“Sin lugar a dudas, Toledo debe ser juzgado en el Perú” me dice Steven Levitsky por teléfono. ¿Pero no es que ha firmado una carta pidiendo al departamento de Estado lo contrario?. Así es, y él mismo me explica su polémico matiz: “Debe ser extraditado pero no en este momento de represión impune, de inestabilidad. El Departamento de Estado debe tener eso en cuenta. Toledo debe ser juzgado más adelante en el Perú democrático”.
Otro intelectual y periodista, el británico Michael Reid, especializado en Iberoamérica, discrepa con la carta firmada, en orden de aparición, por los estadounidenses Martin Carnoy, Larry Diamond, Francis Fukuyama y Levitsky. “Hay sólida evidencia para persuadir a la corte estadounidense de extraditar, cosa que no sucede a la ligera. Sí, Perú experimenta grandes tensiones políticas, pero las instituciones están funcionando. La carta parece un alegato fundado en asuntos de raza y en la conexión con Stanford”, dice Reid en un hilo de Twitter.
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Reid apunta a la gran universidad californiana de la que Toledo es exalumno, porque de allí vienen los firmantes. Levitsky actualmente trabaja en Harvard, pero se formó en Stanford. Por cierto, Steven me contó que Larry Diamond, el conocido sociólogo que ha escrito mucho sobre la democracia y es amigo suyo, le pidió que firmase el pedido que era un documento dirigido en estricta reserva al secretario de estado (canciller) Antony Blinken. Sin duda, Blinken conoce el prestigio de Diamond y Fukuyama y va a leer cualquier alegato con sus firmas; de ahí el sentido urgente de la carta. Si sabemos de su existencia es porque alguien la filtró, fue un ‘Toledo leak’ y quizá vengan otros.
Podemos presumir que Diamond es el autor del texto. Fukuyama, uno de los más importantes politólogos contemporáneos, actualmente trabajo en uno de los muchos institutos de Stanford, y podemos supones que fue persuadido por Diamond de firmarla, al igual que Levitsky. La firma del octogenario Carnoy, tiene otra explicación. Fue profesor y mentor de Toledo en Stanford y es su amigo íntimo. Cuando el juez Thomas Hixson impuso en marzo del 2020 una fianza de $ 1 millón, para que Toledo pudiese salir libre y enfrentar la pandemia en arresto domiciliario, 5 personas pusieron los $500 mil iniciales que permitían el excarcelamiento. Carnoy aportó $125 mil y Diamond $50 mil. Toledo tiene ilustres amigos en su patria adoptiva. Allí ha echado raíces tan o más profundas –y no sabemos si igual de retorcidas- que las que ha echado aquí.
‘Stars and Stripes’
De sus 77 años, Toledo ha vivido alrededor de 32 en Estados Unidos. Si quitamos su infancia peruana, es la mitad de su vida. No optó por la nacionalidad gringa, como lo hizo Kuczynski, porque no servía a sus cálculos políticos y no tenía el arraigo sanguíneo de PPK (casado dos veces con estadounidenses y padre de hijos estadounidenses). Salvo ese detalle de ‘ID’ o DNI, es un ciudadano gringo, específicamente californiano, que habla tan bien el inglés que su español está plagado de anglicismos bárbaros. ¿Recuerdan cuando a su toma de mando en Machu Picchu, el 28 de julio del 2001, le llamó ‘inauguración’, traduciendo mal ‘inauguration’?
El ‘coming of age’, el despertar del joven Alejandro, no fue en Chimbote sino en San Francisco, donde llegó apenas acabó el colegio en 1965. Hizo su pregrado en esa espléndida ciudad que vivía de vanguardia en vanguardia y continuó su posgrado en la vecina Stanford, donde nació oficialmente Silicon Valley en 1971. Sus nuevos amigos le llamaban Alex, pero ya Nancy Deed y Joel Meister le llamaban así desde Chimbote. Ellos eran novios y llegaron a Áncash como voluntarios de Peace Corps. Nancy alquiló un cuarto en la casa de Alejandro y se convirtió en una suerte de hermana mayor. Con Joel, le buscaron una beca en la Universidad de San Francisco y lo ayudaron a viajar. Alejandro quedó tan agradecido que los invitó a su ‘inauguración’ en Machu Picchu.
También invitó a Martin Carnoy. Junto a los Meister y a Lois Blair, amiga de Silicon Valley que prestó su casa para celebrar su boda con Eliane Karp a fines de los 70; fue de la pequeña partida de invitados. Entrevisté a Carnoy en esa oportunidad y estaba, por supuesto, orgulloso de su alumno. Conocía bien a América Latina pues había escrito libros y ensayos sobre la relación de la educación con el desarrollo en la región. En Brasil, conocía al entorno de Lula, pues investigó la gestión educativa del gobierno del PT.
Cuando dejó el gobierno en el 2006, podemos decir, con el grado de convicción con que el Departamento de Estado ha concedido la extradición, que Toledo regresó a Estados Unidos con mucho dinero fruto de la corrupción. Ello no solo le permitió tener una vida cómoda en la zona de Silicon Valley donde reside desde entonces, siempre cerca de Stanford; sino fundar una ONG, el CGDD (Centro Global para el Desarrollo y la Democracia), con la que paseó por el mundo organizando seminarios con ponentes de lujo, todos expresidentes. Alan García solía decir, con una mezcla de sorna y pica, que Toledo cobraba más que él por conferencias. En efecto, García, extraordinario y culto orador, era menos valorado que Toledo, que contaba su cuento del Benito Juárez del nuevo milenio, del indígena que llegó al poder gracias al milagro de la educación y que su ascenso fue ‘un error de la estadística’.
Aquí es donde quería llegar. Toledo, en el balance de su vida, no ha sido una víctima del racismo sino que tuvo el talento de revertir esa circunstancia y convertirla en una palanca de ascenso. Probablemente ya estaba ejercitando ese talento –¡pero no lo juzguemos por esa ambición!- cuando los Meister se encariñaron con él y lo ayudaron a emigrar. Juzguémoslo, ya como ex mandatario, prodigándose ante los grandes académicos de Stanford como el Juárez vapuleado y revictimizado por su oligarquía local, la que –según su cuento- le infló casos penales (cuando en realidad buscó integrarse y corromperse con ella). Alejandro ha invertido mucho en proyectar esa imagen y ahora vemos los resultados. Es muy probable que Carlos Álvarez lo entienda mejor cuando lo imita que Fukuyama cuando lo conceptualiza. O véanlo de este modo: el museo vivo de Stanford no quiere soltar a una valiosa prenda con la que se ha encariñado tanto.
Mira: Jues Hixson suspende audiencia para resolver extradición de Toledo.
Pero ahora, Toledo no solo necesita el respaldo de la academia, sino de los mejores abogados de EE.UU desde que empezó a defenderse de su extradición en el 2017. Ni ellos lo libraron de la carcelería en California en el 2019, que fue de efectos devastadores según reporte del psicólogo de la prisión. Lo libró en marzo del 2020, como ya vimos, la pandemia de Covid que provocó que el juez Hixson otorgara la fianza. Otros abogados –constantemente los cambia para cada fase y ángulo del proceso- han interpuesto recientemente recursos de hábeas corpus, para frenar la extradición.
El jueves 9, Hixson realizó la audiencia en la que debía resolver el pedido del Departamento de Estado para que Toledo sea recluido y se puede ejecutar su traslado al Perú. Como era previsible, tuvo que suspender su fallo hasta que el Noveno Círculo de la Corte de Apelaciones, donde ha caído el recurso, lo resuelva. Hixson ha dicho que, si el recurso de la defensa toledista es rechazado (que es lo más probable), no será necesaria una nueva audiencia y él, simplemente, concederá el pedido oficial del Departamento de Estado. La espera puede tomar semanas y hasta algunos meses. Será angustiante para quienes buscan justicia, pero lo es muchísimo más para Alejandro Toledo, que no quiere dejar a la que hoy es su patria. Su patria también es Eliane Karp, la mujer de su vida, quien no se atrevería a acompañarlo pues peligraría su libertad.
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