Una vez más la misma pregunta. Estoy a meses de acabar la carrera y la gente aún se sigue sorprendiendo cuando digo que estudio Periodismo. “¿Periodismo? Oh, lindo”, expresan sosteniendo una sonrisa con la que intentan disimular su asombro. Otros suelen ser un poco más directos y crueles: “Ay, pero periodismo, ¿segura? ¿Eso da plata?”, sostienen preocupados.
La sociedad en la que vivimos nos ha impuesto el estereotipo de que la carrera que debemos elegir es aquella que nos traerá mejores beneficios económicos. Claro, no es una locura ambicionar un futuro exitoso en dicho ámbito, pero no todo se trata de ello. Siempre he intentado explicar mi posición, mi manera de ver el periodismo, pero no logro convencer –a pesar de que esa no ha sido mi intención– a quienes, dubitativos, cuestionan mi elección por esta carrera.
El Perú mantiene una crisis constante en lo político, económico y social, y todo ello ha llevado a que muchos se encuentren concentrados en sí mismos y no en el grupo humano que conforma el país. Ha surgido cierto individualismo que repercute en atraso y dejadez, puesto que todo recae en uno mismo, dejando de lado la humanidad.
El periodismo es vocación y siempre lo he tenido muy presente. Evidentemente, no vamos por la vida sin preocupaciones ni carencias y buscamos ser retribuidos por aquello que hacemos; sin embargo, esta labor suele premiar con satisfacción. No quiero idealizar la profesión porque sé que es compleja, apresurada y siempre está rodeada de retos y peligros; aun así, me mantengo firme en mi decisión y sobre todo insisto en mi intención de utilizar el periodismo como una herramienta con la pueda ayudar a los demás.
Me llamó siempre la atención ver la posibilidad y la ventaja que tenían los periodistas para poder acercarse a las personas en situaciones vulnerables y que estas confíen en ellos e incluso les permitan contar desde muy cerca su problema. Ese afán de protestar por lo que merecen aquellas personas y ser parte de su voz es el periodismo que elegí.
Hoy quizás cuando un ciudadano escucha que el periodismo es capaz de otorgarle la voz que le ha sido apagada, ya no lo cree. Frente a los acontecimientos políticos y civiles ocurridos en los últimos años, más del 60% de la población considera que los medios se encuentran parcializados. Sumado a esto, la conducta de diversos sujetos de prensa ha hecho que se resquebraje la confianza de la ciudadanía y se forme una mala percepción del periodismo en general. Lo preocupante es que con ello se suele olvidar que, bien ejercida, esta carrera es una especie de ayuda y sustento para exponer historias, para ser la bocina de aquellos que han ignorados por las autoridades. Pese a ello, cada día existen más parlantes del poder que de los propios ciudadanos. Este trabajo es complejo y económicamente no es el mejor remunerado, pero es, quizás, la vocación lo que permite seguir sin caer en la corrupción ni en las trampas de aquellos que deberían estar bajo nuestra lupa.
Nuestro país, como muchos otros en Latinoamérica, no ha podido vencer sus propios males arraigados en la sociedad. Desde el machismo hasta la corrupción, estos nos golpean a diario y arrastran consigo lo bueno que pueda quedar en el Perú, corrompiendo a autoridades e instituciones que deberían velar por el crecimiento y bienestar de este país. Aquella supervisión difícil de encontrar entre los poderes del Estado nos compete hoy como periodistas. Como hombres y mujeres con una mirada crítica y una vocación dispuesta a ayudar a su entorno y a obrar correctamente.
El oficio del periodista está marcado por su capacidad de sensibilidad y humanidad al observar los hechos y, como decía Kapuscinski, es necesario que para ello seamos ante todo buenos seres humanos. Solo así la necesidad de actuar con justicia prevalecerá ante el poder y se mantendrá la postura inicial de lo que es ser periodista.
Somos una especie de colaboradores sociales con la responsabilidad de poner al descubierto sucesos que forman parte de la historia. Hacer con nuestro trabajo una muestra de que existe un grupo en alerta a lo que acontece y que alzará la voz en beneficio de un país que, finalmente, nos retribuye en conjunto como sociedad.
Recuerdo el terremoto del 2007 en Ica. Fue la prensa quien acudió hacia los lugares más afectados y sirvió de apoyo para visibilizar la situación real de los damnificados. De aquella manera se generó una red de apoyo seguro para colaborar con los ciudadanos. La desaparición de una persona, la búsqueda de apoyo solidario por parte de profesionales o de personas comunes respecto a un caso de salud, el seguimiento a un caso de vulneración de derechos humanos: acciones que parecen sencillas, pero que recompensan en gran manera con los resultados.
La adrenalina de salir a cubrir una noticia, de buscar la información y de correr riesgos. Eso que quizás desde afuera no comprendan, pero que para quienes ejercen el periodismo puede ser muy gratificante, más que el dinero.
Esta carrera podrá ser tomada por muchos, pero solo será bien llevada por quienes cultivan la vocación de ser periodistas y de asumir la responsabilidad de que sus acciones y palabras tengan concordancia. Solo así retornarán la confianza, la credibilidad en la prensa y la oportunidad de volver a ser un instrumento para contar historias relevantes, que aporten información, pero, sobre todo, que generen respuestas positivas y cambios en la sociedad.
Se dice que el periodismo debe ser imparcial; sin embargo, en la práctica no siempre sucede así y es que cada uno posee diversos pensamientos y ha pasado por distintas situaciones que forman una especie de filtro al momento de percibir aquello que ocurre alrededor. No obstante, no se puede incurrir en la tergiversación y, por el contrario, se debe ser esa voz intermedia que esté en la capacidad de escuchar, procesar la información y finalmente canalizarla. Ser esa voz firme que incomoda a los que están en el poder, pero a la vez ese elemento que permite tener una eficiente comunicación entre ciudadanos y autoridades para trasladar las preocupaciones y necesidades que surgen en el entorno del Perú.