“Queremos investigarlo, saber cómo se fabricó, de qué está hecho”, dijo a este Diario un oficial de la Marina de Guerra, al día siguiente del hallazgo de un narcosubmarino al norte del país, a 178 millas de las costas de Talara. La embarcación fue detectada por el BAP Río Piura la tarde del sábado, y fueron capturados cuatro sujetos, todos extranjeros (mexicano, un ecuatoriano y dos colombianos). Se calcula que allí transportaban dos toneladas de cocaína. El narcosubmarino fue después remolcado hacia el puerto piurano de Paita a muy baja velocidad debido a que, según contó la misma fuente de la Marina, el fuerte oleaje podría producir fisuras y provocar su hundimiento.
En la costa, la Dirección Antidrogas de la Policía Nacional (Dirandro) es la encargada de pesar y analizar la carga, así como de los trámites legales correspondientes. Después, agentes de la Marina investigarán, entre otros detalles, qué materiales se emplearon para que el submarino pudiera evadir los radares.
Aunque es primera vez que se encuentra un narcosubmarino en el Perú, sí hay numerosos registros del envío de droga por vía marítima. De hecho, la mayor parte de la droga que ‘exporta’ el Perú, alrededor de 400 toneladas al año, sale del país por mar, según cálculos de Pedro Yaranga, especialista en temas de narcotráfico consultado para este informe. Otra importante cantidad llega a mercados extranjeros por vía aérea a través de narcoavionetas, y otro lote, bastante más reducido, por vía terrestre a través de las fronteras.
-CONTENEDORES PROHIBIDOS-
Solo entre enero y agosto de este año, la Dirandro decomisó 19 toneladas de clorhidrato de cocaína y otras 10 toneladas de pasta básica. Además, según las estadísticas de esta dependencia policial, se incautaron 20 embarcaciones en ese mismo período.
La droga, producida principalmente en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem) y en el Alto Huallaga, viaja hacia la costa a través de Pataz, una dinámica ciudad de la sierra de La Libertad donde se acopia. Luego atraviesa varias otras localidades como Santiago de Chuco, Huamachuco, Bolívar y Ongón, y llega a pequeños asentamientos humanos cercanos a los puertos costeros, donde se almacena hasta el momento de ser embarcada. En todo este largo viaje desde los laboratorios clandestinos hasta los barcos, la presencia policial en la ruta es escasa.
En la mayoría de casos, la droga es camuflada en diversos productos de exportación que son transportados dentro de contenedores. En junio de este año, precisamente cerca de Paita, las autoridades incautaron en un almacén una carga de tres toneladas de cocaína que una mafia local iba a camuflar en contenedores de miel y plátano orgánico. Este grupo enviaba droga a pedido de un narcotraficante serbio conocido en los pasillos policiales de varios países como ‘Tito’, quien acopia cocaína proveniente de varios países y la distribuye en toda Europa. Si la carga de Paita llegaba a Bélgica, su destino final, habría alcanzado un precio superior a los US$190 millones.
Aquel no fue el decomiso más grande de droga que estaba cerca de ser embarcada. En agosto del 2014, el operativo policial ‘Carbonero’ dio con el hallazgo de más de siete toneladas de cocaína de alta pureza en un búnker subterráneo dentro de un almacén en un sector de Huanchaco, en La Libertad. Más de 200 agentes antidrogas demoraron cuatro días en contar la droga camufladas en bloques de carbón mezclados con piedras. En cada paquete había kilo y medio de cocaína. Los traficantes habían hecho un forado en la piedra para colocar la droga, luego le añadieron carbón diluido y un químico que, en dos meses, convertía la mezcla en un bloque de carbón sólido. El barco que transportaría los contenedores de carbón también partiría desde Paita, también llegaría a Bélgica y también implicaría millones de dólares en ganancias para los traficantes.
-NARCOTRÁFICO ARTESANAL-
Pero no toda la droga hecha en Perú llega a grandes embarcaciones camuflada en contenedores. En otra modalidad utilizada por los traficantes, conocida por los policías como ‘preñado’, la droga es guardada en maletines sellados herméticamente, cada uno de los cuales puede almacenar hasta 40 paquetes de un kilo. Después son escondidos en lanchas de pesca artesanal ancladas muy cerca de las grandes embarcaciones de carga. En la noche, equipos de buzos llevan los maletines hasta allí. La droga viaja en los maletines hasta su destino final. Si en el Vraem el kilo de cocaína pura tiene un valor de US$1.000, cuando llega a Europa alcanza un valor hasta de US$70.000. Esta modalidad es muy utilizada por las mafias del Callao en complicidad con operarios de las empresas de comercio marítimo.
Hay otras modalidades, más rudimentarias pero bien disimuladas. En mayo del 2016, el comandante PNP Fredy Tuesta Chicana fue detenido por otros policías, llegados desde Lima, cuando transportaba 119 kilos de clorhidrato de cocaína en su auto. Él se dirigía hacia la bahía Tortugas, en la provincia de Casma (Áncash). Tuesta, quien era comisario de la localidad de Buenos Aires (en Nuevo Chimbote), trabajaba para una red internacional de narcotráfico.
Pero, ¿para qué iba el oficial a Tortugas, un apacible balneario de aguas calmas y heladas que solo tiene visitantes durante la época de verano? Días después de su captura, El Comercio ingresó a su vivienda, que estaba bajo custodia policial. La casa era pequeña, nueva pero austera, con pocas habitaciones y espacios reducidos, muy cerca del mar. Dentro se podía ver cajas de cerveza, mesas, sillas, camarotes y prendas de mujer, además de cinta adhesiva igual a la que usó Tuesta para embalar la droga que llevaba en su auto.
El hallazgo más importante no estaba dentro de la vivienda, sino a menos de 100 metros. Los policías encontraron un pequeño muelle de cemento, muy rústico, desde donde la droga era cargada a botes artesanales de pesca, que la trasladaban mar adentro para luego colocar la carga en embarcaciones mayores. Cada semana, varios botes iban y venían desde el pequeño muelle hacia altamar. Así, toneladas de cocaína peruana comenzaba un largo viaje a través del océano.