Como era previsible, no hay mucha novedad en los anuncios de jales en las listas congresales de los partidos con cierta relevancia política y algo (o mucho) de kilometraje. El Apra, Contigo, Fuerza Popular, Somos Perú o el PPC nos dan más de lo mismo, salpicado de algunos nuevos liderazgos e invitados.
Los partidos más jóvenes obedecen a otras dinámicas y pueden explotar su novedad. Pero para estos partidos más gastados era importante contar con personalidades que lideren sus listas y jalen votos. ¿Cómo explicar que con tanto que perder no sean audaces en su oferta electoral?
No pretendo decir que se trata solo de voluntad. Es obvio que partidos desprestigiados tendrán gran dificultad en atraer buenos nombres; más si se trata de un período tan corto en el Congreso y sin posibilidad de reelección. Pero estoy convencido de que en esas decisiones hay en buena medida la voluntad de mantener a las mismas argollas en el poder aun a costa de dañar al partido. Pudieron elegir mejor.
Dada la debilidad de las organizaciones, muy dependientes de líderes y dirigentes, es difícil mover a los dueños de los partidos (o de las franquicias electorales si usted cree que a algunos ya es exagerado llamarlos partidos). Así, terminan triunfando los incentivos de corto plazo de los dirigentes para mantener sus posiciones.
Estos partidos saben bien que sus rostros conocidos están quemados por malas gestiones, acusaciones de corrupción o pésimas conductas parlamentarias. La mayoría conoce que no sirven de locomotora electoral. Un mínimo de racionalidad debería hacerles pensar que si no arriesgan, pueden perder la inscripción. Así, tienen dos posibilidades.
La primera, más arriesgada en lo electoral, es acudir al semillero con la esperanza de algunos talentos ocultos que puedan explotar en las primeras posiciones de las listas. En toda organización, incluso en una débil, hay jóvenes esperando su oportunidad. Y frente a lo que hay, se pierde poco intentando un relanzamiento con rostros nuevos. Veo algo de eso en los anuncios de Acción Popular, pero el resto parece, por temor a soltar la pelota, haber mantenido la juventud lejos. Más vale malo conocido (o mala re-conocida).
La segunda posibilidad, arriesgada en lo organizativo pues son menos fieles, es buscar invitados de renombre y colocarlos adelante. Insisto: esto no es fácil en organizaciones desprestigiadas. Pero parece que ni siquiera se intentó y también seguramente por temor a que se rompa la argolla. Alguien nuevo puede traer popularidad, ganar capital propio y desplazarlos. Incluso abandonarlos. Ante eso, se apuesta por los de siempre.
Sin voluntad de innovación, los dirigentes de estos partidos parecen defender primero su espacio, segundo su espacio, tercero su espacio, y luego pensar en el partido. Si bien hay algunos nombres nuevos e interesantes que iremos conociendo estos meses, en la mayoría de partidos viejos parece haber primado esta lógica conservadora. Probablemente la falta de apertura y visión terminará pasándoles factura. Y esperemos a ver si los partidos nuevos logran establecer mejores dinámicas en la selección y promoción de candidatos que no los lleven al mismo dilema del argollero.