¿Por qué algunos pueblos africanos nombran como jefes de sus clanes a los más ancianos? ¿Por qué los latinoamericanos los tenemos cerca y los respetamos, pero sin darles tanto poder? ¿Por qué finalmente, en muchos países ricos, es común que los muy mayores vivan lejos de sus familias, en casas de retiro? La respuesta a esta interrogante, como veremos luego, nos enseña que para buscar buenos dirigentes la edad y la experiencia son variables que deben ser tomadas en cuenta de manera muy cuidadosa. Veamos.
Una de las varias teorías que tratan de explicar el tema del respeto a los mayores dice que esto depende del desarrollo tecnológico de las sociedades. Así, en las sociedades con avance tecnológico lento, como algunos pueblos africanos, las personas que más han vivido tienen el mayor conocimiento acumulado y saben resolver los problemas del día a día. Por el contrario, en aquellas con intenso cambio tecnológico las personas de más edad tendrían conocimientos desfasados y poco útiles, como sucede en muchas civilizaciones ricas. En el Perú, donde el avance es medio, pero creciente, el respeto a la experiencia sería por ello intermedio, pero en proceso de descenso.
Eso explicaría por qué recientemente, cuando las innovaciones empezaron a darse con mayor velocidad, en el mundo y en el Perú, se observó una creciente valoración de la juventud para la dirección de las instituciones. Ello porque mientras muchos mayores se desconcertaron con la cambiante tecnología, los jóvenes la entendieron rápidamente.
Pero esa orientación está hoy siendo también fuertemente discutida.
Resulta que el mundo empezó a ver que el dinamismo y el conocimiento fresco de la juventud traían también graves amenazas. Así, con frecuencia, la poca reflexión y los comportamientos de riesgo de los jóvenes creaban más problemas que los que resolvían, como sucedió con Alan “1”, presidente del Perú a los 36 años. La combinación de poder y conocimiento teórico, junto con poca experiencia práctica, constituían un coctel explosivo muy inestable.
¿La tendencia es entonces volver a confiar la dirección a los experimentados? No exactamente, pues si se entiende que la juventud y el conocimiento tecnológico no son suficientes para dirigir, también se entiende que la experiencia no basta para ser buen dirigente en un mundo con tecnología cambiante.
¿Qué tipo de dirigentes se considera entonces hoy finalmente como el más adecuado, el de los jóvenes tecnológicos o el de los mayores experimentados? Como en muchos temas sociales, la respuesta no es única. Por un lado, el ideal serían jóvenes que demuestren experiencia (más que por años, por la intensidad de su carrera) o mayores que estén actualizados y tengan energía juvenil (emocional más que física). Pero siendo ambos casos poco frecuentes y difíciles de encontrar, la opción es que en lugar de caudillos individuales se escoja a dirigentes conscientes de sus limitaciones y capaces de trabajar en equipo, complementando con ello las fuerzas y deficiencias de su edad.
La moraleja de esta idea en el plano del sector público, ahora que vienen elecciones, sería que en lugar de caudillos deberíamos preferir a quien presente equipos mixtos, donde la fuerza y la tecnología de la juventud se potencie con la sabiduría y reflexión de la experiencia.