Estudió ciencias políticas en la Universidad Católica y siguió un doctorado en filosofía en la Universidad de Texas en Austin. Actualmente es el director académico de ciencias políticas en la UPC y no le pierde paso a la actualidad del gobierno atribulado y el Congreso hostil.
— Estamos ante una nueva moción de vacancia, pero la coalición vacadora ha postergado su debate ¿Están inseguros, quieren tomar el pulso a la gente?
A diferencia de la primera, no tienen el ímpetu. Se están tomando tiempo, es probable, como dices, para saber qué piensa la población. La acusación es más seria, pero no hay un audio. Que no estén con apuro no sé si es producto de que no tengan votos. Mira el caso español, que tienen la figura de la censura constructiva, que tienes que proponer quién va. En el caso de Vizcarra no hay comunión, no hay mucha confianza respecto al papel que puede jugar Manuel Merino.
—En España, a Pedro Sánchez se le quiere censurar por su gestión de la pandemia; acá sería una vacancia sin importar la pandemia. De acuerdo. Pero también la vacancia sería asumir los pasivos y activos de la pandemia y no sé si se sientan capacitados para asumirla. Pensando en las elecciones que están tan cerca, ¿quién va a manejar esto, Merino, Acción Popular? ¿El partido dirá me conviene tomar las riendas y enfrentar la pandemia.
—Mirko Lauer dice que esperar al 2021 es la solución práctica pero no es una solución política. ¿Un gabinete conversado o remozado podría serlo?
Podría ser una alternativa, pero no creo que haya un gabinete que pueda salvar la imagen de Vizcarra a estas alturas. Creo que con gabinete nuevo o de coalición, conversado o no, con Waler Martos o con otro, ya es un desgaste total. Dudo que un gabinete pueda rejuvenecer al gobierno. Constitucionalmente es difícil, no hay un marco que le dé poder a un primer ministro de oposición. Yehude Simon alguna vez fue primer ministro de Alan García pero fue una distracción, una bombita de aire. Acá el caso no es de gestión, no es como Pedro Sánchez y el manejo de la pandemia, sino actos de corrupción.
Mira: El 78% piensa que a Martín Vizcarra se le debe juzgar tras el fin de su mandato.
—¿Podrá este gabinete frenar decisiones inadecuadas de un presidente que no necesariamente es ecuánime en sus últimos días?
Es un buen punto. Probablemente esté más preocupado en lo que le espera que en el día a día. Es un terreno especulativo. En los últimos meses los presidentes piensan más en la salida que en la gestión del país. No sé qué tan distinto sea Vizcarra.
—Hablemos de los candidatos. Sino los nombres, ¿divisas el perfil, las condiciones en qué llegarán a la primera vuelta?
Es una campaña larga que va a ser complicada por la pandemia y la urgencia de salir de la crisis. Supongo que se van a perfilar los candidatos establishment y antiestablishment, liberales y un poco radicales. Podría ser un poco el paroxismo del 2021, un punto más alto de lo que somos, una democracia sin partidos y ahora sin plata. Hemos estado manejando, desde la caída de Fujimori, una democracia sin partidos pero con recursos, y vimos el país dividido en dos: un país que ha progresado y no necesariamente se ha desarrollado, con mucha plata, con un voto concentrado en Lima, la costa norte, Ica; y un país descontento, hasta molesto, de ahí la dinámica de los conflictos sociales. Pero es un descontento desarticulado que no ha llegado a ser una amenaza al sistema ni una fuerza electoral poderosa.
—Si el descontento está desarticulado, tampoco está articulada la esperanza. ¿Estamos condenados a un voto fragmentado en primera vuelta?
Hay un voto latente. Ahorita hay un número elevado que no ha decidido su voto, pero está esperando hasta el final. Al final se sentirán inclinados hacia quien mejor represente su interés; un porcentaje importante puede orientarse hacia un candidato radical y otro hacia un candidato más continuista.
—¿Quién puede ser el radical de los que ves ahora?
Radical en el sentido de ofrecer cambios, de terminar con el estatus quo, no de extremismo. Ese cupo lo tuvo Verónika Mendoza en la elección pasada, pero va a depender de si la izquierda va unida. De hecho, va a haber un voto que busque algo de eso.
—¿George Forsyth todavía es un enigma por llenar o ya le ves rasgos definibles?
Hay indicios de que parece estar alineado con fuerzas progresistas, por decirlo de alguna manera. Todavía no se conoce su ideología. Es algo contradictorio, una mezcla de orden y autoridad en La Victoria, que se reforzó con gente que estuvo con Susana Villarán. Tiene que perfilarse mejor y no sé si le convenga definirse tan temprano.
—Daniel Urresti entró con gran viada al Congreso. ¿Este lo afectó?
Ha bajado su nivel de popularidad. El Congreso no es un trampolín a la presidencia. Podría costarle. Y está lo que sabemos de los fundadores y dueños de Podemos.
—AP nos va a dar unas internas a las que no estanos acostumbrados. Eso no es descomposición de partidos, ¿no?
Que hayan decidido ir por ese camino no sé si refleja que no hay descomposición, sino que es un partido sin líderes que logren imponerse sobre los militantes. Han optado por una salida democrática. Es una apuesta arriesgada. Puede pasarles lo del año pasado que la congresista 1 por Lima era una desconocida. Hay un riesgo que no sea si sea pensado o es el resultado de varias facciones y liderazgos solucionados con la democracia interna.
—¿La alianza rota de APP y el PPC fue una oportunidad perdida para ambos?
Sí, para los dos. El PPC hubiera saltado la valla con tranquilidad y APP sumaba Lima y una figura de prestigio como Carlos Neuhaus. Hubiera sido un gol de media cancha para APP.
—¿Crees que la anécdota del incendio de Julio Guzmán lo afectó y sigue peleando con ese fantasma?
No creo, no pasó mucho de lo anecdótico. Sospecho que otros escándalos que aflorarán en la campaña dejarán de lado eso. Por ejemplo, casi eliminamos a Acuña de la política peruana por el tema de los plagios y ahí está. Puede pasar algo así con Guzmán. Los plagios, el amago de incendio, esas cosas quedan opacadas por escándalos mayores, por los esqueletos de otros partidos. La bancada del Partido Morada ha sido una de las más consistentes en el Congreso.
—El argentino Mario Riorda me decía que le sorprende que en Perú la gente suele clasificar a la mayoría de candidatos en el centro y, que estos suelen mentir sobre su ideología y ponerse en el centro.
¿Porqué somos tan centristas? Las derechas y las izquierdas están cargadas de contenidos que no queremos saber. La izquierda tiene sus divisiones y sus primos hermanos que se fueron a las armas. Ser de izquierda es complicado en este país; ser de derecha también. Resulta más atractivo venderte de centro republicano o hablar de cambio responsable.
—¿Estamos llenos de derechistas e izquierdistas acomplejados que prefieren decir que son de centro?
[Ríe] En un país normal, Julio Guzmán no tendría problema en decir ‘soy de derecha’. En el test de Nolan que se suele hacer, sale que estamos orientados a la derecha. Valoramos lo que ha dado frutos los últimos 20 años, pero ningún candidato sale a decir ‘viva el libre mercado’. Hay nichos complejos y miedo a sincerarse.
—¿Keiko candidatea?
El fujimorismo salió muy golpeado del Congreso. Pero lo que está pasando con Susana Villarán y ahora con Vizcarra afecta a esa superioridad moral del antifujimorismo. Ya no se da ese clivaje tan fuerte. No va a ser una elección como la del 2016 que por 40 mil votos ganó PPK. Keiko puede capitalizar la situación actual.
—¿La pandemia va a tener preeminencia en el debate de la campaña?
Sí, eso va a pasar. El tema de salud va a ser poderoso, alguien querrá ficharse al doctor [Elmer] Huerta. Van a estar presentes todavía los contagios, va a estar en la cabeza de las personas.
—Pero más que la salud, la economía está en la cabeza de la gente.
Sin duda, esa es la promesa, no es una garantía de que la economía repunte. Pocos eventos en la historia han tenido el impacto de esto. Lo que puede poner al elector en una situación parecida a 1990, una salida no ortodoxa puede ser el fin de esta especia de silencio sísmico. No quiero ser determinista o telúrico como diría Vargas Llosa, pero hay fuerzas que se pueden estar moviendo hacia un cambio. [Efraín] Gonzales de Olarte hablaba del péndulo entre economías estatistas y de mercado a lo largo de la historia. Tenemos como 20 años de una economía con un régimen político más o menos funcional a ello. Esta crisis podría destapar eso. Lo que puede pasar es que se pueda hablar de un cambio de régimen. La historia no se repite pero rima. Puede haber continuismo o puede haber actores sociales y políticos que pierdan la paciencia. Eso de un presidente gobernando sin mayoría en el Congreso, con inestabilidad, no creo que sea sostenible. Lo otro es que llegue al Parlamento alguien que consolide una mayoría y debilite la democracia por autoritario.
El repunte del Congreso
— ¿La figura de Manuel Merino se debilitó?
Sin duda, en el primer proceso a los congresistas se les vio muy sedientos, muy atolondrados y salieron cosas de Merino como involucrar a las fuerzas armadas, que a muchos no gustaron. En ese cálculo tiene que estar el quién va a tomar las riendas, y si hay cuerdo en vacar a Vizcarra, no sé si hay consenso en quién debe sucederlo.
—Ese es otro escenario no muy explorado, que el Congreso cambie la presidencia de Merino.
Es una posibilidad, pero hubo una moción contra Merino y no logró aprobarse. No sé si emerja una figura de consenso dentro del Parlamento que esté un poco por encima de todo y ofrezca esa certidumbre, un Valentín Paniagua que convoque a todos.
—Por otro lado, reconozcamos que, en la última encueste de El Comercio-Ipsos, si bien Vizcarra baja muy poco en aprobación [de 57% a 54%], el Congreso sube de 24% a 32%. ¿Cómo lo interpretas?
Aunque no lo parezca, hay un contraste con el Congreso anterior. A pesar de las dos mociones de vacancia, la gente lo ve distanciado del Congreso pasado. Se instaló el primer día de la cuarentena y ha tenido una actitud populista donde sorprende el nivel de consenso que han tenido varias de sus medidas. Un mensaje que da esta situación en el Congreso es que se ha roto esa ortodoxia de los últimos años, con decisiones como las de las AFP, los peajes, sueldos y no se cayó el sistema. Pero no creo que el aumento de aprobación esté relacionado con los intentos de vacancia.
—Dejando de lado al Congreso, ¿qué tan sostenible es Vizcarra ante su creciente descrédito?
Es un partido llegar a los descuentos, colgado del arco, cerca a la campaña electoral. Estamos en octubre, pero la gente ya está con el horizonte de la campaña. Esa es la esperanza de Vizcarra, ese es el salvavidas.
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