“Odio a la prensa; a ti, especialmente. Pero el hecho es que te necesitamos. Necesitamos una prensa libre. Es fundamental”, fueron las palabras del difunto senador republicano, John McCain, hacia un reportero en el 2017. Estaba comentando los incesantes e infundados ataques a la prensa del entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, pero sus palabras resuenan hoy en un país latinoamericano llamado Perú.
En este rincón del mundo, si de mala reputación se trata, la política está en el último lugar, mientras que el periodismo y la estafa profesional compiten por el penúltimo. Y aunque no faltan motivos para el cuestionamiento, desconfiar de todos y cada uno de los medios no nos hará un mejor país.
“El propósito fundamental del periodismo es permitir el autogobierno del ciudadano” es el mantra que se enseña, seguramente, en cualquier universidad. Efectivamente, el periodismo de calidad es aquel que nos equipa para navegar las complejidades de nuestro mundo y nos permite actuar según nuestro mejor interés. Lo que no enseñan en la universidad, sin embargo, es cómo lidiar con una ciudadanía que ha perdido la confianza.
Nuestra sociedad padece de hartazgo crónico; con el tráfico, con la política y con el periodismo. Hoy, todos los medios están sesgados, todos los periodistas son corruptos o son azuzadores, y la frase favorita de cualquier televidente, sin importar su postura política, es “prensa mermelera”. Sí, la credibilidad del periodismo peruano está sumamente comprometida y la responsabilidad de recuperarla reposa en las nuevas generaciones de periodistas. Pero también reposa en nosotros como ciudadanos y en nuestra capacidad de reconocer, como hizo John McCain, que es posible odiar a la prensa y, al mismo tiempo, no querer ver jamás un mundo sin ella.
Debemos comprender que la prensa libre solo existe para nuestro propio beneficio. Solo si comprendemos esto podremos soñar con tener una ciudadanía informada, inmune a palabrerías y manipulaciones; una ciudadanía que contraste información, que busque la mejor fuente, que cuestione y dude cuando sea oportuno. Solo si comprendemos esto podremos ver reflejados en nuestra sociedad los frutos de una verdadera democracia, frutos que parecen cada vez más fantásticos entre voces autoritarias que van ganando cabida.