Entre los partidos en proceso de inscripción en la ONPE, hay uno llamado Sí Creo. Su titular es Carlos Espá, ex conductor de “Cuarto Poder”. Lo conozco como un derechista liberal desde su formación universitaria. Parafraseando su lema partidario, ‘sí creí’ haber encontrado un testimonio para esta crónica. Le pedí conversar, pero Carlos se rehusó. Prefiere no soltar prenda ni dogma ni pista hasta tener todo listo. Por lo que sabemos de la ONPE, está en el tramo, de alta inseguridad, en el que la poda de afiliados (antes eran alrededor de 700 mil firmas, hoy alrededor de 24 mil fichas) puede ser mayor que lo necesario para quedar oleado y sacramentado.
Parió un partido
Los fundadores del Partido Libertad Popular (PLP) sí hablan orondos. Su inscripción ya es irreversible. Incluso difundieron una foto de Mario Vargas Llosa firmando su ficha de afiliado. Puede leerse al revés. El PLP se afilia históricamente al hito liberal que fue la campaña presidencial de Vargas Llosa en 1990 en la que confluyó toda la derecha peruana bajo su candidatura, incluyendo su Movimiento Libertad. MVLL perdió, pero Alberto Fujimori asumió, grosso modo, su plan económico. Con las libertades políticas hizo lo que quiso.
Llamé al principal impulsor del PLP, Rafael Belaunde Llosa, para que me cuente su génesis y su dogma. La primera se cocinó luego de su breve experiencia como ministro de Energía y Minas en el gobierno de Martín Vizcarra. “Volví a ver, tras años dedicado a la actividad privada, todo lo que los peruanos dejábamos de hacer y lo que puede contribuir el Estado”, me dijo. También conversé con Pedro Cateriano, cofundador del PLP, amigo de Belaunde Llosa desde que lo conoció como su alumno en su primer día de clases en la Universidad de Lima y quien lo llevó a su gabinete. “La opción liberal apuesta a la economía de mercado y a un Estado eficiente. El poco tiempo que estuvo Rafael en el ministerio le hizo ver lo que se puede hacer desde el Estado a favor de la gente”, dice Cateriano sobre el dogma y su principal correligionario. Otra figura clave del partido es Diana Álvarez Calderón, ex ministra de Cultura de Humala.
Mira: Vargas Llosa es afiliado del Partido Libertad Popular.
Los fundadores del PLP ya no se asustan del tamaño y la pertinencia del estado regulador como los liberales del 90; pero tienen otros temores. Uno de ellos los lleva a no definirse derechistas, aunque los ajenos, cualquiera sea nuestro color, los percibamos como tales. Pedro y Rafael torearon mis preguntas al respecto, como si su primer acuerdo partidario fuese evitar la autodefinición. “Si uno dice que es de derecha, la izquierda caricaturiza la etiqueta”, me llegó a decir Pedro y prefirió hablar de sus convicciones políticas y económicas, que son más incontrovertibles: “Rechazamos las dictaduras, sean de izquierda o de derecha. Defendemos las libertades políticas y económicas”. La religión la dejan a la libertad de conciencia de cada afiliado. Por cierto, Vargas Llosa es agnóstico y ha defendido el derecho al aborto y al matrimonio igualitario desde hace décadas. No así esta generación, más constreñida, de libertarios.
Es momento de preguntar, a cada libertario por separado, qué piensan de esos temas parteaguas entre liberales y conservadores transidos por convicciones religiosas que en el Perú son masivamente cristianas (ya sea católicas o evangélicas). Pedro se opone a la despenalización del aborto igual que Rafael, aunque este admite que hay márgenes de discusión en el caso de embarazos producidos por violaciones. Sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo, ambos coinciden en que se necesita una reforma constitucional que sería muy engorrosa y que es más consensual apostar a la unión civil (UC). Evitaron decirme si apuestan a la UC por pragmatismo o realmente son reticentes al matrimonio igualitario; pues el argumento de la reforma constitucional indispensable es bastante discutible.
Le pregunté a Rafael si concilia a su abuelo, el ex presidente Fernando Belaúnde, con el pensamiento liberal. “Unos años viví con mi abuelo y con Violeta [Correa, su segunda esposa] y lo respeto mucho; pero nunca quise afiliarme a Acción Popular [AP]. Cuando mi padre [Rafael Belaúnde Aubry] fundo Adelante [partido ya desaparecido] sí estuve en el proceso de recolección de firmas e inscripción. Mi abuelo no era filosóficamente un liberal, se formó en parte en Estados Unidos, su referente fue el New Deal de Roosevelt, era más keynesiano; pero, sobre todo, pensó que el Perú tenía un gran desafío geográfico y cultural, de ahí su lema ‘el Perú como doctrina’. Creo que sus ideas son más realizables hoy”.
El abuelo Belaunde, junto a AP, participó en el Fredemo, el frente que lanzó a Vargas Llosa en 1990, de modo que el entronque de liberales y no tan liberales se dio tres décadas atrás. Cuando se les pregunta por un nuevo entronque para unas nuevas elecciones, sean el 2026 o antes, se andan con sumo cuidado. Los dilemas de hasta dónde y hasta cuándo apoyar a Dina Boluarte, se lo dejan a los partidos con bancada. Sobre el candidato presidencial, huelga preguntar. El miedo a lanzar temprano las cartas presidenciales en el Perú es tan unánime y paralizante, que si un partido te dice ‘no sabemos, no hemos decidido aún’, créele.
Soy de derecha, ¿y?
Es común leerlo y oírlo como perfil guerrero en las redes. No debiera acomplejar a ningún político gritarse de derecha en un país en el que, luego de la debacle castillista, aumentó notoriamente la autopercepción de ser de derecha (en una encuesta de febrero de CPI la suma de centro más derecha es 56% mientras que la de centro más izquierda es de 45%). Sin embargo, en el debate político, el derechista percibido como tal se autopercibe otra cosa. Tanto Keiko Fujimori como Rafael López Aliaga, por ejemplo, líderes de Fuerza Popular y Renovación Popular, prefieren reivindicarse de centro y algunos hasta de centro izquierda. Entre intelectuales, periodistas y personalidades independientes hay mucha mayor afirmación de autoetiquetas derechistas; pero entre políticos no.
Conversé con alguien que sí clama ser de derecha, afirma ser liberal y se reivindica gay. Alejandro Cavero tiene, además, un proyecto de UC aunque su convicción –me lo ha dicho más de una vez- está por el matrimonio igualitario. “Mi bancada, la de Avanza País, es lo más cercano a la derecha liberal en el Perú”, me dice y pone de ejemplo el apoyo que sus correligionarios dan a su proyecto de UC. Quien también ha declarado apoyar la UC es Rafael López Aliaga, aunque la bancada de su partido, Renovación Popular (RP), discrepe mayoritariamente con su líder en ese punto. Un matiz importante: los evangélicos (que predominan en la bancada de RP) tienden a ser más conservadores, en materia de libertades sexuales y reproductivas, que los católicos como López Aliaga.
¿Por qué, políticos que percibimos de derecha no se definen de derecha?, le pregunto a Alejandro. “La derecha ha abandonado por mucho tiempo la batalla cultural y dejó que la izquierda logre que el término se estigmatice”. Le digo que un factor adicional puede ser que, estando en una región de extrema desigualdad, la derecha se acompleja de que se la vincule a esas brechas y pierda en temas esenciales en el debate político. “Los liberales creemos en que todos deben ser tratados igual por la ley y que la economía de mercado debe dar oportunidades a todos. En lo que me diferencio de los ‘caviares’ es en que ellos creen que para lograr esa igualdad vale la discriminación positiva o acción afirmativa. Yo pienso que no”. ¿Y cómo se garantiza la igualdad ante la ley sino es con acciones de alguna clase?. “No con discriminación positiva”, insiste.
Mira: ¿Cómo van las conversaciones para la mesa directiva?
Se pensaría que ahí –en la definición de las acciones afirmativas para que no entrañen necesariamente discriminaciones positivas o cuotas- habría un espacio de fértil negociación entre derechistas e izquierdistas liberales (suelen ser los que llamamos progresistas o caviares). Sin embargo hay polaridades políticas e ideológicas que hacen que Cavero y su bancada estén más cerca de fujimoristas y de Renovación Popular, que de la bancada de Cambio Democrático-JPP donde hay liberales de izquierda como Susel Paredes o Sigrid Bazán. De ahí que en el llamado ‘bloque democrático’ en el Congreso, con algunas fricciones, sí conviva la derecha conservadora con la liberal.
Anoten que entre izquierda y derecha hay polaridades de convicciones ideológicas y políticas que no calzan esquemáticamente, como muchos quisieran ver, con polaridades sociales. O sea, eso de que ‘el pueblo es de izquierda y la élite es de derecha’ es una equívoca simplificación. La izquierda liberal suele tener un punto de apoyo en élites y estamentos académicos y la derecha, sobre todo la conservadora, tiene una importante votación popular. El fujimorismo, por ejemplo, concentró el voto popular frente a PPK; aunque perdió ese acento ante Castillo. Tras la debacle de este último y de la alianza entre izquierdas liberales progresistas y conservadoras que cobijó; las derechas quedaron en buen pie para las próximas elecciones (si nos atenemos a los datos de autopercepción popular que vimos más arriba). Aún no sabemos el efecto que tendrá el gobierno de Boluarte, nítidamente a la derecha de Castillo, sobre este juego de espejos y percepciones, y si la derecha liberal se desmelenará peleando su espacio vital con sus vecinos conservadores.