Cuando un medio de comunicación propala una información que implica una denuncia cuya gravedad podría afectar el curso de un resultado electoral, tiene el deber para con el país y sus conciudadanos de probar lo que afirma. Si la prueba, es decir, el hecho que da vida a la noticia es un audio y el reportaje cuenta una historia en la que el audio brilla por su ausencia, entonces estamos ante una burda manipulación de la opinión pública.
Sea porque el reportaje no pudo conseguir la pieza clave que fundamenta la información, sea porque la tiene pero la retiene por las razones que fuere, en ambos casos está direccionando un contenido informativo –con fines ajenos a una agenda periodística–, para influir políticamente en la opinión pública. Tal proceder es inaceptable y, por lo tanto, debe ser rechazado sin ambages.
Si el canal de televisión que difundió el domingo la información se basaba en en que existiría un audio que implica al secretario general de la agrupación naranja, Joaquín Ramírez, en una conversación en la que este revela que es lavador de dinero de Keiko Fujimori, pues tal medio está en la obligación profesional y, sobre todo, moral de difundirlo de inmediato. Los peruanos tenemos el derecho a saber por quién estamos votando, sobre todo cuando estamos a menos de tres semanas de las elecciones de segunda vuelta. Tal hecho, por lo menos un día después de soltada la bomba, no se ha producido.
Pretender suplir el audio, pieza clave que da vida a la denuncia y al reportaje, por una entrevista al denunciante y con unas declaraciones al paso, en la vía pública, de un par de funcionarios de la DEA que no explican absolutamente nada sobre la supuesta indagación que estarían realizando, dice mucho de la calidad informativa de la pretendida investigación periodística. Aquí no sabemos qué cosa está indagando la DEA y por qué, por la sencilla razón de que ni los dos funcionarios entrevistados al vuelo ni la DEA como institución han aclarado si existe investigación.
De ahí que queden para el consumo de la opinión pública única y exclusivamente especulaciones que se convierten, con el transcurso de las horas, en objeto de un debate direccionado sobre la idoneidad moral de una candidatura presidencial sin mediar prueba o hecho cierto alguno que corrobore mínimamente la veracidad de la noticia difundida.
No viene a cuento aquí las motivaciones de la difusión de un reportaje de calidades periodísticas que seguramente serán debatidas en las clases universitarias de deontología de nuestra profesión. Pero el hecho cierto es que se ha generado una noticia sin el respaldo necesario, y que oculta información clave para que los peruanos tomemos una decisión informada para votar libres de toda de toda manipulación y desinformación.