Abrumados por el reto cognitivo que plantean las catástrofes políticas que enfrentamos día a día, los peruanos percibimos las elecciones de abril como un evento remoto. Descifrar, por ejemplo, cómo así el que provocó el problema que acabó con el nuevo cambio de ministro del Interior fue el general Cluber Aliaga al aceptar el cargo y no la premier Bermúdez o el presidente Sagasti al proponérselo, demanda el dominio de una lógica alternativa a la aristotélica. Y penetrar el misterio que envuelve la convicción de la actual representación nacional sobre su capacidad para alumbrar en 15 días un régimen agrario de vanguardia exige ya echar mano del tarot o las runas antiguas.
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