podido escuchar al primer ministro, la ministra de Economía, el contralor, la superintendenta de la SBS y el presidente del BCR, además de debatir por horas sobre el proyecto de ley para retirar el 25% de los fondos de las , en sesiones reservadas, sin que los ciudadanos podamos enterarnos del contenido de la discusión.

El proyecto de ley, que tiene dos páginas –a espacio y medio y con un gráfico– de exposición de motivos, ha sido exonerado del trámite de comisión, con lo cual cualquier atisbo de debate técnico ha quedado descartado. La discusión será netamente política. Así, el argumento de que “las AFP son malas” basta para aprobar una iniciativa que es sumamente perjudicial para el sistema financiero y los ahorristas, aunque tenga la apariencia de ser beneficiosa en el corto plazo.

Desafortunadamente, en este pleito el Ejecutivo tiene todas las de perder. Por más esfuerzos que haga la ministra de Economía por exponer los argumentos por los cuales el proyecto de ley es una pésima idea y aunque el presidente haya propuesto una reforma del sistema previsional en su bloque del mediodía, no hay quien incline la balanza a favor del Gobierno en el hemiciclo.

decidió que su gobierno estaba en un plano distinto al de la política nacional y no endosó su apoyo a ningún partido en las elecciones parlamentarias. El resultado: un Congreso fragmentado y sin bancada oficialista, que deja al Ejecutivo en una posición sumamente desventajosa para competir en la arena parlamentaria.

Solo queda esperar una dosis milagrosa de sensatez en los congresistas para que el proyecto de ley referido a las AFP, que colisiona con las medidas tomadas por el Gobierno, no sea aprobado esta semana en el pleno.

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