En nuestra crónica pasada, ‘Cuando pueda te vacuno’ (20/12/20), les conté una de las razones por la que se frustró la firma del contrato con Pfizer BioNTech. Al ser el primer laboratorio en lanzar su vacuna al mercado, enrojecemos de envidia al ver que otros países ya cuentan con sus primeros lotes o, por lo menos, saben la fecha en que les llegará.
¿Cuál fue esa razón? Según mis fuentes del Minsa y de Relaciones Exteriores (RREE), que llevan juntos la batuta en las negociaciones, fue el conjunto de cláusulas en el que Pfizer rechaza su ‘liability’ (responsabilidad legal) ante alguna adversidad en los vacunados. Ahora les puedo contar más detalles del tajante desacuerdo entre el laboratorio y nuestros negociadores, pues, tanto el equipo de la canciller Elizabeth Astete como el de Pilar Mazzetti, coinciden en el rechazo.
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Los peruanos habían aceptado la condición que pedía Pfizer de que el Perú declarara oficialmente que sometía cualquier controversia a arbitraje internacional. Esa es una facultad de las autoridades ya reconocida en el Art. 63 de la Constitución, pero el laboratorio quería que se dejara expresa constancia de ella y que se refiriese explícitamente a la vacuna. Por eso se promulgó el DS 186-2020-PCM del 2 de diciembre: “Autorízase al Ministerio de Salud para que, en el marco de los contratos para la adquisición de vacunas (…), exprese el compromiso del Estado peruano de someter al arbitraje internacional las controversias (…). La autorización establecida en el presente artículo comprende la renuncia a la inmunidad soberana”.
Ese DS no fue suficiente. Pfizer incluía en su propuesta de contrato algo más que la renuncia a la soberanía que implica la aceptación de un arbitraje internacional: quería una cláusula por la que el Perú autorizase a que, en el caso que perdiese un arbitraje, el laboratorio pudiera cobrarse con activos peruanos en el extranjero. O sea, embargar bienes muebles del servicio diplomático, naves militares, objetos prestados a museos. Ello no fue aceptado.
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Algo muy similar al impasse con Perú es lo que se presume sucedió en Argentina cuando su ministro de salud, Ginés González, más explícito e histriónico que nuestras autoridades, habló en conferencia de prensa de “condiciones un poco inaceptables”. González también dijo que Pfizer había pedido que el contrato lo firmara el presidente; aunque eso parece un argumento efectista, pues no es común en el mundo de las compras de medicamentos que los presidentes firmen contratos. Quizá el ministro argentino prefirió esbozar esa excusa para no revelar detalles de la verdadera razón.
Cuando pregunto a mis fuentes si saben si Chile, Canadá y otros países que han firmado contratos con Pfizer se han tragado esos sapos, me dicen que lo ignoran, pues los acuerdos de confidencialidad, similares al que el Perú firmó con Pfizer el 2 de agosto, impiden conocer esos detalles. En todo caso, me cuentan que el equipo de RREE y el Minsa ha hecho una contrapropuesta al laboratorio, a medio camino entre el principismo soberano y las exigencias de los ejecutivos farmacéuticos que negocian con la frialdad de -70 grados a los que se debe preservar su vacuna.
Las negociaciones no están rotas, pero son tantos y de tan grandes volúmenes los lotes que Pfizer ya ha comprometido con medio mundo, que la firma de un contrato y la fecha de llegada de un primer lote, hoy es difícil de predecir.
Mis fuentes citan los reportes de la prensa internacional sobre las dificultades en el transporte y la manipulación de esa vacuna que debe conservase a -70 grados y descongelarse horas antes de su aplicación. Al oír la retahíla de problemas que ello, sin duda, acarrearía en el Perú; me parece oír, sin embargo, una versión pandémica de la fábula del zorro y las jugosas uvas que no puede alcanzar, hasta que renuncia a ellas, diciendo, para disimular la frustración, “estaban verdes”.
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A propósito de Argentina, que ha pasado la misma decepción que los peruanos, su manera de resarcirse ha sido apurando un acuerdo con el laboratorio ruso Gamaleya que produce la vacuna Sputnik-V. El gobierno de Alberto Fernández ha montado una narrativa épica de esperanza, exaltando las imágenes del vuelo en el que llegó el primer lote. Me confirmaron, que esa vacuna está en el portafolio de nuestras negociaciones, pero no es la que más entusiasma. Por cierto, el anuncio de Vladimir Putin, el líder ruso, sobre su decisión de no ponérsela, contagió de dudas al equipo negociador.
La jeringa esquiva
Así como se frustró la firma de un contrato con Pfizer, ya había sucedido, en octubre, con la vacuna de Oxford y AstraZeneca. Ese contrato tampoco se firmó, y la ministra Pilar Mazzetti sí fue explícita al revelar que el laboratorio no entregó “suficiente información”, sobre los avances o reveses de su fase 3. En ese momento, había muchas dudas sobre la efectividad de las vacunas, y en especial de aquella.
Las dudas persisten para ese laboratorio que fue diligente en difundir sus primeros pasos. La efectividad que se adjudica a la vacuna de AstraZeneca está entre 62% y 90%, mientras la de Pfizer está en 95%, al igual que la de Moderna. Inclusa, la de Gamaleya, está mejor ubicada, con 92%, y precisamente AstraZeneca anunció nuevos ensayos en los que combinaría su vacuna con la rusa.
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Sin embargo, mis fuentes del Minsa me cuentan que la negociación con ellos se reabrió en buenos términos, y si el laboratorio supera los impasses de su fase 3 y mejora su efectividad, podría ser una de las primeras vacunas en llegar.
Me insisten en que los tratos son múltiples e incluyen a la otra vacuna aprobada hasta hoy, la de Moderna. Este laboratorio ha dicho que prácticamente toda su producción está comprometida con los EE.UU., pero no se descarta que abra pronto su abanico.
Con quienes las negociaciones están bastante avanzadas es con el laboratorio chino Sinopharm. Hay una razón que contribuye a ello: el Perú es una de las sedes de los ensayos de su fase 3. Sin embargo, hubo una contingencia que hizo peligrar no solo el trato con los chinos sino a la vacuna misma. El 12 de diciembre, la Universidad Cayetano Heredia, que realiza las pruebas en el Perú, anunció, a través de su vocero Germán Málaga, que un paciente de 64 años presentaba adormecimiento en las piernas, lo que es un típico síntoma de Guillain-Barré, afección que es uno de los comunes y graves efectos adversos en la historia de muchas vacunas.
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Málaga dijo que iban a investigar si se trataba, en efecto, de Guillain-Barré o de una neuropatía asociada a la diabetes que el paciente padece. Unos días después, el 17, se reanudaron los ensayos, sin dar mayor detalle sobre el sexagenario. Las fuentes del Minsa son esquivas al respecto, pero indagué con alguien ajeno al aparato de salud y esto es lo que me contaron: al paciente, una vez que reportó sus malestares, se le habría convocado para hacerle los exámenes de rigor y, eventualmente, hospitalizarlo.
Sin embargo, el hombre no habría concurrido a la citación, y desapareció por unas horas. Lo buscaron desesperadamente, hasta que él mismo llamó a los médicos diciéndoles que estaba internado en una clínica. Según mi fuente, entre otras cosas, el paciente planteó una conciliación. Tal comportamiento, por supuesto, genera dudas sobre sus intenciones y sobre la naturaleza y la gravedad de los síntomas reportados. En cualquiera de los casos, el protocolo obligaba a parar el ensayo y así se hizo. Luego se anunció que el paciente estaba bien y se reanudaba todo. No pude enterarme de cómo así volvió al redil.
La chancha Covax
Si solos no negociamos bien, en grupo tiene que salirnos mejor. Esa convicción hizo abrazar rápidamente el mecanismo Covax Facility a principios de setiembre y se hizo el primer pago que, de acuerdo a las reglas de Covax, garantiza vacunar al 20% de la población. Fueron $21 millones para asegurar 13 millones de vacunas.
Como ya se ha explicado tantas veces, Covax es una iniciativa multilateral con dos propósitos: el primero, lograr buenos términos de compra y de distribución en una negociación en bloque con los laboratorios; el otro, tiene el fin solidario de solventar las vacunas para los países más pobres.
El Perú no está en el lote de los pobres sino entre los países que el ente considera ‘self financing countries’, o sea, en condiciones de financiar su inmunidad. Ahora bien, hay un detalle que el gobierno no suele mencionar; pero aquí lo abordaré. Para los países auto financiables, Covax ofrece dos mecanismos que se pueden elegir con libertad: la ‘commited purchase’ o compra comprometida y la ‘optional purchase’ o compra optativa.
En el primer caso el país paga y no puede arrepentirse en el camino, además de tener que esperar la vacuna y la fecha de entrega que se le asignará en el camino. En el segundo caso, el país puede salirse del sistema cuando quiera, y optar por una vacuna u otra, dependiendo de sus premuras y de su trato directo con los laboratorios. Esta segunda posibilidad es bastante más cara. El Perú escogió la más barata.
¿Se hizo lo mejor? ¿Por qué no escogimos la opción VIP, por llamarla de algún modo? Traté de averiguar con Covax y con la OPS (Organización Panamericana de la Salud), que es uno de los auspiciadores del sistema, cuáles habían sido los mecanismos escogidos por los otros países. De esa forma, podríamos hacer un análisis comparativo de la opción peruana. Pero la opacidad informativa de los entes multilaterales, me dejó sin respuesta. Lo único que da a entender la página de Covax es que el mecanismo de compra optativa está diseñado para países con economías pudientes.
Pregunté en el Minsa y me dijeron que el dinero no fue la razón decisiva. Me pusieron el ejemplo del ‘pasaje de aerolínea abierto’ que se puede devolver y cambiar de fecha, pero es mucho más caro que el de fecha inamovible. A la larga, los dos pasajes garantizan lo mismo (en este caso la misma cantidad de vacunas), solo que el optativo da un margen de maniobra que, ante circunstancias imprevistas, podría ser crucial.
El de Covax es el único contrato firmado. Sus negociadores están tratando con prácticamente todos los laboratorios, aunque, según fuentes del Minsa, no negocian con Pfizer, lo que confirmaría lo complicado que se ha vuelto ese laboratorio. (Por cierto, tampoco responde a la prensa). Recientemente, las autoridades de Covax han anunciado que en América Latina comenzaría la distribución de vacunas en marzo.
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Ir a votar todos vacunados como dijeron tiempo atrás el ex presidente Vizcarra y la ministra Mazzetti, será un sueño casi imposible. Ni siquiera sabemos en qué fecha y qué vacuna llegará primero. Pero tan pronto haya un contrato y una fecha por anunciar, no duden de que brincarán para contarlo.
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EL DATO
Este miércoles 6 de enero, el presidente Sagasti anunció que el gobierno llegó a acuerdos de compra con la farmacéutica china Sinopharm para adquirir 38 millones de dosis de su vacuna contra el COVID-19, de las que debe recibir un primer millón en enero, y con la británica AstraZeneca por otros 14 millones. Se trata del primer convenio del país con una farmacéutica. Este total de 52 millones de dosis permitiría vacunar a unos 26 millones de personas, ya que cada una debe recibir doble dosis. La población peruana bordea los 33 millones de habitantes.
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