Cuando pensábamos que con el plagio de la tesis doctoral ya lo habíamos visto todo, Acuña no deja de sorprendernos. Esta vez El Comercio hizo público el robo del candidato presidencial al libro del maestro Otoniel Alvarado, quien fue su profesor. El delito está consumado: Acuña se apropió indebidamente de la autoría del libro del profesor Alvarado. Las excusas y justificaciones, lejos de aclarar el panorama, solo lo complican más y convierten a sus escuderos en tristes mercaderes de su dignidad.
Resultó realmente indignante ver cómo el viernes, en una conferencia de prensa que más parecía la puesta en escena de un bien estudiado capítulo de un programa cómico –con el perdón de “Risas y salsa”–, Acuña insultaba nuestra inteligencia alegando que la obra que le robó a Alvarado era más bien una coautoría.
Acuña echó mano de vacuos argumentos, que fueron destruidos uno a uno por el profesor Alvarado. Pero sus defensores no paran, y a veces resultan de un ingenio que raya con lo patético. Una lástima ver aplaudiendo esta comedia a Luis Iberico, Fernando Andrade, Marisol Espinoza, César Villanueva y Humberto Lay. Anel Townsend solo seguía siendo fiel a sus “principios”.
Y aun más indignante que este ensayado pronunciamiento fue que en las redes la gente dijera “estamos en el Perú”, “así somos los peruanos”: No. Así no somos los peruanos, y Acuña no es el Perú. Es inadmisible admitir la premisa “A los peruanos no les importa si el ‘Chato’ Acuña plagió o no”.
El Perú es aquella mujer que todos los días se levanta de madrugada para cocinar, preparar a sus hijos para el colegio y luego salir a trabajar, usando el transporte público que le tomará dos horas de ida y dos horas de vuelta.
El Perú es el taxista honesto que se dio cuenta de que habías dejado tu celular en el carro y no dudó en manejar hasta tu casa para devolvértelo. El Perú son las familias que ves los domingos compartiendo un pollo a la brasa y una chicha morada, el Perú es el joven que trabaja, estudia y mantiene a su familia, el Perú son nuestros niños, nuestros viejos que se sacaron la mugre para dejarnos un lugar mejor donde vivir.
No somos un país de tramposos, no. Somos un país lleno de riquezas ancestrales y de personas alegres, que disfrutamos igual con un cebiche de carretilla, o un “menú degustación”.
Este es el perfil de la mayoría. No permitamos que nos vendan la idea del peruano tramposo: por la culpa de varios Acuñas, no podemos aceptar que nos quieran convencer de que robos y plagios hay a montones y “nadie dice nada”.
Tampoco dejemos que nos vendan la idea de que “la planta compra todo”. La dignidad, la ética y la honestidad no tienen precio.
Está, precisamente, en las manos de los millones de peruanos trabajadores y honestos empezar a adecentar la política tomando buenas decisiones a la hora de votar. No permitamos que los Acuñas y su modo de enfrentar la vida se instalen en el país. Estamos a tiempo.
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— Política El Comercio (@Politica_ECpe) febrero 8, 2016