El lunes se confirmaron las leyes dramáticas del debate: los candidatos chicos no tienen nada que perder y más les vale golpear a los favoritos que, en un debate de estas características, pueden salir satisfechos si terminan como entraron, sin despeinarse, sin perder ni ganar un voto.
En esa primera fecha había 3 favoritos y 3 chicos. Uno de ellos, César Acuña, decidió no atacar a nadie. Marco Arana se concentró, más por tradición ideológica que por cálculo electoral, en objetar a Keiko, y Beingolea se llevó el óscar de reparto, afirmando sus ideas en la discrepancia y la pulla, que de eso se trata. Forsyth fue la víctima del bullying de izquierda y derecha. Pero él lo provocó, en fatal error.
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En esta segunda fecha, o segundo capítulo de la miniserie, hay una desproporción: un solo favorito (Hernando de Soto), uno en posición expectante (Pedro Castillo) uno que lo fue (Daniel Urresti) y tres chicos que no tienen nada que perder (Ollanta Humala, José Vega y Andrés Alcántara). Según la ley dramática, a De Soto debían lloverle sapos y culebras, lo iban a ‘zamaquear’ para que se le caigan votos. Sin embargo, su electorado, muy posicionado en Lima y en el AB, no es el de los otros. No tenían mucho que cosechar allí. Tampoco querían victimizar a un peruano de prestigio, usando malas artes electoreras. Nos evitaron ese espectáculo. El caos era inevitable y ocurrió, pero no con los ingredientes que usted o yo hubiéramos imaginado. Fue un caos lánguido y diferente.
Yo me quito
De Soto había declarado, antes de entrar a lo que pensaba sería un matadero, “yo he venido a hacer propuestas, no a rivalizar”. En el primer minuto, se quedó sin un rival. José Vega formuló una teoría conspirativa del tamaño del Centro de Convenciones sobre un plan de medios y empresas de sondeo para minimizarlo e hizo mutis. El desplante no alteró a nadie; salvo que al final de esa ronda Mónica Delta aclaró cómo se regulaba la ausencia. De Soto subió solo a la plataforma.
Si Vega se fue para todos los efectos, Urresti se fue a medias. Es un decir. Tomó una decisión que nos sorprendió. Dejó de ser él o, mejor dicho, dejó de ser el jocoserio provocador que adorna la portada del libro “El comediante”; para dedicarse exclusivamente a proponer ideas sin interactuar con nadie. Descubrió que si siempre se jacta de que tiene un buen plan de gobierno (en efecto lo tiene, según oenegés que han hecho análisis comparativos); podía dar un giro estratégico de la provocación a la proposición.
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Sin embargo, Urresti tuvo que recuperar su personalidad por él incinerada, que aún estaba humeante, para plantear un ‘toque de queda contra la criminalidad’, sin explicar en qué consistía y, luego, recalcar que la policía necesita el apoyo de las Fuerzas Armadas. Andrés Alcántara despertó, se encendió un poco, y atacó a la vez a Urresti y a Humala por el fracaso de la policía. Urresti respondió discretamente, mordiéndose la lengua.
Alcántara era el más gris y desconocido de todos los candidatos. Sin habilidades discursivas ni expositivas, llegando tercero o cuarto a pedir una nueva Constitución; apareció como uno de esos congresistas que recién conocemos en un pleno congresal de madrugada. Aunque se fue estructurando a medida que avanzaba la noche, acabó en una sombra algo más clara del gris.
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La olla ajena
Pedro Castillo, en tendencia creciente según las encuestas, tenía la mesa servida para ganar votos. Pretendió hacerlo sólo exponiendo, sin interactuar con nadie, pero ello no funciona en un debate como este, ni aún teniendo excelentes habilidades expositivas o un buen plan. No es el caso de Castillo. Mucho de lo que dijo remataba en la vaguedad de la nueva Constitución. Salvo De Soto que, en su campaña autorreferencial, lo felicitó por reivindicar las rondas cuya legalización él promovió en la lucha contra Sendero Luminoso, no se codeó con nadie. Por cierto, no sabemos si De Soto conoce bien las ramificaciones políticas del profesor Castillo con los herederos de SL en el magisterio.
Ollanta Humala sí dio batalla a De Soto y se afirmó sobre el resto. Fue una ex estrella ganando el óscar al mejor actor secundario. Conocedor del estado y con debates de 1ra y 2da vuelta a cuestas, fue a la vez propositivo, autoreferencial y debatiente como el formato manda. Interpeló a De Soto sin golpes bajos, sino de algún modo altos, pues aludió a su vanidad y a sus contactos multilaterales sacados ‘de la chistera’.
De Soto tenía para Humala la misma estrategia que para los demás: ponderarlo en base a algún logro detrás del cual esté la épica del ILD. Replicando pullas con quecos, Hernando dijo a Ollanta que esperaba “ganar su corazón”, como ya había ganado el de su padre Isaac y el de su hermano Antauro. Pero el corazón y los anticuchos del expresidente se quedaron en su propia olla.
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