Ninguna teoría conspirativa explica lo que ha pasado en la PNP. Conversé en los últimos meses con algunos de los protagonistas, y estaban tan desconcertados entre sí, que ningún plan ambicioso –siniestro o virtuoso- podría haber tenido éxito. Les menciono dos hechos ‘anti complot’. El primero: Raúl Alfaro era, según la fiscalía, buen amigo del ‘Español’, Jorge Hernández Fernández, a quien este quiso de comandante general. O sea, con Alfaro al mando de la PNP, el brazo policial y de inteligencia de la organización criminal castillista, estaba armado. Sin embargo, el 7 de diciembre, Alfaro no tuvo reparo en detener en flagrancia a Castillo, sin siquiera esperar a la fiscalía.
El segundo hecho es este: el 30 de junio fue censurado el ministro Dimitri Senmache, que estaba en buenos términos con Castillo y tenía una relación personal con el ‘Español’. ¿A quién fichó Castillo en su lugar? ¡A Mariano González! Vaya brazo inteligente que no advirtió a su cabeza que González quería ser su carcelero. Lo que quiero apuntar con este este par de hechos es que, en esta historia, como en varias del castillismo; más que la conspiración autoritaria, pesan la improvisación, los apetitos individuales, los grupos inconexos y hasta los prejuicios de raza y clase. Conjura de necios no es conjura; es un despelote.
El propio pase de Castillo a la segunda vuelta fue resultado de una convergencia azarosa de factores, sin cálculo ni talento. Todo lo que siguió está marcado por la improvisación. Castillo no supo ni quiso convocar a los mejores, ni siquiera a los mejores de entre los peores y corruptos. Tenía un núcleo familiar y chotano inexperto y desprevenido. Quienes por un contacto casual tocaban las teclas precisas para llegar a esos núcleos y despertar su apetito y admiración, ¡bingo!. Tan precarios e improvisados eran estos contornos del poder, que Castillo no les prodigó confianza, ni ellos lealtad. Bruno Pacheco, Juan Silva, Salatiel Marrufo, Zamir Villaverde y ‘el Español’ fueron algunos de estos aventados que no tuvieron ningún reparo en delatarse entre ellos y a su ex líder para salvar su pellejo.
Mira: Lo que ha trascendido de la fiscalía sobre el caso del ‘Español’.
El ‘Gringo’
El ‘Español’ es el alias oficial de Hernández Fernández. Pero no todos lo llamaban así. Ni siquiera hablaba como español, pues su acento era ‘caribeño’ como dicen dos de sus contactos. Solía cubrirse con gorro y mascarilla y usar distintos nombres. Castillo lo llamaba el ‘Gringo’, según cuenta Luis Vera Llerena, predecesor de Alfaro. Para Dimitri Senmache, era ‘Jorge Ibars’, como se le apareció por primera vez en Facebook. Conversé con ambos y me contaron cómo lo conocieron. Empiezo con Vera Llerena. “Cuando fuimos con el ministro Senmache [que acababa de asumir] a presentarle el plan del sector a Castillo, me pidió quedarme a solas con él un momento y me dijo: ‘todo lo referido a mi seguridad, a la policía y el Interior, lo vas a coordinar con el ‘Gringo’. Él te va a llamar”.
Vera Llerena afirma que le contó esta conversación a Senmache. Tenía que hacerlo inmediatamente, pues le quedó la duda de si Castillo estaba ‘puenteando’ al ministro. Unos días después, el propio Senmache lo llamó y le dijo que esa noche irían a reunirse con el ‘Gringo’. Aquí la versión de Senmache difiere, pues él asegura no saber que Castillo tenía una relación particular con quien él conocía como ‘Jorge Ibars’ ni estar al tanto de lo que Castillo le pidió a Vera. Vera asegura que Senmache sí lo estaba.
Senmche me dice que conoció al ‘Español’ meses antes de ser ministro, cuando era jefe de gabinete del ex ministro Avelino Guillén. Ibars, o sea Hernández, le hacía comentarios por FB sobre la PNP, que demostraban que la conocía muy bien. La relación online pasó a ser personal cuando se reunieron para conversar. Por ejemplo, Ibars le sugería sacar al comandante general de aquel entonces, Javier Gallardo, quien fue la causa de que Guillén peleara con Castillo y renunciara. Cuando Senmache juró como ministro, reapareció Ibars, saludándolo por WhatsApp. Según Senmache, la primera reunión a la que llevó a Vera, fue entera ocurrencia suya, no un pedido de Castillo.
Fueron tres reuniones y en esto Vera sí coincide con Senmache. Pero Vera me añadió un detalle que termina de pintar lo patético de la situación: “Le pregunté a Dimitri si lo conocía, cuál era su nombre, él me dijo que sí lo conocía de antes, pero no me pudo dar más información”. Lo que el comandante general quería, como cualquier policía con dos dedos de frente, era investigar al sujeto con el que, junto al ministro del Interior, se reunía entendiendo que era pedido del presidente, ¡y no lo tenía identificado!. Senmache me admite que, en efecto se reunía con un sujeto cuya identidad no tenía confirmada. En su defensa, esgrime que solo es testigo en este caso, que no le han abierto investigación pues no accedió a pedidos ilícitos de Hernández y que solo tomó en cuenta algunas de sus sugerencias.
Vera, que sí está en calidad de investigado, admite que no debió aceptar esa relación impropia y que debió exponerla cuando, ya pasado a retiro el 27 de agosto, varios le preguntamos por las presiones de Castillo. En lugar de echar al ‘Gringo’, echó a David Pérez Curi, un dirigente de Madre de Dios, de la iglesia israelita, que fungía de asesor presidencial; un personaje secundario en esta trama. Pero calló sobre el personaje que ahora llama “siniestro” y del que cuenta que, en la última reunión que tuvo con él, “fue confrontacional, a los gritos, me negué a hacer los cambios que quería imponer, y me dijo: ‘el Alto [así se refería a Castillo] te va a sacar’”.
Vera Llerena, dice, en su defensa, que no recibió dinero de nadie por cambiar personal (la fiscalía le imputa haber colocado, a pedido de Hernández, al Gral. Rafael Ríos en la Dirección de Aviación Policial). También niega haberle entregado un equipo de radio de la PNP. Repite lo que todos los imputados: “que se investigue”. Le pregunté insistentemente si tenía chats con quien para él era el ‘Gringo’ y respondió que “ninguno, porque evitaba tener contacto con ese individuo”. Me dijo que Hernández lo llamaba, pesado y prepotente, y él evitaba responderle por escrito.
Mira: Allanaron despacho e inmueble de Raúl Alfaro.
Ningún leal
¿Cómo así el ‘Gringo’, ‘Español’, Hernández Fernández o Jorge Ibars, tenía a un ministro y a un comandante general, oyendo sus sugerencias y pedidos? Si conciliamos las versiones de Vera y Senmache y sumamos todo lo que hoy se sabe sobre su amistad con Raúl Alfaro; podríamos concluir preliminarmente que este sujeto se presentaba a cada cual escogiendo la identidad y los argumentos que más impactarían al interlocutor. A Vera le dijo que sería su intermediario con Castillo; pero la relación entre ambos no cuajó, pues Vera fue pasado a retiro para que, precisamente, lo reemplace su amigo Alfaro. Vera, en su defensa, asegura que no accedió a todos los pedidos que Hernández le hacía en contra del equipo especial que lideraba Harvey Colchado.
A Senmache lo arrobó con sus comentarios sobre planes y reformas que podría hacer en el combate contra la seguridad. No podía mentarle mucho a Castillo, pues el ministro tenía relación directa con el presidente. Con Alfaro, ¡caramba¡, debió ser especialmente seductor, pues conquistó a quien muchos policías y ministros tenían por reserva moral de la PNP. Era ‘espada de honor’ en su promoción y hombre de pocos amigos, rasgo que muchos vivos toman por intolerancia a las tentaciones corruptas. Alfaro no tenía un pelo de castillista, pero confió en su amigo Hernández a sabiendas de su relación con Castillo. Durante su gestión en el último tramo del gobierno pasado, tomó una decisión sobre la que Mariano González me cuanta que le despertó muchas sospechas: pasó a retiro al mayor David Medina, miembro del equipo especial. La decisión se ejecutó en los primeros días de Boluarte, pero se tomó con Castillo. También –me cuenta otra fuente- habría tenido fricciones con Jorge Angulo, su actual sucesor, ajeno a los cuestionamientos que empañan a media policía. Una hipótesis que ayudaría a explicar el influjo (o embrujo) del ‘Español’ sobre Alfaro, es que lo habrá halagado haciéndolo sentir de un clase y raza privilegiada dentro de la policía. Los prejuicios también están presentes en la jerarquía de la PNP.
El primer escalón de Hernández para llegar al poder, capitalizar sus negocios inmobiliarios y –se presume- participar en la mafia que cobraba por ascensos y traslados; fue su amistad con el comandante PNP Engelbert Verástegui. Este le presentó al sobrino de Castillo, Fray Vásquez, y fue allí que el ‘Español’ pulió sus dotes de sabihondo conspirativo que está en todas, para encandilar al entorno más íntimo –y mediocre- del presidente. Más tarde, Verástegui se convirtió en edecán de Senmache. Le pregunté al ex ministro si el ‘Español’ fue quien se lo recomendó y me respondió que “no, yo ya lo conocía como jefe de los Fénix [escuadrón especializado]”.
Mira: El ‘Español’ habría colaborado en la fuga de Juan Silva y Fray Vásquez.
González contó que había despedido a Verástegui, a quien heredó de Senmache, porque en tono imperativo le pidió que se comunicara con alguien ajeno a la PNP. Luego nos enteramos de que se trataba de Carlos Barba Daza, un ex marino experto en inteligencia, que se ligó al grupo de Hernández, aunque también mantenía contacto con grupos de oposición. González también contó que luego se sorprendió al encontrar a Verástegui como edecán de Castillo. Es probable que se trate de una confusión, pues Senmache me asegura que su ex edecán pasó a trabajar en el área de tránsito en El Callao. Y Vera Llerena me dice que es probable que Mariano lo haya visto en Palacio y creyera que era edecán. El ex comandante está seguro de que Verástegui no fue edecán de Castillo, pues tiene una anécdota que supera todo lo que dije más arriba sobre el despelote castillista.
“Un día me llamó el ‘Gringo’ y me dijo que ‘el Alto quiere que pongas a Verástegui como su edecán’, cuenta Luis Vera. Como no confiaba en él, por supuesto, busqué confirmar con el presidente, y me respondió con ambigüedad. Luego me llamó [Jorge] Tarrillo, su escolta, y me dijo que no ponga a Verástegui de edecán. Me volvió a llamar el sujeto este [Hernández] a preguntarme, prepotente, porqué no había procedido aún. Tarrillo me vuelve a llamar y me dice: ‘el presidente no quiere a Verástegui’”. Para completar la anécdota, sepan que Tarrillo, el escolta implicado en las investigaciones sobre cobros por ascensos policiales e imputado de ser nexo de sobornos a Castillo; colaboró con sus superiores el 7 de diciembre, delatando los pasos de su compinche presidente antes de participar en su detención.
Mira: General Jorge Angulo es nuevo comandante general de la PNP.
En esta tragicomedia policial, no solo espanta la corrupción sobre la que se montó Hernández Fernández para ofrecerle a Castillo un plan para neutralizar a la oposición. Indigna saber que ex ministros y ex comandantes, aceptaron la extrema informalidad de reunirse con un extranjero que la pegaba de consejero del más alto nivel. Avergüenza saber que ese sujeto logró conquistar a altas autoridades, tentándolas con su presunta versación en temas de seguridad, jactándose de ser amigo del presidente y hasta comprándoles botas (consta en las imputaciones a Alfaro). Sin embargo, debemos cuidar que esta trama política que se cruza con la corrupción policial; no nos distraiga de la investigación sobre las mafias que en la PNP se coluden con narcotraficantes, mineros ilegales, extorsionadores y delincuentes de todo calibre. Allí está una de las claves de la inseguridad, el principal problema nacional según señalan persistentemente los sondeos.
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