Desde el 28 de octubre pasado, Teófilo Huaccho Oré dejó de ser un recuerdo para los suyos luego de que fuera devuelto, en osamentas dentro de un ataúd, a su hijo Freddy Alfredo, quien esperó por 30 años por la oportunidad para poder velar a su padre y enterrarlo en su tierra natal. La historia más triste de los Huaccho empezó en 1984 cuando un grupo de terroristas de Sendero Luminoso degolló a Teófilo en las quebradas de Qehuayllo (Ayacucho). El campesino iba a un pueblo cercano para vender a su caballo.
Esta semana, el Ministerio Público desenterró de esta y otras 79 víctimas del terrorismo plenamente identificadas. Con los cuerpos en su haber, las familias emprendieron el regreso a sus comunidades, dejando a su paso la tristeza y decepción acumulada por décadas.
Freddy y sus tías trasladaron el cajón de su padre hasta su tierra, Jotopuquio. Él llevaba 10 años sin pisar por el polvoriento camino que une esta localidad con Chungui. Jotopuquio es una comunidad que hace solo tres años empezó a tener luz eléctrica. El agua la obtienen de un puquial que a veces no logra abastecer a todos.
Cuando llegaron a su pueblo, escolares del colegio Manuel Lagos Guiller se unieron a los Huaccho Sánchez para acompañarlos hasta el cementerio. El gesto fue agradecido por la familia, que tuvo la sensación de que la violencia no será permitida otra vez en la zona.
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