Las Fiestas del Cusco llegaron una vez más, y con el brío de años pasados, los problemas por la pandemia y de los dilemas sociopolíticos, han sido superados, al menos durante este mes de junio. Este 2024 en la Ciudad Imperial se respira un aire de alegría y esperanza, sazonado con el sonido de las danzas y desfiles, que deleitan a locales y turistas.
Sin embargo, no solo en Cusco ciudad se celebran estas fiestas, la alegría trasciende distancias y lugares, superando incluso barrotes y murallas.
Es así que los internos del penal Qenccoro de Cusco, hombres y mujeres privados de su libertad, dieron un ejemplo de civismo y amor por lo suyo; cusqueños y cusqueñistas escenificaron una estampa de corte inca, la que prepararon con mucho tiempo de antelación y en la que demostraron que sí se puede reír y sí se puede gozar de las fiestas, estando aún tras las rejas.
Un día especial
Son las ocho de la mañana de un día especial en el reclusorio y el escenario es conmovedor. Más de 400 reclusos salen de sus ‘cuadras’ ataviados con los trajes que ellos mismos confeccionaron durante semanas, para demostrar a las autoridades de la prisión, a sus familiares y a ellos mismos que sí pueden hacer las cosas bien, y que, pese a estar encerrados, tienen ganas de rendirle tributo a Cusco, la tierra que los vio nacer o que los acoge, por azares del destino.
“Cuatro meses papá, cuatro meses nos hemos preparado para este día ¿tú crees que ha sido fácil? Acá falta de todo, pero sobran las ganas, mira mi cachiporra, yo misma la hice en el taller de carpintería, es la más bonita de todas, todos me felicitaron, hasta el ‘profe’ del taller”, cuenta ‘José’ entre risas y evidente orgullo.
Suenan los pututus y la ceremonia está a punto de comenzar. Para esta ocasión, más de 400 reclusos varones y 20 mujeres, han preparado la escenificación denominada: ‘Llaqtaman Cutiriq Raymi’, que en español sería: ‘Vuelve la fiesta a mi pueblo’, una escenificación que relata el paso de jóvenes a hombres y de cómo los incas más fuertes se convertían en guerreros, a través de una serie de pruebas que pasaban delante de sus superiores, del Inca y de sus familiares. Tal cual.
Luego de un breve discurso de inauguración por parte de las autoridades del Instituto Nacional Penitenciario, la ceremonia inicia; los guerreros de los cuatro suyos llegan hasta la explanada del reclusorio lanzando vivas y vítores por sus compañeros que participarán de las pruebas, el ambiente se pone a tope y tanto internos como el público lanzan gritos de júbilo que estallan en el cielo azul de Cusco.
Emoción
“Nosotros no podemos gritar así nomás, no podemos competir, correr, saltar, acá todo es con permiso y supervisado, en cambio ahora somos libres de expresarnos, de reír, de llorar si es que queremos, fechas como estas no se dan a diario, por eso estamos felices, es un día especial”, refiere bastante emocionado ‘Carlos’ interno por tráfico ilícito de drogas.
Los actores principales tiran de sogas, unos caen, otros siguen de pie, son los guerreros elegidos de cada ‘cuadra’, no pueden decepcionar a los suyos, la competencia se torna verdadera y los gritos no faltan ¡Fuerza! ¡Vamos! ¡Sí se puede! Y otros , salen de las graderías y llenan el campo de fútbol de la penitenciaría.
En palabras del presidente del Consejo Nacional Penitenciario (CNP), Javier Llaque, participar de este tipo de actos en conjunto demuestra una labor de resocialización y sensibilización entre los internos. “Ellos pueden actuar, prepararse, ensayar, fabricar sus propias prendas y triunfar. Pueden hacerlo todo si se deciden a hacerlo, con este mensaje se quedaron todos, es el mensaje que llevarán a la calle cuando sea tiempo de su excarcelación, sí se puede”, culminó.
El paroxismo de la competencia llega cuando los guerreros más fuertes se alistan física y mentalmente para atravesar unos aros en llamas. Uno a uno al son de los tambores de guerra, quenas y pututus, los actores pasan las pruebas y son bendecidos con los aplausos del respetable, todos exhiben sonrisas de logro, desde los internos, pasando por los gendarmes y los invitados, que no se cansan de vitorear a sus familiares desde las graderías.
“Fue espectacular, yo me caí en la carrera, pero al toque me levanté y seguí, si no me tropezaba hubiera ganado, igual al final todos celebraremos”, cita el interno ‘Pedro’ mientras se limpia el traje de polvo, tiene las rodillas rasmilladas, pero luce contento, radiante.
Finalmente, todo acaba en un estruendoso aplauso, las bocinas del reclusorio agradecen a todos los asistentes, y los afortunados que tuvieron a sus familiares en las graderías se despiden con fuertes abrazos, risas y otros entre llanto, padres, hijos, parejas, se despiden de los suyos felicitándoles por su actuación. Entre los competidores no hubo ganadores o perdedores, todos fueron vencedores, y disfrutaron de una bella mañana cusqueña bajo el sol, los barrotes desaparecieron por un momento y las puertas de la cárcel desaparecieron, todos soñaron con libertad, y algunos la alcanzaron, la banda de músicos deja de tocar y todo ha llegado a su fin.