En 1990 los peruanos aprendimos mucho de política. Fue nuestra primera elección republicana en la que perdió un favorito con todos los avales del sistema y ganó un outsider con todas las incertidumbres de la nación.
El favorito, Mario Vargas Llosa, destacaba en sus entrevistas, con una mezcla de inocencia y gravedad, la solvencia técnica de su programa económico capitaneado por Raúl Salazar y donde también colaboraba PPK. Decía que pararía la inflación con un paquete de medidas que incluían un fuerte aumento de precios de artículos esenciales, además de la privatización de empresas públicas y el destierro de ‘la maquinita’, que era la jerga con la que se conoció la emisión de moneda sin respaldo durante el primer gobierno de Alan García.
La propuesta del Fredemo de Vargas Llosa fue popularmente conocida como ‘el shock’. El APRA, que apoyaba a Alberto Fujimori, dedicó a sus mejores cuadros de propaganda a exacerbar el pánico al shock y difundieron un terrorífico spot con imágenes de holocausto animado pilladas de la película “Pink Floyd the Wall”.
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Fujimori no solo se sintió obligado a seguir esa narrativa efectista que fue una cortesía aprista, sino que se había granjeado el apoyo, para su plan de gobierno, de un equipo de economistas, algunos de centro izquierda que recomendaban medidas más estatistas y sin shock. A algunos de ellos se los bautizó como ‘los 7 samuráis’ (entre estos, estaban Óscar Ugarteche, Adolfo Figueroa y Alejandro Toledo).
Precisamente, Juan Carlos Hurtado Miller, principal actor en esta historia, me contó que cuando conversó con Daniel Schydlowsky, que capitaneaba al equipo de plan económico fujimorista junto a los samurais y le comentó su convicción pro shock, este le dijo que prefería medidas graduales.
Para Hurtado Miller, que era ingeniero agrario como Alberto Fuijimori, pero había hecho un master de gobernabilidad en la Kennedy School de Harvard, para detener una inflación, el gradualismo era lo mismo que nada. Recordaba las enseñanzas de su profesor Jeffrey Sachs quien fue precisamente el que popularizó la expresión ‘shock therapy’ cuando asesoró al gobierno boliviano de Sánchez de Lozada para detener su hiperinflación en 1985. Pero Sachs no tiene nada que ver en el plan de estabilización nacional, sino otros peruanos. Ya lo veremos.
¿Cómo así Fujimori nombró a Hurtado Miller a la vez primer ministro y ministro de Economía y apenas con 11 días en el gobierno, le permitió contarnos en un mensaje a la nación que iba a ejecutar precisamente un shock? Antes hay que contar la historia de un almuerzo cumbre en Nueva York con sobremesa en Miami.
Música celestial
El propio Hurtado Miller me contó cómo se ligó al gobierno de Fujimori. Al ‘Chino’ lo conocía desde su juventud pues ambos estudiaron en la Universidad Agraria. Lo volvió a tener cerca cuando Juan Carlos fue ministro de Agricultura en el segundo gobierno de Belaunde, y enroló a Alberto en su gabinete de asesores. Es más, al final de su gestión, lo recomendó a Belaunde para que le dieran una ‘medalla a la productividad agraria’ por sus investigaciones en ese campo.
Pero Hurtado Miller no tuvo nada que ver en la campaña del 90. Ni con la de Fujimori, ni con la de Vargas Llosa, a pesar de ser un connotado acciopopulista muy ligado a Belaunde, por trabajo y porque era primo hermano de su esposa, Violeta Correa Miller. Juan Carlos me dice “en el 90 voté en blanco”, pues siempre le comentó a Belaunde que el candidato del partido debió ser Eduardo Orrego.
La distancia con Vargas Llosa puede tener otra explicación. Vargas Llosa le propuso a Belaunde ser su primer ministro en 1984 y finalmente se desanimó cuando el presidente no aceptó sus varias condiciones para rehacer el gabinete. Una de ellas era que Juan Carlos dejara Agricultura.
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Volvamos a 1990. Cuando ganó Fujimori, recibió pronta ayuda de economistas y hombres de gran empresa, que discrepaban abiertamente con los samuráis. Destaquemos en especial, a Hernando de Soto, quien ya se había distanciado de Vargas Llosa, y a Carlos Rodríguez Pastor padre. De Soto tenía los contactos internacionales de los que los primeros carecían y que eran indispensables para reconciliar al Perú con sus acreedores. Recordemos que el país, tras el gobierno de García y su rebeldía ante el pago de la deuda, había entrado en condición de paria para los organismos financieros multilaterales.
De Soto y Rodríguez Pastor lograron, como me ha contado De Soto, “hacer cambiar de opinión a Fujimori en 20 días, porque a principios de junio, ya electo, había dicho, muy claro, que no iba a hacer un shock”. Por entonces, según evoca Hurtado Miller y Ricardo Lago, el español que era el representante del Banco Mundial (BM) en Perú, el ‘Chino’ apelaba a sus ancestros y pensaba que Japón iba a hacerle los préstamos indispensables para estabilizar al país.
El almuerzo cumbre
Resumiré un relato que le he oí en una oportunidad a Hernando De Soto y que me lo ha vuelto a contar, con más detalles, para esta crónica. Álvaro de Soto, hermano de Hernando, actual embajador de Perú en Francia, era en ese entonces el brazo derecho de Javier Pérez de Cuéllar, secretario general de la ONU. Hernando sugirió a Álvaro y este a Pérez de Cuéllar que reuniera a las cabezas de los 3 principales acreedores del Perú, Barber Conable del Banco Mundial (BM), Michel Camdessus del FMI, Enrique Iglesias del BID, y a representantes de otras agencias multilaterales, para que oyeran la voluntad y el plan de Fujimori de pagar la deuda.
Los convocados tenían un gran margen de autonomía respecto a la ONU, pero Pérez de Cuéllar tenía la suficiente influencia como para hacerlos comparecer. Cumplió con la sugerencia de los De Soto, y la cita se pactó para el 30 de junio, poco menos de un mes antes de la juramentación.
¿Qué plan presentaría el ‘Chino’? Pues dos planes. Fujimori no quería dejar de lado al equipo que lo acompañó en campaña, así que Hernando le planteó que le pidiera a uno de los 7 samurais, Adolfo Figueroa, que elaborara un plan sucinto, apenas una hoja para ser leída en la reunión, y él le daría otra que elaboró Rodríguez Pastor.
El 31, en Nueva York, en presencia del anfitrión Pérez de Cuéllar, De Soto y Adolfo Figueroa acompañaron a Fujimori a la reunión con los grandes acreedores. Hernando ya había hablado con algunos de ellos, que estaban en sintonía con su plan, y les había sugerido que ‘dispararan’ lo que tuvieran que decir pues Fujimori era un político realista e iba a oírlos. Y así fue que cuando Fujimori mencionó el eje del shock, Camdessus, exclamó –Hernando imita su acento francés- “eso es música celestial para mis oídos”.
En esa reunión Fujimori quedó tan convencido de aplicar el shock que se lo dijo al periodista Paul Lewis del New York Times. El diario neoyorkino lo publicó en su portada del domingo 1 de julio pero la prensa peruana no lo rebotó. O sea, el 8 de agosto Hurtado Miller nos hizo brincar con un mensaje que, en buena medida, había sido preanunciado 40 días atrás.
De Nueva York, Fujimori fue a Miami, a una reunión que De Soto y Rodríguez Pastor habían preparado con candidatos a ministros de Economía y también a otros ministerios. Entre ellos estaban Carlos Boloña (fue al MEF, pero al año siguiente), Luis Valdivieso (luego fue ministro de Alan García), Óscar Espinosa, Felipe Morris y otros. Pero Fujimori ya había escogido a Hurtado Miller (aunque este aún no lo sabía) y, cuando vio que la intención de sus anfitriones era formar un equipo para sacar adelante la estabilización sin cortapisas políticas, les dijo, “no me gustan los grupos”.
Ricardo Lago me dio una explicación que coincide con el relato de De Soto de lo sucedido en Miami: “Fujimori desconfiaba de depender de un grupo y quería a un ministro que conociera bien”. Ricardo también evoca que Fujimori llegó a realizar su viaje a Japón y que los japoneses, enterados de la reunión de Nueva York, le dijeron que se atuviera a lo que había acordado allí y siguiera las recetas.
En realidad, Fujimori optó por seguir el plan de De Soto y Rodríguez Pastor, pero quiso que lo desarrollara y ejecutara Hurtado Miller. Se quedó con el programa, pero no con el equipo. Antes de tomar esa decisión, le había propuesto a De Soto que fuese su primer ministro, pero Hernando prefirió mantenerse al margen de los cargos políticos. Fujimori optó, entonces, por pedirle a Hurtado Miller que también fuera premier, con lo que lo empoderó para ejecutar el shock ante un gabinete en el que varios ministros, entre ellos Guido Pennano (Producción), Eduardo Toledo (MTC) y Gloria Helfer (Educación), le pusieron mala cara a su propuesta. En realidad es difícil para políticos, de izquierda o derecha, aceptar ajustes impopulares. Un outsider sin partido tradicional, sí pudo hacerlo.
Hurtado Miller recuerda que no fue Fujimori quien lo llamó directamente, sino que Carlos Amat y León, que había participado en la campaña y fue luego ministro de Agricultura, le recomendó hablar con el ‘Chino’ y un amigo común, Manuel Forero, lo llevó a verlo al Círculo Militar, donde el gobierno saliente le dio una oficina, según le dijeron, por razones de seguridad. Juan Carlos no recuerda la fecha exacta, salvo que fue en junio y que cuando llegó, Fujimori no lo pudo atender de inmediato porque lo fue a buscar Henry Pease. Salió con Pease y volvió a las dos horas. Les contó, a Hurtado Miller y a Forero, que le había ofrecido ser ministro de Educación, pero Pease no aceptó. En su lugar, recomendó a Gloria Helfer.
Juan Carlos aceptó y le dijo a Fujimori que le permitiera hacer una gestión personalísima: buscar a Fernando Belaunde para pedirle que Acción Popular le diera una licencia. Belaunde le retrucó que mejor renunciara al partido. Además no solo sería ministro de Economía, sino primer ministro. Cuando Hurtado Miller, tras el ofrecimiento del MEF, le preguntó a Fujimori quién sería premier, creyendo que este le iba a responder que Luis Marchand (fue el canciller), se sorprendió cuando le dijo, “tú”. Ante su expresión de sorpresa, Fujimori le dijo, “¿tienes miedo?”. Hurtado Miller comprendió que, para el tremendo ajuste que venía, necesitaba estar empoderado.
Lago me dice que Hurtado Miller era el hombre perfecto, con aplomo político, para anunciar y empezar a ejecutar una traumática estabilización que implicaba programas sociales urgentes. Luego, para ajustes más radicales, dentro de la receta avalada por los organismos multilaterales, llegó en reemplazo de Hurtado Miller, Carlos Boloña, quien, de alguna forma, estaba calentando para el puesto en el ILD, el instituto de De Soto. Pero volvamos al momento crucial en que esta historia de macroeconomía y muchos dígitos, tuvo que ser traducida al país con inusual hosquedad.
Cuando le pregunto a Hurtado Miller que, si bien Fujimori había sido convencido del shock, ¿cómo procesaba este la idea de copiar lo que había denostado en Vargas Llosa?, me responde: “No copiamos el plan de Vargas Llosa; copiamos lo que dice la doctrina”.
¡Que Dios nos ayude!
Hurtado Miller se hizo de un equipo de colaboradores igual de convencidos de que había que anunciar pronto y de forma contundente el llamado Plan de Estabilización, que incluía el shock. Fujimori estaba de acuerdo en hacerlo pronto y que era pertinente que Hurtado Miller diera un mensaje a la nación. En este caso no había celo porque se trataba de un mensaje ingrato. Los celos vinieron después.
El equipo de Juan Carlos tuvo que convencer a los ministros enemigos del shock. Lago recuerda que Hurtado Miller les pidió a él, como representante del BM y a Thomas Hardy del FMI, que se reúnan con esa ala del gabinete y los convencieran de la consistencia del plan y del aval de sus entes. Ricardo se divierte evocando que en medio del estrés de esos días, pues ya habían fijado el 8 de agosto como deadline y parte del gabinete refunfuñaba, Hurtado Miller no perdía el humor. Un día estaban reunidos en casa del ministro y su empleada le anunció que lo llamaba el doctor Torres y Torres Lara. El dueño de casa respondió a la empleada: “Dígale que el ingeniero Hurtado y Hurtado Miller lo va a llamar luego”.
Junto a su equipo de estrechos colaboradores, entre otros, Augusto Bedoya Cámere, Felipe Ortiz de Zevallos ‘FOZ’, su viceministro Alfredo Jaililie, y a los que se sumaban Lago y Julio Velarde del BCR, Hurtado Miller preparó su presentación en la televisión. Su amigo Héctor Delgado Parker le ofreció utilizar la infraestructura de Canal 5, de la que se colgaría el resto de canales. La hora prevista fue las 8pm del miércoles 8 de agosto.
El primer ministro fue acompañado de 10 miembros de su gabinete. Pero faltaron 3. El canciller Luis Marchand le pidió esperarlos media hora. Nunca llegaron. Hurtado Miller decidió hacer la lectura ayudado por el teleprompter. FOZ le había dado forma al mensaje y de él fue la idea dramática de incluir ejemplos de los precios que se ajustaban. Juan Carlos, grave al borde de la palidez, pero con aplomo, decía. “El azúcar blanca que hoy cuesta 150 mil intis, mañana costará 300 mil intis; el pan francés que hoy cuesta 9 mil intis, mañana costará 25 mil intis”, y como cierre de la lista, profirió, mirando a la cámara, sin alzar la voz, “qué Dios nos ayude”.
¿Por qué la frase? Hurtado Miller dice que fue idea de FOZ y que la acogieron porque “después de dar un mensaje tan monstruoso, con esos incrementos de precios, había que decir algo sentido”. La franqueza y la invocación divina funcionaron. El gobierno había previsto disturbios y ordenado una alerta de seguridad que no llegó a activarse.
Había un plan social para mitigar el impacto del ajuste, con colaboración de la iglesia. El célebre Monseñor Ricardo Durand, obispo del Callao, presidía el aporte clerical e invitó a Hurtado Miller a una misa, al día siguiente del mensaje. Al salir del templo, se congregó mucha gente en la puerta y el ministro tenía miedo de que hubiera alguna manifestación hostil. En lugar de eso, lo aplaudieron.
Semanas después, las encuestas registraron un gran incremento en la popularidad del primer ministro. Había bromas respecto a supuestos celos de Fujimori. Probablemente estos eran reales. Juan Carlos evita comentar sobre ello, pero sí admite que la relación se agrió hasta que decidió apartarse en febrero de 1991. “Fujimori me aceptó inmediatamente la renuncia”. Lo reemplazó Boloña en el MEF y Torres y Torres Lara en la PCM.
El Plan de Estabilización logró frenar la inflación y el país se reinsertó en los organismos financieros. La estabilidad macroeconómica es una realidad desde entonces, aunque mucho se puede discutir sobre las reformas estructurales y el desarrollo social que debieron acompañarlas. Y hay que lamentar que, en lugar de dar paso al fortalecimiento institucional, el shock estabilizador sirvió a un régimen que pecó de excesos autoritarios y corruptos.
Fujimori, tras el golpe del 5 de abril de 1992 y la captura de Abimael Guzmán en septiembre de ese mismo año, gozó de tal aprobación que pudo en 1993 restablecer un Congreso Constituyente Democrático con mayoría a su favor y reelegirse en primera vuelta en 1995. Ganó por abrumador margen a Pérez de Cuéllar, quien fue el anfitrión de la cita cumbre que definió esta historia en Nueva York.
Salvo Carlos Boloña, que acompañó a Fujimori hasta el final e incluso protagonizó un intento para ser su sucesor; los personajes de esta crónica se fueron apartando del fujimorato en los años que siguieron. Así lo hizo De Soto. Hurtado Miller lo hizo, como vimos, en febrero de 1991. No avaló el golpe de 1992 y, según me cuenta, cuando Fujimori le ofreció encabezar la lista al CCD en 1993, no llegó a un acuerdo con él. En su lugar, fue Jaime Yoshiyama.
En mala hora, el ministro que se volvió popular gracias o a pesar de un shock, le aceptó a Fujimori ser su candidato a alcalde de Lima en 1998. Perdió ante Alberto Andrade y se hizo de un juicio por haber aceptado los aportes de campaña que le dio directamente Montesinos. En su defensa, asegura que presumía que eran aportes privados; pero tratándose de Montesinos, tal presunción no le bastó a la justicia y su caso se prolongó por años.
Si algo hay que rescatar del mensaje del 8 de agosto es que su crudeza profana, rematada en la invocación divina, fue bien recibida por la gente. En lugar de dejar todo al cálculo imaginario o al subregistro, el ministro dio cifras veraces e ingratas. Si iba a haber un shock teníamos que saber la verdad, al menos la de los pasos iniciales.