En medio de todo el revuelo provocado por el tema de Repsol, algunas noticias importantes pasaron de largo en las últimas semanas. Una que vale la pena resaltar fue la reunión de los ministros de Economía de los cuatro países integrantes de la Alianza del Pacífico (AP) –Perú, Chile, Colombia y México– dentro del Foro Económico Global realizado en Lima.
Es sorprendente la cantidad de acuerdos concretos, con consecuencias reales, a los que se llegó en esta reunión. Así, por ejemplo, se decidió acelerar las desgravaciones de aranceles establecidas en los tratados de libre comercio mutuos, con la idea de anunciar la liberación del 100% de las importaciones entre los cuatro países en una nueva reunión que habrá en Cali los días 21 y 22 de este mes. En otras palabras, se ha decidido la creación, sin que casi nadie tome especial nota de ello, de una zona de libre comercio entre cuatro de las economías más prometedoras de la región.
En la misma reunión se acordó también unificar en una sola las ventanillas únicas de comercio exterior de los cuatro estados. Una medida que, naturalmente, tiene un enorme potencial para disminuir las barreras de acceso a los mercados de estos países para todas las empresas que ya hagan negocios en cualquiera de ellos. Por otra parte, esto abre la puerta hacia el siguiente paso lógico: la unificación de las propias plataformas de exportación de estas economías –como Pro Chile y Prom-Perú– compartiendo incluso oficinas de comercio exterior alrededor del mundo. Las sinergias que esto último podría generar son innumerables.
Otro tema fue la necesidad de homologar el tratamiento tributario y regulador a las inversiones en los mercados bursátiles y de capitales de los cuatro países. De hecho, las bolsas de Colombia, Chile y el Perú ya se han integrado, y pronto se les sumará la bolsa mexicana.
Finalmente, los ministros de Economía hablaron de la necesidad de coordinar políticas monetarias y fiscales a fin de defenderse mejor de las consecuencias que en sus monedas viene teniendo la gigantesca emisión monetaria norteamericana –y ahora también japonesa–.
Lo interesante es que parece haber una fuerza de atracción muy grande entre estos cuatro países que hace que en cada reunión de sus representantes haya un fervor por acelerar procesos y establecer nuevas metas. Y esto tiene que ver con el modelo económico que los cuatro comparten: una economía de mercado que obliga, por la presión de sus propios agentes, a allanar constantemente barreras y a buscar plataformas cada vez más eficientes para exportar e intercambiar. Después de todo, si hay un eslogan implicado en el nombre de “economía de mercado”, ese es este: mientras más grande el mercado, mejor para la economía.
No es por coincidencia, por otro lado, que ocurre todo lo contrario en los esquemas de “integración” de las economías intervenidas, como el Mercosur (o como Unasur, que ni siquiera propone algún tipo de integración comercial, sirviendo a la fecha únicamente como un centro de autoprotección de regímenes autoritarios). Las presiones proteccionistas son, por definición, aliadas de la desintegración comercial entre los países. Así es como tenemos la paradoja de que las economías estatistas pregonan integración, pero se repelen entre sí; mientras las economías de libre mercado, como las que integran la AP, no pregonan nada, pero se integran de manera inevitable, como si estuviesen todas en un mismo campo magnético generado por el mercado.
De hecho, la fuerza de atracción natural entre las economías abiertas es tal que países ajenos a Latinoamérica (y en algunos casos también al Pacífico) ya han solicitado participar del sistema de la AP, con miras a volverse miembros plenos. Es el caso de Japón, Australia, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Indonesia y España. Algo que, además, convierte por primera vez a países latinoamericanos en el centro de gravedad económica de un sistema que incluirá a algunos de los países más desarrollados del mundo.
Por supuesto, la manera de aprovechar mejor las oportunidades que brinda un esquema de integración profunda como la Alianza del Pacífico es profundizar internamente en el país la libertad en los mercados, y llevar a cabo todas las reformas necesarias para agilizar y profesionalizar el Estado, eliminando todas las trabas innecesarias. Al fin y al cabo, el mismo motivo que vale para reducir barreras externas al intercambio, vale también para reducir las internas: mientras más grande el mercado, más oportunidades para todos los que participan en él.