La crisis de los 39, por Mario Ghibellini
La crisis de los 39, por Mario Ghibellini
Mario Ghibellini

Hace solo 10 días, la cumplió 39 años y desde entonces las cosas han empezado a salirle torcidas. Pero no a raíz de algún siniestro alineamiento planetario, sino como consecuencia de errores de juicio a los que parece haberla arrastrado una intensa contrariedad. O, para decirlo en el argot juvenil que a ella le gusta cultivar, porque ‘se ha cruzado mal’. Y hablar y escribir en un trance tan poco beatífico, ya se sabe, siempre pasa factura.

Declaración incompleta

En honor a la verdad, no es esta la primera vez que la señora Heredia se cruza y hace que ocurra lo que en esta ocasión también ha ocurrido. Es decir, que la ostentación del poder que ejerce al interior del gobierno se desborde y la institucionalidad de la administración quede en entredicho. Recordemos, por ejemplo, el “simplemente no va” que pronunció en abril del 2013 con respecto al descabellado proyecto de comprar la refinería de Repsol. O el “no está en discusión” sobre el aumento del salario mínimo con el que llevó a la renuncia, en febrero del 2014, al entonces premier .

En esta oportunidad, no obstante, su arrebato ha tenido otra connotación, pues se ha producido en el contexto en que se discuten las eventuales ramificaciones ventajistas de su vinculación con y los opacos orígenes de un dinero que solventó la formación del partido nacionalista y, según sospechan los maliciosos, quizás también algunos gastos suyos en el extranjero.

A propósito de lo primero, el desatino de la señora Heredia consistió en confundir su concurrencia a la comisión congresal que investiga al extraditado hombre de negocios con la gala de alguna película que todavía no ha filmado, y recitar ante las cámaras que ella nunca le dio su “venia” a Belaunde Lossio para que hiciera contratos con el Estado… De lo que se sigue lógicamente que, así como no la dio, podría haberla dado, con todas las implicancias sobre su rol en el gobierno que se derivan de ello.

Y con respecto a las donaciones venezolanas “para la formación del proyecto político” que, curiosamente, entraron a las cuentas de su madre y de su “amigaza del cole” , y no a la suya, ha escrito que eso fue así porque ella estaba recorriendo el Perú para construir el partido nacionalista: una objeción que tiene el inconveniente de asumir que las cuentas viajan con las personas y no quedan disponibles siempre en el banco para quien quiera hacer aportes a ellas.

A esto se le ha sumado, además, la circunstancia insólita de que luego la misma compinche de los años escolares le diera una tarjeta de crédito anexa a la suya para que comprara por el mundo cosas que aparentemente les quedaban a las dos, y sobre cuyos derechos de aduana la primera dama ha sentenciado: “Estoy verificando con la si existe alguna declaración incompleta”. Un eufemismo que en realidad podría servir como lema de toda la morosa rendición de cuentas a la que tan a regañadientes se ha sometido en estos días la esposa del presidente.

Ropero y maquillaje

El recuento de los datos recientes sobre la primera dama que retan la credulidad podría continuar. Un ropero como el suyo montado esencialmente con regalos recibidos “en los días festivos” –como ella ha señalado supondría, por ejemplo, que le han llevado obsequios hasta por ‘el día del pollo a la brasa’. Y la aparición el miércoles de un sueldo partidario de seis mil soles mensuales que olvidó mencionar en su comunicación del martes con sugiere que también le obsequian maquillaje.

Malas explicaciones y malos días, pues, para la crispada señora Heredia, que hablan de una especie de crisis de los 39. Y, sobre todo, hacen temer cómo irá a ser la de los 40. 

(Publicado en la revista Somos el sábado 6 de junio del 2015)