En 1997, una publicidad de Apple terminaba con Steve Jobs diciendo la siguiente frase: “Quienes estén lo suficientemente locos para pensar que pueden cambiar el mundo son quienes lo terminan cambiando”. En la ciudad de Chupaca, a 15 kilómetros de Huancayo, hubo un hombre que estuvo lo suficientemente loco como para pensar que podía crear un humedal en un espacio en el que se acumulaban aguas utilizadas en sembríos cercanos.
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Como parte de la campaña Peruanos que Suman de El Comercio y el BCP, hemos llegado a esta ciudad ubicada en las alturas juninenses para conocer a Fidel Cueva, un docente que hace 20 años reunió a un grupo de sus alumnos para juntos crear lo que hoy se conoce como el humedal de Pucush Uclo.
Fidel nos espera en el patio de la escuela 30067 Manuel María Flores Azana, uno de los dos colegios donde dicta clases de informática y matemáticas. Junto a él está Raul Malpartida Vega, director de la institución y de Ciencia Hasta las Estrellas, el club de ciencias al que Fidel apoya como asesor científico.
Ambos confiesan que el club aún no ha conseguido convocar a un grupo importante de chupaquinos, pero aseguran que no se rendirán hasta reunir a todos los vecinos que estén interesados en las ciencias.
“Pero bueno, es hora de irnos”, dice Fidel mientras sube a la móvil de El Comercio para guiarnos rumbo a Pucush Uclo, uno de sus mayores orgullos. Luis Vicente, nuestro conductor dentro de esta aventura por el centro del Perú, maneja durante unos 10 minutos por la ruta que conecta a Chupaca con Chongos Bajo.
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“Aquí es”, nos dice el docente mientras señala a unas hierbas altas que contrastan con los campos de sembrío cercanos a la carretera. Pocos pasos después, subiendo una loma, uno puede apreciar realmente a Pucush Uclo.
Hace dos décadas, Fidel reunió a un grupo de sus alumnos y a punta de pala comenzaron a remover la tierra intentando contener las pequeñas acequias que ahí se acumulaban. Cuando en Chupaca vieron esto se rieron de él.
Pese a ello, no tardó en conseguir apoyo de maquinaria pesada para acelerar la labor. Luego, visitaron lagunas cercanas para sacar un poco de vegetación y plantarla en las orillas de la pequeña laguna que iban creando. Más tarde intentaron llevar aves que recuperaron en otros lagos de la zona.
“Pudimos capturar a unas 10 más o menos y a todas las liberábamos en Pucush Uclo”, explica Fidel. “Al principio parecía que no funcionaría. Al presentar el proyecto en las ferias de ciencia y tecnología de acá (Chupaca, Huancayo y otras zonas cercanas) no ganábamos porque decían que estaba loco, pero yo quería repoblar el valle”.
Tuvieron que pasar tres años para que Fidel viera cómo las plantas que habían llevado se había multiplicado por toda la orilla y cómo cada tarde, al ponerse el sol, miles de aves volaban a lo que ahora es un extenso humedal.
Luego de dos décadas, Pucush Uclo, al que ellos mismos han bautizado como “El ojo del mundo”, es hogar para yanavicos, gaviotas, patos, garzas, jilgueros y más. “Aquí viven unas 24 mil aves. Hay 17 especies estables y, sumando las temporales, son en total 21″, detalla orgulloso Fidel.
El humedal, además, se ha convertido en una zona turística para Chupaca. En cuanto al reconocimiento, Fidel se cansó de esperarlo en los concursos locales y decidió presentarse en competencias internacionales. Así, junto a sus alumnos, han conseguido distintos premios en Suecia, Brasil e Indonesia.
“Este año, además, hemos ganado los Premios Verdes Galápagos”, cuenta orgulloso Fidel. Su trabajo, sin embargo, está lejos de concluir.
La atracción que provocó Pucush Uclo en la zona ha terminado poniendo en peligro al humedal. “Periódicamente reúno a mis alumnos y venimos a limipar el humedal, además damos charlas a los vecinos para explicarles que deben cuidar esta zona para seguir teniéndola. Mi labor ahora está enfocada en cuidar lo que ya tenemos”, señala.
La dedicación de Fidel por cuidar de la biodiversidad en su zona lo convierten, sin duda alguna, en un peruano que suma.
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