El martes de esta semana, tras la exposición del premier Aníbal Torres ante el pleno del Congreso, se escucharon en el hemiciclo discursos de toda laya. Como se sabe, el presidente del Consejo de Ministros había acudido al Palacio Legislativo en busca del voto de confianza que le permitiera a su Gabinete ir adelante con la gestión iniciada un mes atrás, por lo que las intervenciones de los voceros de las distintas bancadas daban pistas sobre cómo votarían sus miembros a la hora de la verdad.
En ese sentido, a nadie sorprendió que, desde Renovación Popular, Avanza País o Fuerza Popular, llovieran las condenas al gobierno, ni que Perú Libre o Juntos Por el Perú descubrieran virtudes allí donde todo despide el inconfundible olor de la descomposición. No generaron tampoco mayor expectativa las alocuciones, previsiblemente ratoniles, de grupos parlamentarios como Podemos Perú o Somos Perú. Y de la bancada de Acción Popular, lo único que se esperaba, a decir verdad, era la confirmación de que aquello es un jardín de infantes.
En el caso de Alianza para el Progreso (APP), en cambio, esta vez la cosa no estaba clara, así que cuando el congresista Eduardo Salhuana se plantó frente al micro, muchos contuvieron la respiración.
–Otras musas–
Desde el 28 de julio, en efecto, APP se había comportado en el Congreso como una asolapada comparsa del Ejecutivo. Arrugando la boquita para musitar la palabra “gobernabilidad”, les había entregado, por ejemplo, la confianza a los equipos ministeriales encabezados por Guido Bellido y Mirtha Vásquez, a pesar del festival de antecedentes que adornaba la hoja de vida de muchos de sus integrantes. En esta ocasión, sin embargo, parecía existir en el partido liderado por César Acuña indignación como cancha y unas ganas incontenibles de alejarse de una administración en la que la corrupción y la ineptitud libraban una batalla a muerte para dirimir prioridades.
En las tribunas, en consecuencia, reinaba la impresión de que lo que dijera Salhuana sería determinante, y él moduló sus palabras con la gravedad y la pompa que la situación requería. Así, tras afirmar que el actual régimen es “inestable, marcado por la incertidumbre política y económica” y “con serias denuncias de corrupción”, recitó con voz vibrante: “Por esas consideraciones, Alianza para el Progreso, firme con su vocación democrática, de diálogo y de escuchar el sentimiento mayoritario del país, que exige rectificación, que exige corrección, que le exige al gobierno escuchar ese clamor de cambio, ese clamor ciudadano de que se enrumbe las cosas en el país, esta bancada va a votar mayoritariamente por la denegatoria del voto de confianza”. Una soflama de resonancias épicas que no dejaba duda sobre la conducta del grupo parlamentario cuya vocería él, con tanta convicción, ejercía.
Tuvo la precaución, es cierto, de advertir que la votación que había anunciado sería solo “mayoritaria” en APP; es decir, con sus excepciones… Pero a nadie se le ocurrió que una de esas excepciones sería él. Una vez que el estro poético lo abandonó, sin embargo, otras musas parecieron hablarle al oído y cuando le tocó decidir si otorgaba o negaba la confianza a los nuevos representantes de esa misma miseria que tan vívidamente había descrito, votó en ámbar. Es decir, se abstuvo. Y abstención, como se sabe, no es sinónimo de denegación.
La flagrante contradicción, por supuesto, fue detectada hasta por los reporteros de TV Perú y, para tratar de capear el roche, Salhuana ensayó unos versos adicionales. “En cuanto a mi abstención, yo provengo de un departamento como Madre de Dios, yo escucho a los ciudadanos de mi región, tengo en cuenta lo que piensan”, declamó. Para luego rematar su alegato con el perfecto endecasílabo: “No he votado a favor de la confianza”.
Su alambicada elaboración justificativa, no obstante, dejó el nítido sabor de ser una manifestación de aquello que entre los más jóvenes suele definirse con el glorioso peruanismo: “se fue en floro”. No solo porque es altamente improbable que los ciudadanos de su región le hayan demandado en tropel un gesto tan ñoño como el de abstenerse, sino porque en su discurso anterior había utilizado el argumento de que APP escuchaba “el sentimiento mayoritario del país” justamente para explicar por qué la bancada le iba a negar al Gabinete la confianza. Pero parece que en esa bancada, así como escuchan una cosa, escuchan otra.
–Sapo por faisán–
Es poco verosímil, en realidad, que Salhuana supiera que iba a votar en abstención cuando pronunció su encendida proclama contra el gobierno ante el pleno del Congreso. Lo lógico es que en ese momento estuviera decidido a sumarse a la corriente partidaria a la que él prácticamente le había dado forma y que solo algo muy poderoso lo hiciera cambiar de postura al final. Al votar como votó, él tiene que haber sido consciente de que se estaba comiendo un sapo. Y sin embargo, se lo despachó como si fuera faisán.
En esta pequeña columna, claro, no podemos estar seguros acerca de la identidad de esa fuerza que al parecer lo avasalló cuando las papas empezaban a quemar, pero de lo que sí no dudamos es de que, debajo del ‘floro’ inspirado del vocero de APP, late un corazón de poeta. Es decir, como sugiere la canción, “de niño grande, de hombre niño”. Y ayer o antes de ayer lo hemos conocido. O lo hemos terminado de conocer.
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