Años atrás, en una reunión de líderes de la región, Jorge Nieto, sociólogo y exministro (de Cultura y Defensa), escuchó una charla en la que el político y académico argentino Dante Caputo se preguntaba, de un modo dramático, cuánta desigualdad soportan las alas de la democracia en América Latina. Nieto empieza la entrevista reacomodando las palabras de Caputo y preguntándose: “¿Cuánta incompetencia soportan las alas de la democracia peruana?”.
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—La semana política empezó con jefes militares denunciando graves injerencias del Ejecutivo en el proceso de ascensos y terminó con el Congreso votando en contra de interpelar al ministro de Transportes, Juan Silva, pese a toda la evidencia de sus negociados con dirigentes y transportistas informales. ¿Qué está sucediendo?
Lo que estamos viendo es mucha incompetencia en general. Tenemos una sucesión de crisis que son absolutamente evitables, resultado enteramente de decisiones equivocadas, el mal balance de las personas elegidas, o por políticas equivocadas. Lo que sucedió en el Congreso, donde el ministro de Transportes es salvado tanto por el oficialismo como por la oposición, lo que nos indica es que el lobby de los microbuses y las combis está fuerte, tanto en el Congreso como en el Gobierno.
—Pero ese es el final de una cadena de errores que empieza con su nombramiento, que continúa con sus acuerdos subrepticios con los dirigentes y que acaba con algunos pocos votos del Congreso para interpelarlo. Un perfecto círculo vicioso.
Hay decisiones equivocadas, como el nombramiento del ministro de Defensa, Walter Ayala, o del anterior primer ministro, Guido Bellido. Se eligió a las personas que no tenían las calidades para conducir un gobierno en estas circunstancias. Pero hay también decisiones donde se ha optado por políticas de apoyo a la informalidad, en el caso del ministro de Transportes. Se ha optado por intereses particulares, en este caso un sindicato, en el caso del sector Educación. Se prefieren intereses menores a los de la nación, se prefieren intereses particulares al interés público.
—Hace poco usted escribió en Twitter: “El Gobierno y la oposición son lo mismo: emisarios de micropoderes permanentes”. ¿Qué se esconde en esos rincones del poder?
Si fuera solamente una u otra decisión equivocada, uno lo vería como tal, pero ya podemos ver una constante: el nombramiento y la persistencia de ciertos intereses de pequeños grupos corporativos. Los microbuseros, algún sindicato, Essalud, Defensa. El señor que todavía funge como ministro de Defensa ha nombrado a su secretaria personal secretaria general del ministerio, como nombraron a una señora, ladrona de supermercados, en la Sutrán, y como nombraron a gente sin calificaciones o con denuncias de todo tipo en estos primeros cien días de gobierno. Además, se desarrollan políticas, pero no se sostienen, no se argumentan, y en democracia eso es fundamental. Una autoridad política tiene que arriesgarse, sin temor, al escrutinio de la prensa.
—Usted ha sido ministro de Defensa, una cartera delicada y más aún en determinadas coyunturas. El general del Ejército José Vizcarra denunció esta semana que le pidieron ascender a allegados del presidente. No aceptó y lo relevaron. Hago esta pregunta intentando calibrar bien el peso del caso: ¿el Gobierno quiere lucir el músculo de su poder y tener una gran base de apoyo en las Fuerzas Armadas, o solo estaba pagando algún favor a sus conocidos?
Si el presidente quisiera copar las Fuerzas Armadas, tendría que haber puesto un ministro mucho más competente que el que puso. Lo que uno ve es una comedia de equivocaciones y la ausencia de responsabilidad del ministro. Es evidente que el presidente ha tratado de favorecer a algunos paisanos suyos, por encima del escalafón de ascensos, que se construye a lo largo de todo el año, donde hay una junta calificadora con un margen de discrecionalidad, pero no de arbitrariedad.
—¿Alguna vez, cuando fue ministro, le dejaron algún ‘post it’ con nombres de recomendados, como sucedió con el general Jorge Luis Chaparro, de la FAP, otro comandante general que ha sido relevado?
No creo que algún ministro de Defensa no haya recibido solicitudes para ascender a alguien o para pasar al retiro, pero justamente el trabajo político de un ministro de Defensa es blindar ese proceso. Yo lo que veo es una negligencia absoluta de la persona encargada del ministerio y, obviamente, el esfuerzo de injerencia para favorecer a algunos amigos de Chota.
—Esto quebró las jerarquías muy organizadas del Ejército y la Fuerza Aérea, pero también las que hay dentro de un Gabinete. Mirtha Vásquez no parece contenta.
Ha habido un intento de influir en el proceso final, un intento fracasado, fallido. Pero una parte es el proceso de ascensos, que no se ha concretado, y otra parte es el pase a retiro de los comandantes generales del Ejército y la Fuerza Aérea, eso sí se concretó. ¿El presidente tiene la facultad legal de hacerlo? Sí la tiene. Pero un político que se parapeta solo en su capacidad legal no se da cuenta de que la ley vive en el corazón de la gente, y para eso debe tener legitimidad. Si no hay una legitimidad de la decisión, lo que está pasando es que el Gobierno está acumulando puntos en contra. Y eso se va a ver no en lo inmediato, sino cuando las crisis sean mayores.
—Tras el pedido del voto de confianza de Mirtha Vásquez, usted dijo que su discurso fue “políticamente correcto” y cercano al “lenguaje ONU”. ¿Es suficiente la corrección política en circunstancias así de críticas como las que vivimos?
No siempre lo políticamente correcto es lo políticamente acertado. Ella dijo todos los temas que queríamos escuchar, pero tengo la interrogante de si va a poder lograr los objetivos que se plantea. Es muy difícil gobernar contra el presidente. No se puede. Ella tiene que lograr la voluntad del presidente para una visión de lo que hay que hacer en el país. ¿Qué significa el nombramiento de Mirtha Vásquez? Ella es de izquierda, pero claramente su nombramiento significó una negada y tortuosa marcha hacia el centro. Ella está en ese esfuerzo. Está en la correlación de fuerzas. Una buena lectura de la votación llevaría a que el presidente organice de modo distinto el emplazamiento estratégico del gobierno. Si el gobierno está mal emplazado y comete uno que otro acierto, no va a lograr su objetivo. Si el objetivo está bien emplazado y comete uno que otro error, finalmente logrará llegar a alguna de las metas que se ha planteado. La lectura de las elecciones es fundamental. No se trata de decir: “A mí nadie me va a poner la agenda, no tengo jefes”, porque la realidad se nos impone.
—Esa frase la dijo Castillo esta semana en Ayacucho, adonde por cierto no viajó Vásquez. ¿Qué nos dice esta ausencia?
Es evidente que hay un desagrado. La señora Vásquez está en una mejor visión de la agenda que hay que llevar adelante. En cambio, el entorno del presidente no le está permitiendo entender este proceso.
—Hace poco, en estas mismas páginas, María del Carmen Alva reconoció que la mayoría de congresistas no tiene experiencia. Otra vez intentemos calibrar: ¿el Congreso está tramando que el Ejecutivo cometa más errores para tomar alguna decisión severa, o es que simplemente no sabe qué hacer y cómo enfrentar el momento desde sus curules?
Es verdad que hay mucha inexperiencia, pero también es verdad que hay un sector muy importante de la derecha parlamentaria que tiene la obsesión por la vacancia, eso para mí es clarísimo. Y todo mecanismo o forma de control político que el Congreso tiene a su alcance está siendo negligido. El Congreso no está haciendo control político. Como la palabra ‘vacancia’ es tan grande, todas las cosas que se pueden hacer ahora, como llamar al ministro de Transportes, o revisar nombramientos de funcionarios, exigir que se cumplan los protocolos y requisitos, todo eso está siendo negligido. El hecho de que el presidente haya tenido menos del 10% de la plaza de Huamanga con gente y el que la marcha por la vacancia, publicitada durante varios días, haya tenido otros cuatro gatos nos dicen que el grueso de la ciudadanía está en otro lugar. No está en estos pleitos menores de grupos políticos que piensan solo en sí mismos.
—¿Pedro Castillo va a terminar su gobierno en cinco años?
Este partido entre los que quieren la vacancia del presidente y quienes quieren la disolución del Congreso, entre vacadores y disolventes, es un partido en pandemia, sin público, con minorías ideologizadas o entre grupos de interés enfrentados entre sí y ante sí. Alguna de esas dos cosas puede ocurrir. Depende de las convicciones democráticas de las élites, que no parecen muy sólidas. Pero también puede ocurrir que la gente hoy ausente vuelva a ocupar su sitio y diga: “Este partido se acabó, se me van todos y empezamos de nuevo”. Si eso ocurre, estaría por verse si elegimos mejor. Si vemos permanentemente iniciativas políticas que lejos de resolver los problemas, los hacen más grandes, estamos ante un horizonte de incertidumbre, que es la nota principal de estos cien y tantos días de gobierno.
Una pésima gestión de la pandemia
—Terminada la campaña electoral, ahora está enfocado en el Partido del Buen Gobierno. ¿Ya tienen inscripción, miembros? ¿Qué busca este partido político?
Estamos en el proceso del registro legal del partido, acumulando las firmas. El primer punto del programa es recuperar el Estado para el interés público, porque está capturado por la corrupción a todo nivel. En segundo lugar, necesitamos introducir en la agenda pública políticas contra las desigualdades. Necesitamos salud pública de calidad, educación pública de calidad, seguridad pública de calidad y, por supuesto, políticas territoriales, un gran plan para la Amazonía.
—Hablando del tema salud, ¿se recuperó totalmente del COVID-19? Cuando se contagió, en diciembre del 2020, no había vacunas y estábamos en un momento crítico.
Fui un paciente asintomático, pese a los elementos que tenía en contra, no he tenido ninguna secuela.
—En el 2017, cuando nos golpeó El Niño costero y usted era ministro de Defensa y asumió la conducción del Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN), dijo un día: “El desastre somos nosotros”, o sea, la sociedad. En esta pandemia, podríamos refrasearlo y decir: “La pandemia somos nosotros”.
Hay un estudio de un divulgador científico, Tomás Pueyo, donde se trata de ponderar cuáles son los factores que explican el buen o mal comportamiento de los Estados frente a la pandemia. Él concluye que el principal factor es la gestión política de la pandemia. Creo que tuvimos una pésima gestión política de la pandemia. Yo tengo una mirada bastante crítica de todo ese proceso, e invoco al Congreso a que en algún momento haga una evaluación sustantiva del manejo de la crisis.
—Meses atrás, usted comentó que había “gestiones de buena voluntad” para reunirse con Pedro Castillo. ¿Se conocieron?
Alguien tuvo la idea, pero no se concretó. Le hicimos llegar un saludo protocolar, punto.
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