Lleva tanto tiempo encabezando los sondeos que le va a doler si deja de hacerlo. Por supuesto, ese no sería un freno a sus afanes; así como estar desde el 2020 a la cabeza tampoco es garantía de pasar a la segunda vuelta (lo único que le garantiza es recibir más palos de más rivales). Por lo demás, las angurrias del puntero son de la misma intensidad de aquellas de los que están más lejos que él del gran favorito del millón de rostros: no sé, no opino, no los conozco, no votaré por ninguno porque todos son unos corruptos.
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‘Forzay’ (es una de las ideas del marketero Abel Aguilar para su campaña a la alcaldía de La Victoria en el 2018) está de gira por el norte. Me han prometido que me contactará por teléfono en el tramo entre Virú y Chimbote, pero la espera es larga, pues está subiendo y bajando del coche para grabar videos temáticos. Como en estos tiempos es irresponsable aglomerar gente; el candidato ha dejado el baño de masas en los mercados, para hablar del destrabe de Chavimochic in situ, o de pesca artesanal con fondo de caballitos de totora en Huanchaco. Resulta más didáctico.
Se aprende mucho en las giras nacionales. Para George Forsyth es la primera vez. Cuando lo conocí, se estaba lanzando para la alcaldía de La Victoria y parecía estar llevando varios cursos acelerados que se le cruzaban de horario y el corto circuito era inminente, uno esperaba oír, ¡boom¡; pero, no, seguía en pie y, una vez triunfante, consiguió la atención de los medios, de Vizcarra y de la PNP.
Ahora que lo veo por TV y lo espero al teléfono, es difícil medir cuánto queda de ese atolondramiento. Cuando ganó la alcaldía, escribí un perfil sobre él y ahí sí pude observarlo una hora en su despacho. Me sorprendió que su caos fuese proactivo.
Por fin, lo tengo en el teléfono. ¿Cuándo empezaste a decirte, ‘quiero ser presidente’?, le pregunto. “Recuerdo que fue hace 10 u 11 años, fue el motivo por el que me lancé de regidor [2010]. Quería generar el cambio, empezando por mi distrito. Mira, he podido recorrer el Perú desde muy pequeño, ver cosas que me fastidiaban mucho. Dije, hay que parar, para ser parte del cambio”.
Tapar un penal
Tan grandes pretensiones no tienen un día en el calendario, surgen gradualmente, condicionalmente. Por eso, le pregunto si mucho antes de ser regidor tenía esos grandes afanes. “Cuando empecé en el fútbol quería ser arquero de la selección”. Pero eso es mucho menos que ser presidente del Perú, le digo. La respuesta debería ser: ‘tapar un penal en un mundial en una definición del primer lugar’.
George cambia de tono: “Son metas grandes, pero no por satisfacción personal, ah; es por llegar a un cambio, por que el Perú llegue a ser lo que todos queremos”. Como otros candidatos de centro, Forsyth se siente cómodo hablando de cambio. No es radical como para hablar de revolución, ni tan conservador como para defender el modelo a rajatabla.
Una vez que uno decide ser presidente, se abren mil dudas e interrogantes. ¿Te pusiste condiciones personales, tipo, ‘me lanzo solo si se da esto, solo si empiezo a figurar en las encuestas’?. “Sí, conocer bien al Estado. No vas a poder arreglar algo que no conoces; y eso no se hace sentado en el escritorio, sino saliendo a la calle. Estuve de regidor y conocí el estado disfuncional, donde no te hacen caso. Luché contra mafias, conseguí formalizar, pero no conseguí llevar agua a los cerros El Pino y San Cosme. Sin agua no hay nada. Son zonas afectadas por la tuberculosis. Me fastidia que no se logren las cosas. Si como regidor no pude hacerlo, voy a tener que ser presidente. Así se dio el tema”.
‘Forzay’, al responder, te lleva al fútbol para las analogías y a La Victoria para sus planes. Ya lo había hecho en su reciente libro “Camino a la victoria” (Planeta, 2020), pero en esta última respuesta me queda más claro el plan de las dos uves, la ‘v’ del concepto y la ‘V’ del distrito trampolín. La ‘rica Vicky’ está en todas sus reacciones.
¿Algo te desanimaba para lanzarte pero lo superaste (bueno, sino lo superaba, no estaríamos hablando)?. “Fue tomar la decisión de retirarme de la alcaldía para pasar a la presidencia, porque le prometí a los victorianos un gran cambio, que era marcar el respeto para el distrito. Me costó mucho y lo hice con el dolor de mi corazón”. ¿Te desanimaba romper tu palabra?. “No es romper mi palabra, porque es cumplir de otra manera, con llevar el agua, con lo que el gobierno no le permite a los alcaldes. Nos hacen ir de rodillas, no hay palabras para decirlo; bueno, sí las hay, pero son soeces, mejor no las digo”.
El escalafón de regidor, alcalde distrital, alcalde de Lima y candidato presidencial; sí ha ido recorrido por otros. Alberto Andrade es un ejemplo completo y Luis Castañeda, uno parcial, pues no ha sido alcalde de distrito. Aquellos no triunfaron en la ambición final, como sí lo hicieron en siglos pasados Manuel Pardo y Guillermo Billinghurst, saltando del sillón municipal al palaciego. Luis Bedoya reyes intentó dar ese brinco, pero no lo logró.
Pongo esos antecedentes porque permiten medir la pretensión de ‘Forzay’: es nada menos del volumen de Lima Metropolitana. De ahí esta pregunta: ¿No pensaste en esperar al 2026, a madurar tu proyecto, construir partido, buscar más gente?. Total, eres joven (tiene 38): “Analizamos muchos escenarios. Podía ser 20 años alcalde de La Victoria, pero no voy a conseguir cosas porque el Estado está congelado. No me iba a esperar tanto, en el Perú uno no se puede dar el lujo de esperar”.
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Una vez consumada la pretensión, buscado el cobijo (tentó al mismo partido bajo cuyo auspicio fue a La Victoria, Somos Perú; pero la negociación se frustró y encontró lo más cercano a un cascarón, Restauración Nacional de raigambre evangélica ahora reconvertida y rebautizada como Victoria Nacional), hecho el lanzamiento y superadas las tachas, ¿qué temes más?. “Tengo preparación de arquero, no me van a chancar, me he preparado para los golpes”. En su libro usa un argumento similar: “Sé arquero y párate en el estadio de la U, y ahí me vas a decir qué son insultos. El fútbol me dio experiencia, un cuero de chancho, yo ya pasé por eso, ya no es nuevo”.
Otra vez, el fútbol y la ‘V’ son algo así como sus dos muletas argumentales, su plancha conceptual. “Me decían que postule a Magdalena, a Surco, pero yo quería La Victoria. Así me decían, ‘tienes que estar loco’. Sí pues, hay que estar loco para soñar con cambiar el Perú”, me dice, subrayando el gramo de locura que sería impensable no hallar en un candidato a presidente del Perú. A propósito de La Victoria, es su épica personal y su fortaleza, pero no es inexpugnable. Sus rivales hurgan en todas sus esquinas y en los medios también descubrimos que la gestión no fue impoluta. Por ejemplo, que contrató a su socio y amigo Renzo Navarro, sin tener este los requisitos formales para cumplir con su labor. Ahora es parte de su equipo.
La pandemia obliga a una pregunta, aunque en su caso, no tiene una candidatura previa que comparar: ¿Es más desafiante candidatear en este trance? “Si hay que tener fortaleza para ser candidato; ahora es el triple”.
Forsyth es discreto para hablar de su equipo. ¿Tu entorno íntimo te apoyó en la decisión?. “Para mi madre fue muy difícil cuando postulé en La Victoria, había amenazas, se oponía, pensaba que me iba a enfrentar a las mafias, y así fue”. Se infiere, en esta respuesta, que su padre Harold Forsyth, nuestro embajador en Japón, sí alentó sus ambiciones; pero George prefiere no mencionarlo. Tampoco menciona a Vanessa Terkes, de quien se separó definitivamente antes de empezar esta campaña.
Es obvio que el candidato no quiere alimentar la leyenda negra de ‘pelele de papá’, equivalente a la ‘ociosa que lava activos’ de Keiko, o al ‘mantenido correlón’ de Julio Guzmán, o a la ‘roja proterruca’ de Verónika Mendoza. Todas son eso, leyes y mitos para contraidentificarse. Si el puntero tiene su épica victoriana, también tiene su imán para el bullying. Papá ‘Forzay’ no es parte del círculo hermético y pequeño que hoy corre con George a una velocidad que casi los deja sin aliento, para no trastabillar en los cursos acelerados, para no perder la media docena de puntos de ventaja.
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