No hay silencio en la selva. En medio del Parque Nacional del Manu, después de un viaje que tarda tres días, entre árboles centenarios que han sobrevivido varias generaciones, lejos de carreteras, de voces y de los ruidos mecanizados de la ciudad, suena la vida. Cocha Cashu, la primera estación biológica que tuvo el Perú, rebosa de sonidos que no son otra cosa que la evidencia de que todo se mueve cuando te detienes a escuchar: múltiples cantos de aves, aullidos de las varias especies de monos que surcan las altísimas copas, el rugido que hacen los lobos de río cuando juegan o se pelean con caimanes y la sinfonía –especialmente nocturna– de miles de insectos cuyos tamaños triplican a sus pares de otras zonas del país.
Cocha Cashu es el corazón del Manu. No solo porque su difícil acceso requiere al menos ocho horas en bote desde el puesto de control y vigilancia Limonal, puerta de ingreso a la zona amazónica del parque nacional administrado por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), sino porque nació incluso antes de la creación del Manu como área protegida.
A fines de los años 60, cuando las discusiones sobre conservación y medio ambiente se limitaba a núcleos científicos, un grupo de investigadores de la Universidad Nacional Agraria La Molina estableció una base científica en lo profundo del bosque tropical de Madre de Dios. Hoy ‘Cashu’ es un templo de la investigación científica y uno de los más importantes de América Latina.
La ubicación es estratégica. Se accede a través del río Manu, en cuyas playas descansan ronsocos, caimanes y taricayas. Aquí no entran turistas y se cuida con extremo celo la intervención humana. Las plataformas para dormir en carpas, los baños secos, el agua que se utiliza y las trochas habilitadas están diseñados para perturbar lo menos posible al entorno. Esa mínima intromisión es la clave de su éxito como área casi virgen.
Por eso, cuando César Flores, director de Cocha Cashu y administrador general de San Diego Zoo Wildlife Alliance-Perú, llegó por primera vez en 1986, lo que más le llamó la atención fueron los cedros. “No podía creer la cantidad de cedros que había en el bosque cuando en muchos lugares solo eran un recuerdo. Tampoco nunca había visto tanto shihuahuaco (árbol de más de 700 años que en otras zonas enfrenta grave amenazas por deforestación y tala ilegal)”, cuenta.
Aunque en ‘Cashu’ habitan especies vulnerables y en riesgo como los monos araña, César explica que son los depredadores los que hacen especial este ecosistema. “Tenemos un ensamble completo de animales, no faltan los depredadores que están en la cima de la cadena alimenticia. Acá no se matan serpientes, ni jaguares, no se agrede a los lobos de río ni los caimanes. Eso permite descubrir lo importante que son en mantener el funcionamiento de los ecosistemas, eso no ha sido posible que se note en otros lugares porque ya han sido cazados”, dice.
En sus 55 años, la estación biológica ha producido más de 800 publicaciones científicas.
Taricayas descansan en un tronco en el río Manu
5. Se estima que existen tres especies de grandes primates en el Manu: mono maquisapa (en la foto), mono choro y mono aullador.
RECORRIDO DENTRO DEL PARQUE NACIONAL DEL MANU PARA REGISTRAR FLORA Y FAUNA. ESTACION BIOLOGICA DE COCHA CASHU.
Una garza cuca (‘Ardea cocoi’) alza vuelo en la cocha que da nombre a la estación biológica del Manu.
El Parque Nacional el Manu alberga cerca de 160 especies de mamíferos, más de 1.000 especies de aves (en su mayoría residentes), alrededor de 140 especies de anfibios, 50 especies de serpientes, 40 de lagartijas, 6 de tortugas, 3 de caimanes y 210 de peces.
Un caimán toma sol en la playa del río Manu.
Ronsocos o capibara, los roedores más grandes del mundo, se refugian en unas ramas en la ladera del río Manu.
El Parque Nacional el Manu alberga cerca de 160 especies de mamíferos, más de 1.000 especies de aves (en su mayoría residentes), alrededor de 140 especies de anfibios, 50 especies de serpientes, 40 de lagartijas, 6 de tortugas, 3 de caimanes y 210 de peces.
El Parque Nacional el Manu alberga cerca de 160 especies de mamíferos, más de 1.000 especies de aves (en su mayoría residentes), alrededor de 140 especies de anfibios, 50 especies de serpientes, 40 de lagartijas, 6 de tortugas, 3 de caimanes y 210 de peces.
RECORRIDO DENTRO DEL PARQUE NACIONAL DEL MANU PARA REGISTRAR FLORA Y FAUNA. ESTACION BIOLOGICA DE COCHA CASHU.
Taricayas descansan en un tronco en el río Manu
Un caimán toma sol en la playa del río Manu.
Cocha Cashu es administrada por San Diego Zoo Wildlife Alliance-Perú y Sernamp, que está a cargo del Parque Nacional del Manu.
Investigación diaria
Katherine Foree tiene 23 años y solo deja la cocha para comer y dormir. Apenas amanece, se sube a una pequeña canoa y dedica todo su día a seguir a tres lobos de río que hoy habitan esta zona. Su trabajo requiere paciencia y determinación para identificar al detalle cada movimiento que hacen. Sus horarios de alimentación, de juego, de peleas, donde se esconden, donde descansan, todo lo anota en un cuaderno mientras mantiene el equilibrio de su rústica embarcación. Natural de Austin, Texas, llegó en marzo a ‘Cashu’ para investigar a este mamífero semiacuático.
El día que la acompañamos a su día de observación, los lobos de río notaron el cambio de rutina que se había creado entre ella y la pequeña familia. “Creo que hoy no les gusta el color de mi casaca”, bromea Katherine cuando los tres se acercan a la canoa, levantan la cabeza y nos gruñen. “A veces hacen eso, sigo interpretando qué me quieren decir”, añade tranquila.
‘Cashu’ es gestionada desde febrero por la bióloga belga Julie van den Broeck. Vino al Perú en el 2019 para trabajar en la reintroducción de maquisapas en Puerto Maldonado, tenía planeado quedarse seis meses, pero descubrió su pasión en el bosque tropical. “Este es un lugar que te reta, no solo recibimos investigadores sino que hacemos monitoreo porque estamos en un área importante. Es el único lugar donde puedes estudiar el cambio climático sin otros factores”, explica.
En cinco meses, se ha familiarizado con cada trocha de la estación, pero sabe que aún hay demasiado por explorar. Por eso, ninguna caminata es corta. Mientras se detiene a revisar los frutos masticados que hay en el suelo, agudiza el oído, levanta la cabeza y, por el ruido casi imperceptible de las hojas, ya sabe qué especie se está acercando. “Los maquisapas se mueven distinto que el pichico o el tocón. Cúbranse la cabeza porque nos van a lanzar cosas, así son”, dice. Aunque tiene cinco años en el Perú, sigue aprendiendo. Es la ley de todos los científicos que han experimentado la vida ‘Cashu’, el espíritu del Manu.
El Comercio y el Sernanp, con el apoyo de San Diego Zoo Wildlife Alliance-Perú, lanzan este año la segunda edición del Premio Bárbara D’Achille en periodismo de naturaleza y conservación, que busca promover la difusión de la biodiversidad. La primera edición se realizó en el 2019, al cumplirse 50 años de la estación biológica.
El nombre honra el legado de Barbara D’Achille quien fue una de las pioneras en conectar al ciudadano peruano con la enorme biodiversidad del Perú y que durante años fue visitante regular de la estación biológica Cocha Cashu. Desde ahí, conviviendo y asistiendo a los investigadores, logró producir y enviar al diario El Comercio despachos periodísticos que son ejemplos de cómo mostrar de manera interesante y rigurosa la biodiversidad de la selva y los complejos mecanismos que la gobiernan.
Los detalles de la convocatoria, premios y bases del concurso serán anunciados en los próximos días.