Leo a los mismos de siempre aplaudir un bono universal, en vez de uno focalizado; pedir impuestos a ingresos mayores de S/10.000 o a los ahorros, en vez de emitir bonos; fijar precios de pensiones de colegios, en vez de becas ad hoc para quienes lo necesiten.
Se trata de los mismos que nunca piensan en cómo producir la riqueza, sino solo en cómo gastarla. Los mismos que no nos hubieran permitido ahorrar tantos recursos disponibles para hacer frente a esta pandemia. Y que tampoco nos hubieran permitido tener buena posición macroeconómica para tomar deuda a bajo costo. ¿Los que antes aplaudieron a Alva y ahora quieren que se vaya por no apoyar su impuesto a la riqueza?
No solo son inmunes a la evidencia (Calderón), sino que están aprovechando el descontento creado por una cuarentena sin economía para promover su agenda política.
Una agenda cuya narrativa es que lo que tienen unos solo puede explicarse porque se lo han quitado a otros. Una agenda donde nunca explican cómo son los negocios los que satisfacen la mayoría de las necesidades de la comunidad (¿alguien dijo vacunas?). Una agenda donde la riqueza es por definición injusta, a menos que tu dinero venga de una ONG, trabajes para el Estado o tu empresa no haya logrado crecer (mucho).
El riesgo de que se siga alargando una cuarentena sin economía no solo es económico. También es político. Mientras más gente pobre caiga en pobreza extrema, más clase media vuelva a ser pobre y menos puedan producir para vivir, más adhesiones tendrán.
Por eso –y porque necesitamos que nuestras empresas produzcan para solventar el gasto público– necesitamos que el Gobierno cambie de rumbo. Por ejemplo, idear un esquema de cuarentenas focalizadas por edades y con cercos epidemiológicos… pero con economía. Con toda la economía que sea posible, reduciendo al máximo el riesgo de contagio.
Para eso, urge ser creativos, tanto con las actividades ya definidas como esenciales como con las demás. Necesitamos crear una nueva normalidad que combine bajo riesgo de salud y toda la economía posible. Por ejemplo, si queremos que las casas se conviertan en casas-escuela y casas-oficina por lo que resta del año, el Gobierno debe autorizar de una vez que se puedan comprar computadoras, impresoras, escritorios, televisores inteligentes, Internet más rápido, etc.
Si queremos que el transporte de carga y mercancías siga operando, también tenemos que autorizar la venta de baterías, llantas y otros repuestos indispensables para operar con seguridad. Y así.
El riesgo cero frente al COVID-19 no existe. Si se prolongan las cuarentenas sin economía, lo único que lograremos –sin pruebas moleculares rápidas que puedan aplicarse masivamente para aislar a los asintomáticos– es que se destruya la economía y ganen quienes suelen vivir de la riqueza ajena, y nunca se preocupan en cómo generarla.
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