Frente a los jueces que decidirán su suerte, el expresidente Alejandro Toledo se pone de pie. A los pocos segundos, opta por sentarse. Su abogado Roberto Su, a quien conoce desde las épocas de su gobierno (2001-2006), lo ayuda a acomodar el micrófono con el que dará su última declaración dentro del juicio que se le sigue por presuntamente haber recibido millonarias coimas de Odebrecht.
“Alejandro...Celestino Toledo Manrique”, responde cuando la magistrada Inés Rojas, directora de debates de su juzgamiento, le pide dar su nombre completo. Es una formalidad, pero el expresidente sonríe a medias al decir ‘Celestino’. Días antes, en la audiencia por su primera declaración como acusado, había contado que no le gusta su segundo nombre y que no lo usa. Pero ante los jueces, no tiene más alternativa que darlo.
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Estamos en la sala inaugurada hace unos meses en la Dinoes, ubicada a unos metros del penal de Barbadillo, donde el expresidente cumple prisión preventiva desde abril del 2021. A la particularidad como país que tiene el Perú de tener un penal -en la práctica- exclusivo para expresidentes, a partir del caso de Alejandro Toledo se suma una más: tener una sede judicial solo para juicios de expresidentes.
Es aquí donde Toledo enfrentó las últimas tres audiencias, la recta final su juzgamiento. Y es en esta misma sala donde el lunes 21 de octubre, desde las 2 p.m., los jueces anunciarán su sentencia: recibirá una condena de hasta 20 años y 6 meses o será absuelto y puesto en libertad. A meses de cumplir 80 años, una pena podría llevarlo a pasar el resto de sus días en prisión.
“Esta es la última parte del juicio oral. Usted, en calidad de acusado, tiene el derecho de dirigirse a este colegiado. ¿Lo quiere hacer? ¿Quiere usted hablar?”, le pregunta la directora de debates. Con un gesto serio y la mirada fija en su juzgadora, el exmandantario responde: “Sí ¿Cuánto tiempo tengo?”. Los jueces habían dicho previamente que cada acusado tendrá diez minutos, pero Rojas no le precisa su tiempo, solo le pide iniciar.
“Señores magistrados. De todo corazón, hasta este instante no entiendo por qué estoy involucrado en esto”, inicia Toledo.
La acusación en su contra no es muy difícil de entender. La fiscalía lo acusa de colusión por haber pactado con Odebrecht el pago de US$ 35 millones a cambio de que sean favorecidos en el proceso de la licitación del proyecto Carretera Interoceánica Sur, tramos 2 y 3. El pacto ilegal se habría sellado en noviembre del 2004, en una reunión en Brasil. El contrato de la obra se firmó en junio del 2005, en una ceremonia en Palacio de Gobierno.
Por lavado de activos, lo acusan de haber recibido y ‘lavado’ más de US$ 30 millones de la ‘Caja 2′ de Odebrecht como fruto de ese pacto, entre 2006 y 2010. Esto mediante entregas a través de las cuentas de su examigo, el empresario israelí Josef Maiman. Ambas imputaciones se nutrieron de las confesiones y la información entregada por la constructora y por su exjefe en Perú, Jorge Barata, así como por el propio Maiman.
“Sé que fue por un idealismo...”, continúa, en alusión a su pasado como presidente. Luego, suspira y agrega: “...[del] que no me arrepiento”.
Los minutos siguientes de su declaración se dedican a referencias a su infancia, su formación y destacar los logros económicos de su gobierno. “Soy un error estadístico. Vengo de una familia de 16 hermanos y hermanas, seis mellizos, y he sido el único que tuvo el privilegio de poder salir a estudiar en el exterior, de haber llegado a los niveles más altos, académicamente y profesionalmente [...] No entiendo que el amor a mi país me traiga aquí”.
Ya son once minutos de su “defensa material” cuando Toledo finalmente se refiere al proyecto por el que se le acusa: la Carretera Interoceánica. “En una reunión con el presidente [brasileño] Lula [da Silva], en su primer gobierno, nos invitó a mí y a mi esposa a un cuarto privado para cenar algo, después de su juramentación”. De esa última referencia se desprende que eso ocurrió en enero del 2003.
“Allí encontramos mucha similitud”, dice sobre Da Silva, quien también fue procesado por la trama Lava Jato en su país.
“Entre la conversación surgió la necesidad de cómo hacemos que nuestra economía crezca. Me dice: nosotros sacamos nuestros productos por el Atlántico. Tiene que dar una vuelta enorme, no es beneficioso. Ahí surge el tema de tener acceso por el Pacífico, para beneficiar a varios países”. Agrega que con el proyecto también se buscaba beneficiar a las regiones “extraordinariamente pobres” de la sierra sur del Perú.
Luego alude a Pedro Pablo Kuzcynski, investigado por este caso en otra carpeta fiscal. “Voy a hacer una confesión, espero que mi exministro me perdone: en el tercer año de mi gobierno, yo quería implementar un programa Juntos para los más pobres [...] El ministro, el expresidente PPK, fue influenciado por sus viceministros y se opuso. Yo soy responsable de lo que hice: le pedí que se retire del Ministerio de Economía y salió por un año. Que la historia me juzgue, no entro más en detalles”.
A los quince minutos de su declaración, el expresidente comienza a quedarse sin tiempo. La jueza Rojas lo interrumpe para pedirle que “vaya terminando”. Toledo solicita diez minutos más y continúa. El resto de su tiempo sería dedicado, finalmente, a responder más directamente por los cargos en su contra.
“En este tema en que estoy, me han metido ¡sin saber por qué! El señor Maiman, hoy lo sé, es un gangster a nivel internacional, con corbata y avión propio. Y se acercó a nosotros”, agrega con la voz quebrada. “Tenemos la ruta del dinero que surgió de la complicidad de Odebrecht con la organización del señor Maiman”.
Papeles en mano, Toledo atribuye a su examigo, fallecido en el 2021 luego de haber declarado como colaborador eficaz, haber “recibido de Odebrecht y otras empresas pequeñas 43 millones 798 mil dólares, y 1 millón 225 mil euros”. “Ahora que hemos seguido la ruta del dinero, ya sabemos dónde está”.
“¡No he recibido un centavo de este proyecto por el que estoy siendo acusado!”, grita el antiguo líder de Perú Posible. “Sin embargo, apenas salió la noticia en 2017, el fiscal [José] Domingo Pérez fue a México a una conferencia, a decir que el señor Toledo era culpable de la corrupción de Odebrecht. Y hasta ahora no lo puede probar”.
En realidad, José Domingo Pérez asumió la investigación del caso de Alejandro Toledo a mediados del 2018. Luego, lo acusó en agosto del 2020. Lo más probable es que el expresidente haya hecho una referencia a la participación del fiscal en un foro anticorrupción en México, en septiembre del 2018.
“Abro todas mis cuentas en el mundo”, ofrece el acusado, extendiendo los brazos. “Vivo de ser profesor, de mis conferencias, de mis regalías de los 16 libros que he escrito”.
“Dos minutos más y cerramos”, le recuerda la jueza. “Escúcheme, por favor, a todos se les ha dado y a usted se le está dando más”, agrega. Fastidiado, el ex jefe de Estado extiende los brazos, se apoya súbitamente en el espaldar de su silla, vuelve a acercarse al micrófono y baja la cabeza, como resignado.
“Soy el principal acusado, injustamente, por favor”, insiste por última vez. “Por eso, vaya cerrando, tres minutos más”, concede la jueza.
“Hemos encontrado los fondos, hemos encontrado el dinero. Cuando se descubrió que el señor Maiman iba a morir de cáncer, la fiscalía inmediatamente fue a Tel Aviv para invitarlo a que sea testigo eficaz [sic] sin convocar a mi defensa”, continúa el acusado y golpea levemente la mesa con sus manos cerradas en dos puños. “Les pido por favor que hagan justicia”.
Ya son 22 minutos de declaración cuando el expresidente menciona que durante su gobierno, “con todo respeto”, “le doblamos los sueldos a los jueces y fiscales, tratando de encontrar justicia para los pobres”.
“Quiero decirles públicamente que yo soy inocente. Nunca hice ningún arreglo con el señor Barata, mucho menos con el señor Maiman [...] Les pido por favor que [consideren] en la decisión que tomen [que] tengo un cuadro de salud muy complicado. Tengo cáncer, tengo problemas en el corazón y en pocos meses voy a cumplir 80 años”, afirma luego.
Finalmente, aún sin saber si logró convencer a los jueces, Toledo hace un último pedido en caso sea condenado: cumplir su prisión bajo arresto domiciliario. “Si es que esto va a continuar, por favor déjenme defenderme desde mi casa. Quiero ir a una clínica privada”.
“Yo no dejé todo por el sueño que tuve sobre mi gente para terminar en una prisión injusta [...] Les pido, por favor: déjenme curar o morir en mi casa”, concluye Toledo, nuevamente con la voz quebrada. En total, habló por 26 minutos.
Fin de juicio
Con la declaración de Alejandro Toledo, el Segundo Juzgado Colegiado de la Corte Superior Nacional concluyó la audiencia y el juicio oral. Previamente, en la misma sesión, también recibieron la última declaración de los acusados Sergio Bravo Orellana y Alberto Pasco-Font, exfuncionarios de Proinversión, y del empresario Fernando Castillo Dibós, exdirectivo de la constructora peruana ICCGSA, socia de Odebrecht en la Interoceánica Sur junto a Graña y Montero y JJ Camet.
Bravo Orellano y Pasco-Font, acusados por el delito de colusión, afirmaron que la fiscalía no pudo probar la acusación en su contra y pidieron ser absueltos. Castillo Dibós, quien tiene una colaboración eficaz en trámite, pidió que su eventual pena se resuelva dentro ese proceso especial y no en la sentencia de este juicio. El apasionado alegato final de su abogado, César Nakazaki, fue en el mismo sentido.
Cerrado el juicio, solo queda anunciar la sentencia. Esta se dará a conocer este lunes 21 de septiembre de las 2:00 p.m. con la lectura de su adelanto de fallo. Es decir, no se leerá la sentencia completa, solo un resumen y el sentido de la decisión contra todos los acusados: condena o absolución.
La sesión será presencial, nuevamente en la sala de audiencias de la Dinoes, para que el expresidente pueda escucharla directamente.
En declaraciones luego de la audiencia, la procuradora ad hoc del Caso Lava Jato, Silvana Carrión, ratificó su confianza en que habrá una condena contra Toledo y se ordenará el pago de una reparación civil.
“La evidencia actuada en el juicio da cuenta de que el señor Toledo fue el beneficiario final [de los pagos de Odebrecht] [...] Las pruebas, las pericias enervan lo que dice el señor. Sí está comprobado que esos US$ 30 millones de dólares fueron canalizados a través del señor Maiman y que tienen como destinatario al señor Toledo”, afirmó.
En cuanto a la declaración que dio el acusado, remarcó que en esta “no ha podido desvirtuar los hechos de corrupción, el viaje a Brasil, las reuniones con Barata, los pagos que recibió del señor Maiman para pagar sus inmuebles. “Esa es parte de la acusación de la fiscalía contra el señor Toledo, que ese dinero fue para beneficiarlo en temas personales. De eso, hemos visto que el señor Toledo no ha dicho absolutamente nada en su alegato final”.
Por su parte, terminada la sesión, Alejandro Toledo volvió a ponerse de pie. Su semblante era muy distinto al de la audiencia de la jornada anterior, donde oyó los alegatos finales de su abogado.
Ese día, conversó amablemente con los abogados que lo rodeaban. También rio junto a su propio defensor, saludó a los periodistas en la sala y sonrió para las cámaras. En esa y las dos audiencias presenciales previas, se le vio vistiendo una casaca verde, del mismo color que definió su carrera política en el desaparecido partido Perú Posible.
Esta vez abrigado con una casaca negra, el expresidente recogió con su mano izquierda el fólder manila con los papeles que había llevado para su declaración. Con la derecha, cargó una bolsa blanca con dos botellas de plástico, de las que había bebido sorbos durante la jornada. Una de ellas contenía un líquido de color oscuro, pero llevaba una etiqueta blanca que decía ‘yogur’.
Al voltear, hizo un gesto leve de reconocimiento a César Nakazaki y a Gladys Vallejo, los abogados que quedaban en la sala. El mismo gesto sobrio se repitió cuando miró hacia las cámaras de la prensa y ante los gestos de los reporteros. De inmediato, salió del lugar escoltado por dos policías y subió a una ambulancia del Institucio Nacional Penitenciario, con la que fue trasladado de vuelta al penal de Barbadillo.
Esta vez no hubo sonrisas de parte de Alejandro Toledo. Queda por verse si las habrá el próximo lunes, cuando el expresidente conozca la decisión de los jueces.