La última encuesta de Datum ha provocado un pequeño brote de pánico entre algunos candidatos. En ella, el crecimiento de César Acuña – que ha alcanzado un empate técnico con Kuczynski y ha superado ya sin recursos de amparo que valgan a Alan García- se ha confirmado y las reacciones de sofoco han empezado a menudear. En los comandos de campaña de los partidos que hasta ayer desdeñaban alianzas y críticas se ha comenzado a hablar de “rediseño de estrategia”. Y los postulantes de solera que sistemáticamente evitaban referirse al representante de Alianza Para el Progreso (APP) por considerarlo casi un polizón en su liga, de pronto han encontrado espacio en sus discursos para denostarlo.
Pero como en todo alboroto que merezca tal nombre, hay en este algo de exageración.
Boggart electoral
El éxito de las novelas de Harry Potter se debe, qué duda cabe, al derroche de imaginación desplegado por J. K. Rowling en la formulación de sus tramas y la creación de sus personajes y las criaturas fantásticas que los acompañan. Nada de eso, sin embargo, resultaría tan fascinante para los lectores si estos no encontraran en ese universo mágico ecos y alegorías de su irremediable vida de ‘muggles’.
La escritora británica introduce en sus historias, por ejemplo, a unos seres denominados ‘boggarts’, que son capaces de adoptar la forma de aquello que más teme quien los tiene al frente. Los ‘boggarts’, no obstante, no son tan terribles como parecen. Basta vencer el miedo que inspiran y poner en evidencia su naturaleza ridícula para desbaratar su fuerza paralizante: ni más ni menos que como sucede con muchos de los miedos de nuestra existencia cotidiana.
Pues bien, en esta pequeña columna pensamos que Acuña es una especie de ‘boggart’ electoral. Esto es, un candidato que toma el aspecto de aquello que más espanta a sus contendores y se alimenta de ese temor. ¿Y qué es lo que aterra al elenco estable de los aspirantes locales a la jefatura de estado? Muy sencillo: que Acuña se convierta en el emblema del ‘antisistema’ y, en esa medida, recoja la frustración de tantos ciudadanos que usan el poder que les confiere el trance electoral para convertir por un día al bufón en rey y cobrarse así una efímera revancha contra el ‘establishment’ político que tradicionalmente los ignora. Efímera, decimos, porque esos ciudadanos saben al mismo tiempo que, más temprano que tarde, esa encarnación de su enojo se transformará también en una pieza del sistema, como ocurrió con Fujimori o Humala. Pero, por el día de la votación, el candidato en cuestión resulta útil para el sacudón que se quiere dar y, en consecuencia, recibe un respaldo aluvional.
Si es entonces a la posibilidad de que Acuña se convierta en esa figura a lo que sus rivales temen, ¿no tendrían que abocarse desde ahora a mostrarlo como el numerario del sistema que realmente es? Después de todo, no solo lleva 25 años en el negocio de la procura del poder, sino que en este mismo proceso se está comportando como el más encallecido de los políticos matreros.
¡Ridikulus!
El candidato de APP, en efecto, ha pactado alianzas que buscan sumar votos antes que armonizar planes de gobierno (como la celebrada con el partido del pastor Lay), ha recibido en su propia organización a expresiones paradigmáticas de esa variante de los Perú Runners que son los políticos que tienden a mudar lealtades cuando cambia el clima (como la señora Townsend), y huye de las precisiones programáticas con evasivas de bochorno (su frase: “Ya veremos con el ministro de Economía de qué manera hacemos lo que estamos diciendo”, ha renovado el género). El antídoto contra el temor que infunde, pues, está servido. Pero sus contrincantes en esta lid, como se ve, no han leído ni Harry Potter.
(Publicado en la revista Somos el sábado 12 de diciembre del 2015)