De Althaus plantea la necesidad de una relación intensa del Ejecutivo con el Congreso para definir una agenda común . (Foto: Prensa Palacio)
De Althaus plantea la necesidad de una relación intensa del Ejecutivo con el Congreso para definir una agenda común . (Foto: Prensa Palacio)
Jaime de Althaus

Haberle negado la investidura al Gabinete , en plena pandemia y sin precedentes en la historia del Perú expresa esa ya histórica incapacidad nacional para la unión frente al enemigo común, receta infalible para la derrota, y la prevalencia de intereses particulares sobre el común. Pone también de manifiesto la principal contradicción que puede impedirnos salir con celeridad del profundo pozo económico y sanitario en el que hemos caído: aquella entre el populismo y la libertad económica.

Es cierto, sin embargo, que Cateriano no empatizó con la tragedia del ni explicó un cambio en la estrategia sanitaria, y es posible que no haya leído bien la orientación populista e izquierdizante de la mayor parte de los congresistas, pese a que esta ya se había manifestado de manera estentórea en la batería de proyectos y leyes aprobadas. De todos modos, sigue siendo difícil de entender cómo la exposición de un plan destinado a recuperar la inversión, y la minera en particular -algo que necesitamos a gritos- sea percibido como una provocación política o social.

Que el Frente Amplio sea antiextractivista, es una opción ideológica orientada a ensalzar la pobreza como forma idílica de buen vivir. Pero que se sumen otros al rechazo a la minería -que ya no afecta el ambiente y es la bala de plata que tenemos ahora para salir del pozo- es un indicador de una enfermedad ideológica nacional. Si un paciente en estado de gravedad no quiere tomar el remedio que lo curará, es que ya no tiene, precisamente, remedio.

El énfasis de Cateriano en las propuestas para recuperar la economía era necesario, porque hemos tenido la caída más fuerte del globo. Pero es verdad que le faltó la otra cara de la moneda: la solución sanitaria. Esperamos que pueda llenar ese vacío en su presentación. El problema es que la respuesta allí pasa por una alianza con el sector privado para darle capacidad tecnológica y logística a las estrategias, en lo que podemos llamar el “modelo Guayaquil”. Y el prejuicio lo ha impedido hasta ahora.

El segundo tema, el de la recuperación económica, tan importante como el anterior, supone insistir en los planes señalados por Cateriano. Esencialmente, mayor libertad económica (eliminar regulaciones y trabas sectoriales y laborales) para que los emprendimientos puedan volver a crecer y recuperar empleo formal, y gran impulso a la inversión minera y de infraestructura. ¿Chocará Martos también con el Congreso por estas propuestas? ¿O dejará de hacerlas y quedaremos condenados a la miseria y a la informalidad basal?

Esa es la principal contradicción: una creciente corriente populista que va en el sentido diametralmente opuesto a la libertad económica que se requiere para la recuperación. ¿Cómo la resolvemos?

Mediante una relación intensa del Ejecutivo con el Congreso para definir una agenda común (que contenga las reformas políticas de gobernabilidad); una participación también intensa en las comisiones; definir para los congresistas un papel en la lucha contra la pandemia en las regiones, en coordinación con el ministro responsable de cada una; y participar en un Pacto Perú limitado a solo dos temas: Salud e informalidad (inclusión de los peruanos en el Estado social y en el Estado legal). Quizá eso los redima.

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