El escultor ayacuchano Julio Gálvez Ramos, de 71 años, fue condecorado hoy con el grado de comendador de la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos. La medalla la recibió de manos de los ministros de Cultura, Francisco Petrozzi, y de Relaciones Exteriores, Gustavo Meza. “Para mí es un orgullo. Me he dedicado desde los 8 años a trabajar la piedra de Huamanga y seguiré cultivando este arte mientras no me tiemble la mano”, dice.
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Su relación con la piedra de Huamanga comenzó tras la muerte de su padre. Su madre, que era hilandera, lo criaba con mucho esfuerzo y a esa edad lo mandó a aprender un oficio. "Mi mamá me dijo: aprende artesanía del vecino'. Fui dos meses a ser su asistente. Desde entonces trabajo con la piedra de Huamanga haciendo piezas únicas”, cuenta a este Diario.
El vecino era Silvestre Quispe, un maestro reconocido en el arte popular. Luego de esos dos meses, Gálvez no quiso volver. “Mi mamá me preguntó si había pasado algo y le dije que no, que ya sabía trabajar la piedra”, recuerda. Así que un día la mujer lo levantó a las 5 a.m., le entregó una piedra y le exigió que le demuestre lo que había aprendido.
“Solo teníamos un cuchillo oxidado de cocina y con eso no podía trabajar”, dice el artesano. Como sea, Gálvez se las ingenió para crear una primera pieza de 12 centímetros. Tomó a su madre de modelo y esculpió a una mujer hilando. “Era una figura bastante rústica. La vendí y con eso me dio para comprar dos panes. Yo quería comerme cinco panes así que le pedí a mi mamá que me compre más piedras y tres herramientas y con eso comencé a trabajar”, recuerda.
Cuando tenía 20 años, volvió a esculpir a su madre hilando. La inmortalizó con una manta en los hombros y con la oveja de la familia, Pachito, al lado. “Esa la tengo ya 51 años. No la vendo. La tendré conmigo hasta que me muera”, dice el artista.
A lo largo de estos 63 años dedicados al arte popular se ha ganado el reconocimiento de su comunidad, de sus colegas artesanos y de otros maestros de la escultura. Con su trabajo ha criado y educado a sus seis hijos, y en su casa recibe a siempre a los estudiantes de arte de últimos ciclos. “Los asesoro cuando hacen sus tesis. No les cobro”, asegura.
En el año 2000 recibió la distinción de Gran Maestro de la Artesanía Peruana y en el 2008 fue distinguido como Personalidad Meritoria de la Cultura Peruana por el Ministerio de Cultura. Sus obras se exhiben en Francia y Japón.
La obra que más tiempo le ha demandado se encuentra en un museo del país asiático y representa al árbol de la vida.
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