Ojalá la JNJ termine del lado de las buenas organizaciones, y no en el gran cementerio de fracasos en la región. (GEC)
Ojalá la JNJ termine del lado de las buenas organizaciones, y no en el gran cementerio de fracasos en la región. (GEC)
/ NUCLEO-FOTOGRAFIA > MANUEL MELGAR
Eduardo  Dargent

El lunes se nombraron a los integrantes de la Junta Nacional de Justicia(). Se abre la pregunta de si se convertirá en una organización estatal competente y autónoma, o seguirá el destino de tantas otras que cayeron en la mediocridad. O, como su predecesor, se convirtieron en cuevas de corrupción.

¿Qué sabemos sobre las condiciones para que las organizaciones estatales en América Latina logren un desarrollo institucional positivo? Sabemos que es un trabajo cuesta arriba: en estados pobres, con recursos limitados y burocracias débiles y corruptas, es muy difícil lograrlo. Lo más común ha sido que las agencias estatales sean vulnerables a los actores privados que deben regular, y a políticos que las manipulan.

Sin embargo, también sabemos que diversas organizaciones estatales sí han logrado ganar prestigio, autonomía y cumplir con sus funciones. Sean cortes constitucionales, organismos reguladores, institutos de estadística, fiscalías o cancillerías, vemos varios casos de éxito en la región. ¿Qué podemos aprender de estos casos para la JNJ?

Obviamente, las normas que regulen su actividad y los recursos que se le asignen serán claves. Si bien no hay que sobredimensionar la relevancia de las normas, pues con las mismas reglas hay instituciones que funcionan bien y otras que no, sí debe atenderse que esta normativa sea adecuada para un funcionamiento efectivo. Y especialmente en los procesos de destitución y ratificación donde habrá más resistencia. Asimismo, los recursos son importantes, pues no hay forma más fácil de condenar organizaciones al olvido, o domesticarlas, que negarles presupuesto.

Son otros dos aspectos menos evidentes en los que creo la JNJ puede construir desde el inicio una trayectoria positiva. Primero, el vínculo que establezca con organizaciones de la sociedad civil, medios de comunicación y el público en general. Manteniendo su autonomía, debe comunicarse con la sociedad: mostrar que sirve, que su trabajo es relevante para curar problemas como los que nos dejó el . Y debe informarlo constantemente.

Esas relaciones sirven de protección cuando la organización sea atacada por sectores políticos y de la judicatura que, con toda seguridad, resistirán su acción. Pero a su vez, estos aliados no son incondicionales: son críticos, una demanda por buenos resultados. Fiscalizan su acción para asegurar que el nivel no caiga.

Segundo, es crucial que tomen la batuta los sectores reformistas, con interés en un desarrollo autónomo de la institución. Una verdad de perogrullo es que las organizaciones trascienden a las personas. Pero en América Latina, y los países de ingreso medio en general, las personas son claves para la construcción de organizaciones sólidas. Dependerá de los recién nombrados que se tomen decisiones correctas, transparentes y que muestren un rumbo claro que luego sea difícil revertir.

Desde dentro se requiere una agenda de trabajo ordenada y transparente, y cierta audacia. Desde fuera, mantener la vigilancia para que los nombrados con vocación de cambio, que hay varios, no sean saboteados. Así pondrán la valla alta para que la siguiente elección de miembros atraiga a buenos profesionales. Ojalá la JNJ termine del lado de las buenas organizaciones, y no en el gran cementerio de fracasos en la región. Feliz año.

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