Esta nota se publicó originalmente en septiembre de 2021
En 1962 se instaló en Ayacucho un arequipeño llamado Abimael Guzmán Reinoso, bachiller en Derecho con estudios de Filosofía, quien había perdido su empleo en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa. Guzmán, quien además integraba el Comité Regional del Partido Comunista del Perú, había conseguido un puesto como catedrático de Historia de la Filosofía en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga. Llegó a esta ciudad en abril. Desde entonces, y en paralelo a su actividad académica, Guzmán se propuso recomponer el Comité Regional del Partido Comunista y, después, el Comité Zonal de Ayacucho. Años más tarde, formó el Partido Comunista del Perú - Sendero Luminoso (PCP-SL) y se hizo llamar a sí mismo «presidente Gonzalo».
Uno de los primeros adeptos que reclutó Gonzalo fue un profesor escolar ayacuchano muy humilde llamado Martín Quispe Mendoza. Él estaba casado con Irene Palomino Altamirano, nacida en Ayacucho y de origen pobre como él. Según los registros policiales elaborados a lo largo de muchos años, ambos tuvieron nueve hijos; y al menos cinco de ellos —Jorge, Víctor, Iván, Melania y Marco Antonio Quispe Palomino— fueron educados bajo los dogmas del marxismo-leninismo-maoísmo, doctrinas fundamentalistas reunidas en lo que conoció como el «pensamiento Gonzalo».
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Desde niños, Martín les leía a sus hijos los libros de Mao y los textos escogidos por su líder. Los preparaba para la guerra.
Los hermanos Quispe Palomino nacieron en Ayacucho y fueron criados en dos localidades andinas con una alta carga simbólica. Una de ellas es Umaru, en la provincia de Vilcashuamán, un pequeño pueblo que Guzmán había elegido para fundar la República Popular Democrática del Perú. En 1965, durante un viaje de seis meses a China, Guzmán había conocido Yenán, una región que Mao Tse-Tung convirtió en el epicentro intelectual del Partido Comunista de China. Yenán era la ciudad modelo del comunismo maoísta, y Guzmán buscó replicarla en Umaru cuando regresó al Perú. Los hijos de Martín e Irene vivieron también en Chuschi, un distrito enclavado entre las montañas de la provincia de Cangallo. Allí, en mayo de 1980, Sendero Luminoso cometió su primer atentado: la quema de ánforas para las elecciones presidenciales. Ese primer ataque no dejó muertos ni heridos, pero sembró un miedo real en aquellos pueblos bucólicos de las alturas ayacuchanas.
La vida de cada uno de los personajes mencionados hasta este momento siguió un rumbo distinto. Martín Quispe, el patriarca de esta familia ominosa, permaneció en las filas de Sendero Luminoso pero no llegó a ocupar cargos altos. A fines de los años ochenta, se trasladó a Selva de Oro, en la zona selvática de Junín. En 1993 fue asesinado por ronderos de los Comités de Autodefensa durante un enfrentamiento.
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Irene Palomino vivió sus últimos años en Ate Vitarte, al oeste de Lima, junto a su hija Melania. Al menos una vez fue detenida por los policías que investigan a este clan; sin embargo, al poco tiempo fue liberada. Años más tarde, en el 2012, murió por causas naturales, y fue velada y sepultada en la capital.
Melania, la única mujer de estos cinco hermanos, fue capturada a mediados de 1999 en Huancayo, cuando utilizaba el alias de Rita. En aquel entonces, integraba el grupo cercano de Óscar Ramírez Durand, alias Feliciano, cabecilla senderista de la época. Melania accedió a colaborar con los militares que la detuvieron y, bajo esa condición, fue liberada. Ese mismo año se trasladó a Lima, donde vive hasta hoy, desvinculada por completo de la violencia armada, de su vida anterior.
De los cuatro hermanos hombres, Iván estuvo preso durante una década, acusado de terrorismo. Desde el 2005 es hombre libre y vive en Lima, donde trabaja eventualmente como albañil.
Marco Antonio, quien era conocido con el alias de Gabriel, integró las filas terroristas hasta que, en el 2013, murió en un operativo de las Fuerzas Armadas en la selva alta de Ayacucho. Era el más joven del clan, también el más intrépido y arrogante: pocos meses antes de su muerte, había tenido un encuentro con periodistas en la zona selvática de Cusco, en medio del monte y apenas acompañado por un grupo reducido de hombres armados, mientras decenas de policías y soldados merodeaban muy cerca, buscándolo.
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Jorge, quien ahora es identificado como el camarada Raúl, fue capturado en 1999, cuando formaba parte de las columnas de Feliciano, e inicialmente también se comprometió —al igual que su hermana Melania— a colaborar con las fuerzas militares. Sin embargo, engañó a sus captores y volvió a la selva. [Nota de redacción: ‘Raúl’ murió en enero, luego de quedar herido en un ataque de las Fuerzas Armadas. Se supo de su muerte en marzo].
El cabecilla principal es Víctor Quispe Palomino, quien para despistar a sus perseguidores ha tenido varios sobrenombres: inicialmente Carlos, después Martín y, en los últimos años, José.
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José y Raúl operan desde fines de los años noventa en los territorios que componen el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (VRAEM), que incluye distritos y provincias de la sierra y selva de Ayacucho, Apurímac, Cusco, Huancavelica y Junín. El mapa de la guerra contra el terrorismo cambió y ahora se concentra en esas regiones. También cambió el nombre de la agrupación: Sendero Luminoso ya no existe, ahora la lucha es contra Militarizado Partido Comunista del Perú (MPCP).
Víctor Quispe Palomino, alias Carlos, alias Martín, alias José, nació el 1 de agosto de 1960. Estudió la primaria y la secundaria en distintos colegios de Huamanga y en 1977 ingresó a la Universidad San Cristóbal para estudiar Antropología. Para entonces, Abimael Guzmán ya había asumido el control de federaciones estudiantiles y de colectivos sociales ayacuchanos, siempre bajo el radical esquema del comunismo que importó desde su viaje a la China de Mao. Aquella universidad se había convertido en un semillero de jóvenes diseñado por él mismo desde los distintos cargos que ocupó. Víctor Quispe Palomino había crecido al mismo tiempo que esta organización, y en el mismo lugar.
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En enero de 1979, Guzmán fue detenido en Lima por policías de Seguridad del Estado, quienes habían sido advertidos de que un grupo radical del Partido Comunista del Perú, ya por entonces conocido como Sendero Luminoso, se preparaba para tomar las armas. Estuvo bajo custodia solo unos pocos días, pues no se pudo demostrar que él estaba detrás de esos preparativos. En el argot policial, no había indicios que lo inculparan. Pocos meses después, en junio, Guzmán convocó a una reunión clandestina del Comité Central de Sendero Luminoso. En un largo discurso, dijo: «Haremos la lucha armada, eso es lo que hemos de hacer». A inicios de diciembre, reunió otra vez a los dirigentes senderistas y, en una proclama igual de encendida que la anterior, anunció: «Ha comenzado el derrumbamiento de los muros y comienza a desplegarse la aurora».
A fines de ese mismo año, Víctor Quispe Palomino abandonó las aulas universitarias y se convirtió en un activo integrante de Sendero. Pocos meses después, en mayo de 1980, ocurrió el atentado en Chuschi. La guerra para la cual su padre lo había estado preparando toda su vida había comenzado.
El 12 de setiembre de 1992, Abimael Guzmán, su pareja, Elena Iparraguire, y otros importantes miembros de la cúpula de Sendero Luminoso fueron detenidos en Lima por un equipo del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la Policía Nacional. Unos días después, el 24 de setiembre, el llamado «presidente Gonzalo» fue presentado a los medios de prensa nacional y extranjera en un patio amplio de la sede de la Dirección contra el Terrorismo (Dircote). Fue un espectáculo montado a la altura de las circunstancias: los periodistas ingresaron y vieron un enorme rectángulo forrado con telas azules y doradas, como un gran telón. Siete policías en terno deslizaron las telas y entonces se pudo ver al hombre más peligroso del país encerrado en una jaula con traje a rayas, caminando de un lado a otro, desesperado. Lo importante no fue el traje ni la jaula, tampoco la puesta en escena en sí, sino lo que gritó instantes después de que cayeran los telones. «Unos piensan que es una gran derrota... ¡Sueñan! Les decimos: sigan soñando. Es simplemente un recodo, nada más, ¡un recodo en el camino! El camino es largo y llegaremos, ¡y triunfaremos! ¡Ustedes lo verán! ¡Ustedes lo verán!». El monólogo destemplado duró varios minutos.
Aquella mañana de setiembre, Gonzalo invocó a continuar la lucha armada, a expandir la presencia de Sendero, a superar el «recodo» que representaba su captura. Por eso llamó tanto la atención que pocos meses después de su captura se ofreciera ante el régimen de Alberto Fujimori para negociar un eventual acuerdo de paz. En una de las muchas cartas enviadas al entonces presidente entre fines de 1992 y durante todo 1993, Guzmán escribió: «Como ayer bregamos por iniciar la guerra popular, hoy, con una nueva e igual firmeza y resolución, debemos luchar por un Acuerdo de Paz como necesidad histórica insoslayable, el cual demanda con igual necesidad suspender las acciones de la guerra popular, salvo las de defensa, con el correlato de que el Estado suspenderá las suyas […]».
En el momento en que Guzmán firmó esa carta, la historia de la lucha contra el terrorismo en el Perú cambió.
Sendero se bifurcó. Por un lado, la facción «abimaelista» se acogió a los pedidos para lograr un acuerdo de paz, pero no dejó las armas y se mantuvo en la clandestinidad. El principal cabecilla de este grupo, Florindo Flores Hala, alias Artemio, operó en el territorio del Alto Huallaga y la selva de Huánuco y San Martín hasta que fue capturado en el 2012. A fines del 2011, poco antes de ser detenido, Artemio concedió una entrevista a un equipo de periodistas liderado por Gustavo Gorriti, que logró llegar hasta el campamento donde el cabecilla se escondía. Hacia el final de la larga conversación, el terrorista les dijo: «Nosotros somos conscientes de que esta guerra ya terminó. Nosotros vamos a insistir en lo que está aquí arriba. Una solución política negociada y global a los problemas derivados de este conflicto armado interno». Se sabía derrotado, pero aun así imaginaba una improbable amnistía. En el juicio al que fue sometido, Artemio reconoció haber ordenado el asesinato de cincuenta y seis militares, cuarenta y tres policías y treinta y dos civiles. «Era una guerra», dijo sin remordimiento a los jueces. Fue condenado a cadena perpetua y está recluido en la Base Naval del Callao, donde también está preso su mentor, Abimael Guzmán, el «camarada Gonzalo».
La otra facción senderista se opuso a los acuerdos de rendición y decidió continuar abiertamente la lucha armada, pregonando los dogmas del marxismo-leninismo-maoísmo, pero criticando abiertamente la «línea acuerdista» de Guzmán. Fue encabezada, desde los primeros años de la década del noventa, por Óscar Ramírez Durand, alias Feliciano, quien rebautizó al grupo y lo llamó Proseguir o Sendero Rojo. Feliciano fue capturado en 1999 en Huancayo. También cumple cadena perpetua en la misma cárcel de máxima seguridad donde permanecen Gonzalo y Artemio, además de otros cabecillas de Sendero y el MRTA.
Junto a Guzmán e Iparraguirre, Feliciano había integrado el llamado Comité Permanente, la instancia decisiva dentro de Sendero, la cúpula. A fines de setiembre de 1992, solo este último seguía libre y su actividad terrorista estaba en plena fase de expansión. En toda la década del noventa, su campo de acción se consolidaría desde la selva de Ayacucho y la zona de Vizcatán hasta los territorios amplios del Ene, allí donde se encontraban los campamentos, en uno de los cuales vivían los hermanos Quispe Palomino.